Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Parte del corazón de Cuba

Autor:

Yasel Toledo Garnache

Ahí estaba yo. Por vez primera  ante originales del periódico Patria. Devoraba aquellas páginas con los ojos en el Centro de Estudios Martianos. Y mi mente, incontrolable, como casi siempre, pasaba imágenes de José Martí escribiendo, guiando, soñando...

Gracias a la imaginación, lo veo en diferentes etapas de su vida. Allí estaba el muchacho, en las clases de Rafael María de Mendive, el adolescente encarcelado con apenas 16 años de edad, el poeta y periodista, el pensador profundo, el romántico, el hermano amoroso, el hombre sufrido, el Apóstol, vestido no con el traje grandilocuente, sino con la humildad de un ser humano que padeció, anheló e hizo a favor de los demás.

Lo observo en las Canteras de San Lázaro. Los grilletes, el sol y el fango mellan su salud, aunque no el valor y la convicción. Desde la madrugada, trabaja y arrastra cadenas y grilletes por un pedregoso camino, excava y desbarata piedras a golpe de pico.

Después del indulto y ya en España escribió: «Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás...».

Su mente no descansa: es un volcán en ebullición que en vez de lava arroja luz. Le preocupa lo que allá en Washington se trama a espaldas de los pueblos de América. La necesidad de desahogo es inevitable. Toma papel y pluma.

Cada cierto tiempo, da vueltas al anillo de su mano izquierda, mira la inscripción en él (Cuba) y un torbellino se agita en su interior. Viste de negro y esa prenda, forjada con el grillete que llevó en las Canteras, es recuerdo omnipresente de la opresión que se cierne sobre su Patria.

Pasa el tiempo y aquel adolescente que escribió Abdala, obra de profundo sentimiento patriótico, ya es un hombre, un padre lejos de su hijo Ismaelillo, un intelectual reconocido, un revolucionario con la capacidad y el prestigio para aglutinar.

¿Cuánto conocemos en verdad a ese ser humano?, o lo que es más importante para reflexionar: ¿cuánto más nos pueden seguir ayudando sus ideas y enseñanzas hasta la eternidad?  Está claro que del niño y el adolescente Pepe, del revolucionario, hermano, hijo y héroe José Martí, deberíamos conocer lo más posible, de la A hasta la Z. Su ejemplo e ideas deberían navegar siempre en las venas de cada cubano y hombre digno del planeta, como parte de las esencias de sensibilidad, justeza y valor.

¿Cómo conseguir que los niños lo sientan cerca y crezcan con su luz? Hace poco, pregunté a una alumna de segundo grado por él, y con orgullo expresó: «Nació el 28 de enero de 1853...», y así continuó con una versión de su biografía.

Es muy favorable que los pequeños sepan eso, pero qué dicen cuando hablan de sus amiguitos o primos. ¿Acaso expresan la fecha de nacimiento? Ojalá cada familia conociera al Apóstol más allá de las referencias comunes y transmitiera todo a los infantes con la pasión con la cual algunos abuelos suelen narrar historias.

Sería positiva la existencia de más audiovisuales y aplicaciones tecnológicas sobre la vida y obra del patriota y ser humano, concebidos para adultos, pero sobre todo para los príncipes enanos. Géneros como las historietas y la literatura pueden aportar mucho.

Los de más edad y los jóvenes debemos ir de manera permanente a sus textos, navegar en su pensamiento y aprehender, para bien de nosotros, nuestros hijos y nietos..., la nación, porque Martí forma parte del corazón de Cuba, manantial de esencias y fortalezas.

Recuerdo varias visitas a Dos Ríos, donde cayó en combate y se levanta un obelisco, que prefiero considerar sin dimensiones, infinito, como deberá ser siempre el cariño, la admiración y el agradecimiento de los nacidos en este archipiélago al Apóstol.

Jóvenes de varias provincias vamos al río Contramaestre, ubicado cerca, cogemos piedras y las colocamos como otro pequeño monumento, tal como suponemos lo hicieron mambises y cubanos de épocas anteriores. En ese lugar conversamos y vibramos por la emoción de estar en un altar sagrado de la Patria, un sitio en el cual el ejemplo del principal impulsor del Partido Revolucionario Cubano palpita con más fuerza.

Dejo de teclear durante unos segundos. Me recuesto en el espaldar de la silla, y lo imagino otra vez con la pluma en la mano, redactando y en la conquista de aparentes utopías.

Lo observo sobre su caballo, siento disparos…, pero él sigue de manera impetuosa, renace en cada éxito y muestra de dignidad de los cubanos.

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