Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No «encajo» en el grupo

Juventud Rebelde comparte el testimonio de una adolescente camagüeyana que sufrió de acoso y abuso en su escuela, y necesitó el acompañamiento especializado del sicológo para superar la compleja situación

Autor:

Olga Lilia Vilató de Varona

CAMAGÜEY.— Suele resultar muy agradable conversar con una niña; sin embargo, confieso que en esta ocasión no lo fue. El tema del bullying (acoso o abuso escolar, no importa el término) duele. Prometí a ella y a su abuelo, quien la acompañaba, que no publicaría su nombre por diversas razones. Le pedí que me tuteara, nada de usted.

Daniela, así la llamaré, con solo 13 años y en 8vo. grado, ha vivido momentos indeseables para cualquiera, sobre todo en una edad en que las ilusiones abundan, pero pueden hasta caer en zozobra. Llegué a su historia porque ella había pasado por un grupo de terapia para adolescentes, que lideraba José Eduardo Vázquez Benítez, licenciado en Sicología y Defectología.

—¿Cuéntame cómo comenzó el malestar, cómo llegaste a tan dura prueba?

—Empecé a sufrir este problema desde el 7mo. grado, porque fui la que no encajó en el grupo. Otra cosa fue que una niña era considerada la mejor y a partir de que la superé en Química y Física comenzó todo. Ahora pienso que haya sido porque era estudiosa, sacaba buenas notas y nunca le «soplé» a los demás en los exámenes.

«Me decían loca, asustada y lesbiana, esto último porque no tenía novio. Sobre todo la “asustá” y también la “puntualita”, por aquella serie de televisión.

—¿Se lo dijiste a la maestra y la directora? ¿Tomaron cartas en el asunto?

—Sí, la maestra los regañaba a veces, pero no cambiaron. La directora lo supo, pero no hizo nada y, por suerte, ya no está. Ahora tenemos un director que se ha ocupado; él fue el que me cambió de grupo.

—¿Lo comentaste a tus padres?

—Claro, ellos empezaron a darse cuenta de que algo me ocurría, se los conté y entonces fueron a la escuela.

—Pero seguiste en la misma escuela…

—Sí, aunque quise irme a otra mi madre y mis abuelos me aconsejaron que debía enfrentar los problemas y no huir, porque era algo que me podía ocurrir en otro sitio y no iba a escapar siempre.

—¿Cómo te apoyó la familia ante este suceso tan desagradable, además de llevarte al sicólogo?

—Me ayudó mucho. De hecho me aconsejaban con cariño y me acompañaban a las terapias de grupo, donde hablábamos de nuestros problemas, nos abríamos, todos lo hacíamos. Me dio fuerzas para seguir.

—¿Bajó tu rendimiento académico a raíz de tales dificultades?

—No, porque he seguido estudiando y esforzándome, y pienso hacer el preuniversitario en la Vocacional.

—¿Cómo describirías el sufrimiento ocasionado por las actitudes de rechazo que recibiste?

—Como algo grande, sufrí mucho; no estaba acostumbrada al maltrato, lloraba todos los días y tenía terror de regresar al aula. En mi casa me quieren mucho, tengo tres hermanos varones y gracias a sus consejos y los de toda mi familia pedimos ayuda al especialista.

¿Vas bien en el nuevo grupo?

—Mejor. Hay más disciplina, tengo más amiguitas y hasta ahora no me han tratado mal. Mi maestra mantiene el orden y el primer día que llegué a esa aula les pidió a sus alumnos que me trataran como si hubiéramos estado juntos desde el primer día de clases.

—¿Cómo te sientes ahora?

—Bien, ya todo va pasando.

—En esta aula seguramente hay otros alumnos inteligentes como tú…

—Por supuesto. Eso es bueno, lo que no me gusta es que presuman de eso y se burlen de quienes no lo son tanto.

—¿Te ha enamorado algún muchacho?

—Me han dicho «Te amo» y cosas así, pero soy una niña y quiero estudiar, y me gustaría tener novio cuando me sienta enamorada.

—¿Qué asignaturas prefieres?

—Biología, Geografía… casi todas, menos Matemática.

—¿Qué piensas estudiar?

—Medicina. No tengo clara la especialidad; ya veré en su momento.

—¿Alguna vez pensaste que no querías vivir?

—No sé si de esa manera, pero no tenía motivación de ningún tipo, ni de ir a la escuela, ni de salir. Era como si yo no valiera nada. Me encerraba en mi cuarto, permanecía en mi cama y ni siquiera tenía deseos de comer. Me deprimí mucho. Intenté aislarme de todos los que me hacían daño, y entonces me seguían diciendo cosas. Era terrible.

—Nunca debes desear no vivir, la vida es divina siempre y son más las personas que te quieren, al menos en calidad, no importa la cantidad. ¿Has pensado en eso?

—Ya lo sé, y sobre todo mi familia.

—¿Cómo enfrentarías otra situación similar si ocurriera?

—Sin violencia, porque no soy agresiva, pero sí con inteligencia. Eso lo aprendí ahora. Además, tengo calificación de excelente en mi comportamiento y deseo mantenerla.

—¿Te atreverías a darles un consejo a los muchachos de tu edad?

—Claro. Primeramente, que no permitan ser molestados. Deben ser fuertes, enfrentarlo todo y, si no lo consiguen entonces deben comunicarse con sus padres, maestros y con un especialista que los ayude.

—Tienes que quererte tú y a los tuyos. No dejes de estudiar, ni de perseguir tus sueños…

—Claro, debo decirme que soy bonita, inteligente y pensar siempre positivo.

Es bueno conocer que el bullying escolar es un problema mundial, y tiene matices físico, emocional, verbal y ciberbullying, y a mi modo de ver este último resultó el único del que no fue víctima Daniela, esa niña bella, sensible, estudiosa y respetuosa, quien gracias a su familia, a oídos receptivos y a su sicólogo de cabecera no cambió; más bien se fortaleció para bien de ella y los demás.

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