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Enseñar a amar las palabras

Cada 23 de abril el mundo hispanohablante celebra el Día del idioma, en homenaje a Miguel de Cervantes. De los cambios y desafíos que implica el conocimiento de nuestra lengua, JR conversó con la Presidenta de la comisión nacional de la carrera de Licenciatura en Educación Español-Literatura

Autor:

Yoerky Sánchez Cuéllar

«Hoy no se lee menos que antes; se lee diferente», afirma de modo categórico la Doctora Ileana Domínguez García, profesora titular de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, donde cumple la función de Presidenta de la comisión nacional de la carrera de Licenciatura en Educación Español-Literatura.

Durante toda su vida profesional, Ileana Domínguez ha desandado los caminos de la enseñanza de nuestro idioma. Sus estudios sobre el uso del español en Cuba la convierten en referente necesario para conocer acerca de la evolución de nuestra lengua, así como las distintas mediaciones que influyen en ese proceso cultural. Actualmente impulsa el proyecto Leer y escribir en la universidad, que busca desde una responsabilidad compartida involucrar a estudiantes y profesores en la calidad de los procesos comunicativos.

—¿Cuánto aporta a la identidad de una nación el conocimiento de las lenguas y su buen uso?

—Todo lo que se consigue en el desarrollo de un país se expresa en el idioma. Es el alma de la cultura y constituye, justamente, la expresión de cada uno de los elementos que conforman una nación. De tal manera que debemos cuidarlo, porque con el idioma estamos protegiendo nuestra identidad. Si no pensamos bien no hablaríamos bien, y si nos obligan a pensar o si dejamos que nos hagan pensar como otras culturas estaríamos perdiendo la posibilidad de expresar la nuestra.

«Cada persona se identifica por la manera en cómo habla. Es el conglomerado de la familia donde nació, de la escuela donde estudió, del país donde se crió, de las relaciones sociales que se establecen en las provincias o en el lugar donde vive, porque implica matices del lenguaje, de la entonación, de diferentes formas de léxico. Todo ello se conforma en un sujeto que es capaz de expresar su pensamiento a partir del dominio que tiene de la lengua».

—¿Cómo se ha desarrollado este proceso en el contexto histórico cubano?

—En el caso de Cuba se conoce que, como decía Neruda, los españoles se lo llevaron todo, pero nos dejaron lo más importante, que fueron las palabras. La lengua española, que es como se debe decir, no lengua castellana, se ha enriquecido a lo largo de nuestra evolución con las herencias de otras culturas, como son algunas palabras de las culturas aborígenes y también las que trajeron los españoles que ya venían con la influencia del árabe. En muchas regiones del país está también la presencia del francés y, por supuesto, de la cultura africana, que nos enriqueció extraordinariamente en otras muchas formas de pensar, mitologías, etc. Pero en general en Cuba se formó una sola lengua.

«No se habla mejor en La Habana que en el oriente del país. La zona oriental tiene una entonación; en la capital tenemos otra. No se trata de qué es lo mejor o lo peor, sino de qué es lo adecuado. En la lingüística se habla de la adecuación, que tiene que ver con el contexto y con las diferentes situaciones comunicativas en las que uno se relaciona. Eso mismo se defiende en la escuela desde Varela, quien comenzó a dar clases en la lengua del criollo, justamente tratando de que no pensáramos en latín».

—Usted forma parte del proyecto Leer y escribir en la universidad. ¿Por qué los estudiantes, incluso en la enseñanza superior, presentan dificultades en el uso del español?

—Es una historia larga y buscar un culpable sería caer en un círculo vicioso. Creo que la escuela tiene mucha responsabilidad, pero pienso que también es una tarea permanente de la familia, los medios de comunicación y la sociedad en general.

«A los muchachos muchas veces no les gusta el Español como asignatura. Recuerdo a un compañero nuestro que decía que para qué iba a estudiar Español si de todas maneras el sujeto siempre era «la niña». Cometíamos el error de reducir su estudio a la gramática. Eso se ha ido superando poco a poco y los resultados se verán en tiempos posteriores, porque todo lo que se hace en educación tiene un reflejo mediato.

«Creo que la enseñanza del español desde el punto de vista comunicativo ayuda no solo para las lenguas extranjeras, sino para la lengua materna. Posibilita que se pueda hablar con mayor fluidez, profundidad y dominio del vocabulario desde la enseñanza primaria hasta la enseñanza universitaria. Hoy también se dice que la tecnología está influyendo negativamente. Yo no lo creo».

—Sí, hay quienes plantean que el desarrollo tecnológico atropella el lenguaje…

—Las personas tienen que estar preparadas para las diferentes situaciones comunicativas. La tecnología es una situación de comunicación diferente y para usarla nos tenemos que preparar. Por ejemplo, si una persona envía un mensaje y le cuesta centavos es lógico y está bien que lo haga con el mínimo de palabras y con signos que le permitan ahorrar dinero y espacio. Lo que considero incorrecto es que se deba hablar con signos y que el pensamiento se reduzca a la forma en que opera cuando se está enviando un mensaje. Debemos ser capaces de expresarnos mucho mejor fuera de ese ámbito, porque el pensamiento no se puede reducir a un chat. Lo que hay es que dar apertura para la enseñanza de la lengua con mayor cantidad de vocabulario. 

«Ahora que hay tanta información yo abogo extraordinariamente por que los muchachos puedan navegar y sepan escoger. No hay nada que mejore más el pensamiento crítico que cuando se tiene mucho que leer y se puede seleccionar. Antes se daba lo que el estudiante tenía que leer y ahora todavía muchos lo seguimos dando, pero por qué lo hacemos si él ya puede buscar y luego discutir en el aula lo que encontró.

«No debemos tenerle miedo a la diversidad de información; por el contrario, hay que aprovechar esa posibilidad. Es la única vía por la que vamos a formar de verdad a jóvenes con pensamiento crítico como los que necesitamos ahora para que sepan leer detrás de las líneas, para que puedan descubrir una posición detrás de algo que quizá deslumbra. Tenemos que preparar a los jóvenes para que no se impresionen con toda la información, sino que sepan posicionarse desde la  ideología y valores que formamos en ellos».

—¿Se lee más o se lee menos?

—Se lee diferente; el concepto ha cambiado. Nosotros pensábamos la lectura desde la que realizamos del texto escrito. Ya no se circunscribe a ese acto; hoy el mundo es audiovisual y se lee el audiovisual. En la actualidad se dice que es la lectura de la vida, es decir, saber extraer información de todo lo que nos rodea. En ese sentido no se lee menos, porque estamos aprendiendo otras formas de lectura y estamos tratando de decodificar desde nuevas experiencias. Los maestros nos tenemos que preparar para afrontar estas transformaciones.

—¿Qué impacto tienen estos cambios en la ortografía?

—El problema de la ortografía no está en leer más sino en fijarse mejor en lo que se lee, aunque quien lee mucho posee más cultura y, evidentemente, tiene desarrollada la capacidad de observación. A quien lee mucho le salta a la vista una palabra diferente, una palabra nueva y esa es una habilidad que hay que desarrollar desde la Primaria. Lo que antes se llamaba conciencia ortográfica, que era precisamente ser responsable de lo que se escribía, es fundamental. Todas las reglas ortográficas se dan, pero no se sistematizan, no se incorporan todavía completamente. Ahí está el descuido.

—¿Cómo debe impartirse una clase de Español?

—Una clase de Español-Literatura tiene que impartirse desde la sensibilidad que implica el cuidado de la lengua y la manera tiene que ser funcional. Hay que enseñar español para saber para qué y por qué lo uso. Más que la gramática en sí misma es explicar por qué empleo tal palabra, tal recurso; por qué organizo la frase de esta manera y no de otra, qué diferencia habría en la intención si la organizo de otra forma… En eso es en lo que debemos insistir, en la funcionalidad del lenguaje.

«Se enseña el sujeto, el predicado, el sustantivo, el adjetivo y el verbo para que se sepan usar, no para que se diga que el género y el número son categorías gramaticales. 

«Ese enfoque comunicativo es el que se está tratando de promover desde la escuela primaria, para tratar de que el niño vea la importancia que implica el dominio del lenguaje. Quien domina la palabra tiene un poder importante en sus manos y lo es para los buenos líderes y para los que no lo son. Un poder que sirve para enamorar, convencer, convocar…».

—Raúl Ferrer decía que defender la calidad del lenguaje es defender la calidad de la enseñanza…

—Siempre he dicho que cada profesor es profesor de la lengua en que imparte la asignatura, no importa cuál sea esta. Si el maestro es un buen comunicador va a impartir una buena clase de Matemática, de Historia, de Geografía, porque así podrá explicar de la mejor manera y tantas veces como sea necesario aquello que constituye la esencia de la asignatura. Por eso Raúl Ferrer expresaba que un maestro ha de tener el poder de la palabra aunque no sea profesor de lengua. Hay que enseñar a amar las palabras.

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