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Me estremecí cuando me compararon con Martí

Confesiones de Roberto Albellar Hernández, actor mayabequense que ha encarnado ya al Apóstol, directamente, ante más de 50 000 personas

Autor:

Luis Hernández Serrano

«En la escuela me dijeron que yo tenía la frente ancha como la de nuestro Héroe Nacional… ¡y me estremecí! Fueron mis compañeros de aula los primeros que compararon mi cabeza con la de Martí». Así comenzó el diálogo con Roberto Albellar Hernández, el actor de San José de las Lajas que hemos visto encarnando con mucho éxito al Apóstol de nuestra independencia.

«Empecé a leer textos martianos desde niño y con el tiempo otras personas comentaron que yo me parecía un poco al Maestro. Pero nunca afirmé tal cosa», sostiene. «Obtuve el título de actor en un curso único de Artes Escénicas. Y en el grupo teatral que formamos en esa época por primera vez me atreví a caracterizar a su entrañable figura.

«No niego que un día sentí deseos de hacer una obra martiana para el teatro, algo que no se había hecho nunca, ni en Cuba, ni en el mundo. Me refiero al Martí de 1895, el que murió en combate», aclara.

Albellar Hernández fue primeramente del movimiento de artistas aficionados de Teatro y recibió cursos iniciales en la Casa Central de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Participó en distintos festivales teatrales entre empresas de ese organismo y obtuvo premios provinciales y nacionales. Intervino en diferentes obras y a la larga se convirtió en un actor de primera línea.

«Pensé encarnar al Maestro cuando supe que el destacado cineasta cubano Fernando Pérez escogía a colegas para una película sobre su vida. Un actor, Osvaldo (no recuerdo sus apellidos) me sugirió ir al casting. Quería hacer el personaje, pero Fernando me aclaró que en El Ojo del Canario el protagónico era “el Martí niño”.

«Sin embargo —como actor que yo era—, me pidió que me presentara para ver qué rol podría cumplir en la cinta. Y me propuso ser el “Capataz” de una obra en construcción, que me dejara una barba larga de tres meses.

«En el filme, en cierto cruce de camino, un hombre con su carretón de bueyes y una dama con su lujoso carruaje, se disputan el paso. Discuten y llaman al policía, que casualmente era el padre de Pepe Martí. Le decían “Boca Negra”, por el color del bigote grande que tenía.

«Como el Capataz, yo hablo con la dama: “Señora, haga detener su coche, nada se lo impide”. Y después explico al padre del niño Martí lo que sucedía: “Ella se cree la dueña del barrio, le molesta la construcción y ahora la ha cogido con estos infelices”.

«Al terminar la filmación, me afeitó el trovador de San José de Las Lajas, Roberto Rojas, y le pedí que me quitara la barba del Capataz y me dejara el bigote y la barbilla que usaba Martí.

«Algunas personas me rodearon cuando vieron que yo iba adquiriendo poco a poco una fisonomía parecida al Apóstol. Y hasta el mismoo trovador-barbero comentó mi parecido. Al mirarme en el espejo me quedé asombrado… y de mi alma me brotaron estos versos martianos:

«“¡Arte soy entre las artes,/ y en el monte, monte soy…”. Todos me dieron un rotundo aplauso, dedicado a Martí, no a mí, pero aquello me sirvió para insistir en la idea de caracterizar al Héroe Nacional en otra ocasión».

Confiesa también Albellar Hernández que se creyó entonces lo que hizo. Pero hoy considera que ya, en la Unión de Juristas de Cuba, realizó su última actuación caracterizando a José Martí.

«Allí, el 5 de enero de 2018, hice ¡en vivo! parte de la obra Café con el Maestro, una creación de mi propio grupo. Cité sus palabras: “El café tiene un misterioso comercio con el alma. Ilumina las funciones interiores y las envía en fogozos y preciosos conceptos a los labios… La revolución, al igual que el café, ha de hacerse con agua hirviendo”».

El Niño de Bayamo

En Bayamo, al verlo actuar como Martí, un niño se levantó de su asiento, lo abrazó y pidió retratarse a su lado. «Una museóloga bayamesa me confió que aquel muchacho iba a ser enviado a una escuela de conducta. Entonces, para que él me oyera, dije que en una carrera deportiva siempre había quien se quedaba detrás y quien alcanzaba los primeros puestos. Que eso era natural y lógico, y no se podía pensar mal de los que corrían menos. Incluso exhorté a que vieran la película Conducta, que estaban exhibiendo entonces.

«Con el tiempo, cuando hicimos la gira nacional Itinerario martiano, al pasar por Granma, en una secundaria, conté la anécdota y una maestra, llorosa, lo señaló: —“Allí está sentado él, es ya uno de los mejores alumnos del centro”. Se puso de pie, fue adonde yo estaba y me dio un abrazo llorando. ¡Ya debe haberse graduado de noveno grado! No recuerdo su nombre».

Encarnar al guía de Fidel

«Al representar al Héroe Nacional vi a personas reaccionar de una manera sentimental y me emocionaban. Nunca sentí que yo era Martí, pero algunos espectadores, cuando terminaba mis actuaciones, me seguían, miraban mis pasos, mis gestos, como si yo en verdad fuera el Apóstol. Y si hacía algo que ellos imaginaban que el Apóstol no lo habría hecho nunca, se me acercaban y me criticaban.

«Muchos creían que yo era una reencarnación de Martí. Me veían como si realmente él estuviera ante ellos. Tanto fue así que al terminar una de mis actuaciones, al vestirme de otra forma, se asombraron de que Martí se vistiera así.

«Un día, luego de mi presentación, me invitaron a almorzar en el lugar y una señora casi corrió detrás de mí cuando fui caminando como yo camino a poner la bandeja en la cocina. Y me dijo: —“Óigame, así no caminaba el autor de Nuestra América”. Y le dije: “Tiene usted razón, pero solo soy un actor. ¡Yo no soy Martí, señora”!».

Experimentado actor

Albellar Hernández —como su esposa Olga Lidia Rodríguez López— se graduó de mecánico de instrumentos ópticos en 1981, y después se dedicó de lleno a la actuación. Actuó en distintas obras de teatro y de cine, como La pared de las palabras, de Fernando Pérez, en el personaje de Víctor, un paciente siquiátrico. Luego en El techo, como «Paco», un económico.

Posteriormente en una película de la italiana Ana Astenia, en el personaje de Sergio. Más tarde siguió en obras interpretando a Martí, en teatro y en tres documentales de Mundo Latino. Al poco tiempo —alternando en ese papel martiano— hizo obras como Un hombre solo, de su autoría, con su grupo Andar Teatro, en la sala El Sótano, en La Habana. Y en Mayabeque se le vio en distintas puestas en escena, como en Zapatero remendón, estrenada en San José y luego exhibida en la sala Hubert de Blanck.

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