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Llover sobre mojado

Aunque es verdad que no hay mayo sin aguaceros, en ese mes comenzó la ampliación y pavimentación del primer y más transitado tramo de la carretera Guantánamo-La Carolina, y con tal decisión, los dilemas

Autor:

Haydée León Moya

GUANTÁNAMO.— De mayo, no solo es célebre su Día Primero. Sus aguaceros de casi todos los días también lo son. Aunque el amanecer se pinte despejado, sucede que de pronto rompe a llover. Como dicen algunos, con razón, ha sido así por los siglos de los siglos en esta región del país. Y allá quien no sea precavido.

Pero, y eso también es verdad, como puede ser que algún día del quinto mes del año transcurra sin un buen chaparrón o irrumpa fuera de la jornada laboral, la decisión de iniciar una obra constructiva, por ejemplo, no se cambia solo porque quepa la posibilidad de que se cumplan los pronósticos de la gente o del Instituto de Meteorología.

Eso fue lo que, al parecer, primó al disponer que el segundo día del mes de los aguaceros, una brigada especializada del contingente Abilio Fragoso, perteneciente a la Empresa Constructora Integral Guantánamo, comenzara los trabajos para la pavimentación y ampliación del primer tramo (el más transitado, por cierto), de la carretera Guantánamo–La Carolina, una vía de interés nacional de 40 kilómetros, para cuya reparación total el Ministerio del Transporte destinó dos millones 500 000 pesos.

Programado para ser ejecutado en 60 días, el trayecto inicial abarca dos kilómetros y prevé ampliar el vial a tres carriles y construir un paseo, entre otros objetos de obra.

El carril de los inconvenientes

Justo bajo una llovizna llegaron fuerzas y equipos de la mencionada agrupación constructora, una vez concluido un desvío que costó 180 000 pesos acondicionarlo, y que se extiende desde un punto cercano al populoso reparto Santa María, hasta la intercepción del kilómetro 3,5 de la mencionada carretera. Antes los directivos de la empresa también vencieron, en la Unidad Provincial de Tránsito, el trámite necesario para impedir el paso de vehículos por ese segmento.

Julio Pérez Rodríguez, jefe de obra por la parte constructora, precisó a Juventud Rebelde que comenzaron el día 2 a levantar trozos del pavimento en la rotonda de la avenida Che Guevara, o de la Formadora, como popularmente se identifica a ese punto al este de la urbe, y hasta el pasado lunes 27 de  mayo, habían avanzado solo unos 200 metros en la pavimentación, de 900 que según el cronograma debían haber terminado entonces.

«Normalmente trabajamos ocho, diez y más horas por jornada, pero la lluvia nos permite laborar, cuando más, cinco o seis horas al día», aseguró. Interrogado sobre si la lluvia afecta la calidad de la pavimentación, el responsable de la obra por la entidad constructora, asegura que sí, y no solo porque cuando el terreno tiene un nivel de humedad no se logra la adherencia adecuada de la mezcla.

¿Entonces qué sucederá en esos 200 metros donde ya «tiraron» el asfalto?, pregunté. «Nada. Ahí tuvimos que extraer toda la tierra húmeda, conformar una base con piedras y asfalto fluido en caliente para impermeabilizar el terreno. Es mucho más caro, pero asegura calidad», respondió.

Comentó que como si no fuera suficiente con el inconveniente de las lluvias, al llegar al citado punto un derrame de agua provocado por la rotura de una vieja conductora del líquido aplazó durante unos 15 días las labores de pavimentación, el mismo tiempo que emplearon trabajadores de la unidad empresarial de base (UEB) Redes Hidráulicas para detener el salidero.

«Hoy (lunes 27 de mayo) hace ya cinco días que solucionaron el problema; sin embargo no han retirado esa montaña de escombros y seguimos en las mismas, sin poder avanzar», agregó.

Buscando esclarecer por qué la demora de Redes Hidráulicas en concluir la labor inducida por el mencionado derramamiento de agua, encontramos la negativa de su director, Raudel Méndez, a ofrecer detalle alguno porque «no soy la persona autorizada para dar esa explicación; es la delegada territorial del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos», se limitó a declarar.

Que estaba reunido, dijo frente a su oficina, y nos despidió sin esperanza de que lo pudiéramos entrevistar en otro momento, pues «sin autorización no estoy facultado ni ahora ni después, como tampoco ustedes, a irrumpir aquí sin previo aviso», consideró, al parecer, muy convencido de su verdad.

Al indagar en el Centro Provincial de Vialidad, que es la entidad inversionista en esta obra en ejecución, Francisco Hernández Guibert, su vicedirector, admite que no consideraron la actual etapa lluviosa como un obstáculo para iniciar la reparación del vial, y opina que no han sido precisamente las lluvias, sino la envergadura del trabajo que acometió allí Redes Hidráulicas de conjunto con Acueducto y Alcantarillado, lo que ha atrasado la obra.

«Aunque ahora no estén haciendo nada, no han terminado el arreglo, pues para darlo por concluido deben presentarnos el acta de recepción de trabajo terminado, y nosotros no la aceptaremos hasta que no retiren los escombros y cubran con material adecuado las zanjas que abrieron para colocar nuevas tuberías», argumentó.

Y como inversionistas, ¿pueden influir para que agilicen esa labor, teniendo en cuenta que están comprometiendo el cumplimiento del cronograma de ejecución?, inquirí. «No podemos hacer nada, solo esperar a que terminen», sentenció.

La tierra se mueve y la irresponsabilidad también

Mientras el asfalto seguía quieto por allá por el comienzo, al final del tramo un gran movimiento de equipos y hombres del contingente desafiaban la amenaza de lluvia a eso de las 2:30 p.m. de la tarde del lunes último.

«Estamos adelantando todo lo que podemos en cuanto al movimiento de tierra, acondicionamiento de la vía en este extremo, que también se ampliará, y aunque ya una parte está lista para la pavimentación, según las normas no debe hacerse saltando tramos, debe ser continua», explicó el Jefe de obra por la parte constructora.

Y sobre la tierra en movimiento se movía también mucha irresponsabilidad. La de decenas de conductores de camiones, autos ligeros y motores estatales y privados, carretas, bicicletas… entorpeciendo la faena constructiva. Y de paso violando las barreras que indican que está prohibido transitar por ese tramo del vial.

En una práctica que al parecer ha hecho metástasis en no pocos ámbitos, no solo se esquivan las barreras (que no cubren completamente el ancho de la carretera). Estas son derribadas con tremendo e inconcebible desacato, y ni siquiera quienes prohíben hacen respetar dichas señales.

Según el Vicedirector Provincial de Vialidad, han reclamado por tal violación, pero en la Unidad de Tránsito alegaron no tener personal suficiente para ubicar agentes en el lugar, al menos en los horarios de mayor tráfico de vehículos.

Es una mala señal, como también lo es haber iniciado esta inversión, sobre todo en medio de una coyuntura financiera tan apretada como la que vive el país, sin haber previsto de antemano que las lluvias de mayo podían aguar el esfuerzo de muchos.

Por más que se insiste en que las inversiones tienen que transitar por una exquisita valoración previa de todo lo que puede entorpecerla, para evitar, como plantean los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, improvisaciones, es evidente que en la preparación de esta aprobada se dejaron muchas lagunas.

Porque, ¿acaso no era pertinente exigir la supresión de los salideros antes de echar manos a la obra? Salideros de larga data que precisamente por su culpa el tramo inicial de la carretera era prácticamente intransitable y pedía a gritos una reparación.

Y ahí está el dilema: la obra se atrasa, se encarece y entorpece no solo el trabajo de los constructores, sino también el de no pocas personas y entidades que han tenido que desviarse, y en algunos casos incrementar los gastos, para seguir el normal desenvolvimiento en el cumplimiento de sus obligaciones laborales y personales, con todas las molestias que ello implica.

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