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Falleció el Héroe del Trabajo de la República de Cuba Evelio Capote Castillo

Al frente del contingente El Vaquerito, Capote Castillo dirigió la construcción del pedraplén entre Turiguanó y Cayo Coco, con lo cual se ejecutó una de las obras constructivas más grandes del país y que abrió las puertas al desarrollo de los Jardines del Rey, uno de los destinos turísticos más importantes de Cuba y el área de Caribe

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

 

CIEGO DE ÁVILA.— Víctima de una insuficiencia renal crónica, agravada por complicaciones cardiovasculares, falleció a los 87 años de edad el compañero Evelio Capote Castillo, quien tuviera bajo su responsabilidad la construcción cumplir la idea del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz de construir un pedraplén que uniera los cayos del norte de Ciego de Ávila con tierra firme.

El deceso de Capote Castillo, en cuyo pecho lucía la estrella de Héroe del Trabajo de la República, se produjo en la tarde de este lunes en el hospital provincial general docente Antonio Luaces Iraola de la ciudad de Ciego de Ávila, donde se encontraba remitido por agravarse su situación médica.

Al conocerse su deceso, numerosos avileños, especialmente en la ciudad de Morón, han expresado sus condolencias de este hombre de pueblo, que ocupó distintas responsabilidades como delegado de circunscripción y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular en varias legislaturas, entre otras responsabilidades.

Carlos Luis Garrido Pérez, primer secretario del Comité Provincial del Partido en Ciego de Ávila, expresó a Juventud Rebelde que la pérdida ha sido muy dolorosa para todos los avileños. «Creo que lo más importante es que él nos deja es su ejemplo de humildad y de entrega muy grande al trabajo. Un hombre salido del pueblo, de lo más humilde, y que llegó a ser un verdadero héroe por méritos propios. Nunca lo vamos a olvidar», expresó.

Por su parte, el historiador y escritor, Larry Morales, autor de los libros Tirarle piedras al mar y Los Conquistadores del horizonte, en el que se narran la ejecución del pedraplén afirmó para este diario: «Con Capote Castillo se va un hombre con una sensibilidad muy grande, muy humano. A su lado cualquiera se podía preguntar qué había hecho realmente en la vida, porque él tenía la capacidad de ir de lo posible a lo imposible, como dice Silvio Rodríguez».

Nacido en la finca La Estrella, en las cercanías de Bayamo, el 25 de abril de 1932, desde su niñez, la vida de Evelio estuvo vinculada al campo, en el que desempeñó labores en la construcción de hornos de carbón, machetero profesional y carretero en distintas zafras.

Entre los finales de 1957 y 1958, se alzó en la Sierra Maestra e integró los pelotones del Ejército Rebelde en el III Frente Oriental doctor Mario Muñoz Monroy. Participó en numerosos combates, entre los que se destacaron los ataques al cuartel de la Loma del Gato, en apoyo a la Huelga General del 9 de abril y al de La Maya. El triunfo de la Revolución lo sorprendió en puerto Boniato, en las inmediaciones de Santiago de Cuba.

En los años posteriores al 1 de enero de 1959, integró las Milicias Nacionales Revolucionarias y participó en la primera limpia del Escambray en la condición de jefe de compañía del Batallón no. 12. Cuando el ataque a Playa Girón, estuvo movilizado en su unidad de combate.

En 1962 comenzó un nuevo capítulo en su vida, al llegar a Morón como cortador de caña para el central Patria o Muerte. Al partir de ese momento ocupó diversas responsabilidades, como jefe de patrullas del Ejército Rebelde, chófer de ómnibus, jefe de taller de ómnibus y de la base del Ministerio del Transporte hasta comenzar su relación con el sector constructivo al dirigir en 1972 el frente de construcción del regional Morón, en la antigua división político-administrativa.

A partir de 1976 es nombrado jefe de mantenimiento y edificaciones en la Construcción del Poder Popular Provincial, al crearse la provincia de Ciego de Ávila. Entre 1978 y 1980 se desempeña como director de la brigada provincial de Viales hasta 1980.

El 17 de febrero de 1983 en una reunión de la máxima dirección del Partido y de Gobierno en la provincia para comenzar los trabajos del pedraplén bajo indicaciones del Comandante en Jefe, Rafael Valdés Valdés, entonces Primer Secretario del Partido en la provincia, nombró a Capote Castillo, en ese momento director de Construcciones Varias de Morón, al frente de los trabajos para ejecutar el pedraplén entre la isla de Turiguanó y Cayo Coco.

En un esfuerzo casi anónimo, con un puñado de hombres, se trabajó durante casi un año durante el cual se tendieron los primeros 362 metros de la vía sobre el mar, con lo cual finalizó la primera etapa de la obra.

Meses más tarde, el 12 de marzo de 1987, en un recorrido por Ciego de Ávila, Fidel caminó el tramo ejecutado y al ver la anchura del mar dijo: «Aquí hay que echar piedras sin mirar para alante», con lo que empezó la segunda etapa del pedraplén Turiguanó-Cayo Coco, que concluyó el 26 de julio de 1988 por fuerzas del contingente El Vaquerito, la agrupación que emblematizó la vida de este granmense-moronero.

A partir de ese momento, la vida de Capote se vinculó a ese pedraplén y a las obras que se han ejecutado en el polo turístico de Jardines del Rey. Junto con los hombres de El Vaquerito, laboró en el movimiento de tierras de hoteles, abrió camino en los cayos y en la construcción del Aeropuerto Internacional, entre otras muchas obras. El 26 de abril de 1994 el Consejo de Estado el otorgó el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Por decisión de personal y de la familia, su cadáver fue cremado en Ciego de Ávila para ser velado en la ciudad de Morón. Posteriormente, cumpliendo la voluntad de Evelio Capote Castillo, sus cenizas serán esparcidas este martes en el pedraplén, que abrió otra página en la historia de Cuba y Ciego de Ávila.

Tres retratos de un héroe

El escritor Larry Morales mantuvo con Evelio Capote Castillo una larga amistad. De sus conversaciones salieron los libros Tirarle piedras al mar y Los Conquistadores del horizonte, pero en los diálogos emergieron otros detalles que retratan la personalidad de Capote y su verdadera condición de Héroe.

El soñador

El primer retrato devela una incógnita: ¿por qué fue, precisamente, Capote el elegido para construir el pedraplén entre la isla de Turiguanó y Cayo Coco? La interrogante llevó a Larry Morales a visitar en La Habana a Rafael Valdés Valdés, quien en sus funciones de Primer Secretario del Partido en Ciego de Ávila, designó a Capote al frente de la obra.

Luego de los saludos y de una taza de café y al escuchar la pregunta, Valdés se echó a reír. «Mira, Larry –dijo-, yo elegí a Capote porque si designaba a un ingeniero, a un profesional, enseguida me iban a sacar una calculadora, sacarían cuentas y al final dirían que el pedraplén no se podía construir. Pero Capote no iba a hacer eso, ¿sabes por qué? Porque Capote es un soñador».

Los pasajeros de la tormenta

Era el 18 de octubre de 1996 y el ciclón Lili se aproximaba a Ciego de Ávila. Cuando las rachas batían, Capote olvidó las medidas de protección y le indicó a su chófer que arrancara el Niva. «¿Para dónde vamos?», preguntó el conductor y la repuesta fue: «Vamos a ver al pedraplén».

Las olas batían las laderas y bañaba el pavimento de la vía. El limpiaparabrisas se movía sin descanso y a cada rato había que limpiar el espejo empañado por la humedad. De pronto, en medio de la carretera vieron algo inusual. Un grupo de flamencos se mantenía parados, afrontando sin remedio la furia del viento. Parecían estatuas condenadas a la muerte. En unos minutos, la furia del ciclón sería mayor y las aves morirían.

En el Niva se sintió el ruido de una puerta al abrirse y chófer exclamó: «Oiga, ¿usted a dónde va?» «Espérame aquí», dijo Capote. Y el conductor vio, pasmado, como un Héroe del Trabajo de la República de Cuba llevaba los flamencos para el asiento trasero del carro. Cuando terminó, Capote indicó: «Vámonos, que estos ya no se mueren»

El epitafio

Cuenta Larry Morales: «Un día él llegó a la casa y nos pusimos a hablar de las cosas de la vida. Yo sabía que le gustaba escuchar improvisaciones, versos y las canturías por ser hombre de campo. Sin embargo, nunca lo escuché declamar y no sé por qué me vino una pregunta: “Capote, ¿qué epitafio te gustaría que pusieran en tu tumba? ¿Cuáles serían tus versos para el final?”

Él encogió los hombros. Me dijo que siempre le había gustado la poesía, pero que no tenía talento para eso y pidió: “Hazlo tú, dale”. Unas semanas después, volvió a la casa. Recuerdo que era una mañana muy invernal. Le anuncié que ya tenía el epitafio y le encendía la computadora. Él leyó detenidamente los versos y cuando me di cuenta, estaba llorando. Me dio las gracias con una sonrisa, la misma que recuerdo ahora. El epitafio no tiene título. Solo dice así:

Aquí yace un campesino/

De la Sierra, del palmar/

Que abrió al futuro un camino/

Tirando piedras al mar.»

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