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Cuando la tarde se transformó en sacudida

Un sismo de magnitud 7,1 en la escala Richter devolvió a la Mayor de las Antillas, este 28 de enero, la necesidad de estar preparados para enfrentar con éxito eventos de este tipo

Autores:

Yahily Hernández Porto
Odalis Riquenes Cutiño
Lisandra Gómez Guerra

Muchos escolares regresaban a sus casas todavía ataviados cual personajes de los cuentos martianos y no pocos desperezaban el sopor de la siesta del mediodía, cuando la tarde se transformó en sacudida.

Quienes lo sintieron/sufrieron en tierra indómita coinciden en que pareció interminable el cimbrear de las camas, objetos y paredes, y ni siquiera los santiagueros, los más entrenados en estas «movederas» del suelo pudieron librarse del susto, que a no pocos les cambió el día.

La espirituana Ester Carmona, residente en el edificio polivalente, ubicado en la Carretera Central de la ciudad del Yayabo, nunca olvidará aquel despertar inesperado en el que vio hasta sus espejuelos «batuquearse» ante sus ojos, y los estudiantes y profesores de la Escuela de Iniciación Deportiva Lino Salabarría Pupo recordarán por buen tiempo cómo las escaleras de ese centro se estremecieron mucho más por el trote de los futuros atletas que por el propio temblor.

«Estaba en el cuarto piso del área del preuniversitario. De pronto las mesas comenzaron a moverse y los vasos se cayeron. Sin tiempo que perder todos salimos corriendo buscando la planta baja. Realmente, fueron los segundos más extensos de mi vida», narraría luego Yipsys Guzmán de la Cruz, profesora de Inglés en ese plantel.

Mareada está todavía una buena parte de la llanura camagüeyana, donde muchos han dicho que lo vivido en la tarde de ayer fue «algo nunca antes visto». El evento se sintió con iguales niveles de susto lo mismo en Nuevitas, Santa Cruz del Sur, Guáimaro, que en la cabecera provincial, como nos contó la colega y fiel lectora de nuestro diario, Bárbara Cortellán.

Señala que en un primer momento parecía no sentir nada, pero cuando vio que su puerta se movía y sonaba, entonces dijo: «aquí ocurre algo». Mas, no le dio mucha importancia, pero cuando supo del suceso caviló: «entonces esto no es cosa de mi mente, sino que un temblor me ha jugado una mala pasada».

Confirmando una vez más que los temblores parecen preferir los primeros meses del año para hacerse sentir, justo a las 2:10 de la tarde de este 28 de enero un sismo de magnitud 7,1 en la escala Richter (el más fuerte registrado de forma instrumental por el Servicio Sismológico Nacional) estremeció el Oriente cubano, y tuvo reportes de perceptibilidad en toda la Isla, la región del Caribe y la Florida.

Así lo corroboró a Juventud Rebelde el Doctor en Ciencias Enrique Arango Arias, subdirector técnico del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (Cenais) y responsable del Servicio Sismológico Nacional, quien precisó que el evento —el segundo perceptible que se registra en este 2020—, tuvo su epicentro en el mar, a 123,6 kilómetros al oeste-suroeste de Cabo Cruz, provincia de Granma.

El terremoto, destacó, se originó en la zona de Falla Oriente, un entorno de sismicidad activa donde, por ejemplo, en mayo de 1992, se produjo otro evento de magnitud 6,9 en la escala Richter, también cerca de Cabo Cruz.

Dada la magnitud del sismo, Arango Arias aclaró que cientos de réplicas han comenzado a registrarse y se mantendrán en los próximos días, algunas de las cuales pudieran ser perceptibles, sobre todo para los pobladores de aquellos territorios cubanos más cercanos al epicentro, a los que se les recomienda cumplir con las medidas previstas por la Defensa Civil para estos casos.

No existe peligro de tsunami

Junto a la sacudida que arrancó la tranquilidad a cientos de personas en el país, el sismo de este martes trajo a través de las redes sociales y los reportes de algunos medios de prensa, la alerta de una posible amenaza de tsunami, peligro que fue descartado por Arango Arias.

«Un terremoto al sur de Cuba es poco probable que genere un tsunami en el país, pues el plano de falla es vertical, lo que quiere decir que las placas se mueven una al lado de la otra, lo que no favorece la ocurrencia de fenómenos de este tipo», precisó el experto, al tiempo que convocó a nuestra población a dar prioridad a informarse de las fuentes cubanas, particularmente de aquellas especializadas como la página del Cenais.

Al cierre de esta nota, no se reportaban daños humanos y económicos de consideración, pero sí afectaciones leves en cubiertas y paredes, sobre todo en los municipios de la provincia de Granma más cercanos al epicentro del evento, cuya población se mantiene alerta y en lugares abiertos ante la posibilidad de réplicas fuertes.

Desde el enjambre de terremotos que mantuvo en vilo a Santiago de Cuba en enero de 2016 y la conmemoración en grande del año de ese suceso con un temblor de magnitud 5.8, el 17 de enero de 2017, la sismicidad en la Mayor de las Antillas durante los últimos tres años había sido tan baja que llegó a preocupar a los científicos.

Desde las dos de la tarde de este 28 de enero el quehacer del Cenais ha vuelto a la palestra y con él todas las potencialidades del trabajo callado y constante de sus especialistas que ya suma 28 años de empeños en el estudio y vigilancia de la actividad sísmica en Cuba, la región y el mundo.

Más allá del susto nacional, la ocurrencia de este, el segundo sismo perceptible del año, nos devuelve la necesidad de no descuidar la preparación y observancia de las medidas previstas para el enfrentamiento a este tipo de fenómenos, cuyo éxito depende de la reducción de las vulnerabilidades.

 

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