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El heroísmo tiene nombres (+ Podcast)

Un colectivo de profesionales de la Salud asiste minuto a minuto al paciente agramontino con examen confirmado por Covid-19

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

CAMAGÜEY.—Una puerta herméticamente cerrada divide a dos mundos. De un lado la vida cotidiana de un centro hospitalario. Personal médico, pacientes y familiares en un ir y venir en busca de salud. Al otro, una pulcritud extrema. Ocho camas perfectamente alineadas. Equipos e instrumental estéril bordean una de estas. Justo allí, un espíritu fuerte se aferra a la vida, en constante lucha contra una amenaza que se empeña en robarle su cuerpo. Pero no está solo ni un instante: día y noche, dos ángeles guardianes le acompañan.

«No sentí miedo cuando crucé la puerta, pero sí estaba muy nervioso por la incertidumbre. El más mínimo error nos pone en peligro a quienes estemos en ese momento a su lado y al resto de nuestros compañeros. Realmente es estresante», dice a través de la línea telefónica el doctor Yosbel Hidalgo Dieppa, especialista en primer grado de Medicina interna, uno de los integrantes del colectivo que asiste al sexto caso detectado con coronavirus en Cuba en el Hospital Clínico Quirúrgico Amalia Simoni, de Camagüey.

Junto a él Liliana María Gomila Suárez, la técnica en Enfermería, ha estado 24 horas en un cubículo aislado en la Sala de Infectología del referido centro, un pequeño espacio que cuenta con su propio servicio de enfermería y baño, y sólo personal escogido tiene acceso.

«Cuando se entra ahí no se sale hasta el otro día. Incluso el instrumental es propio de ese lugar. Cada tres horas tomamos los signos vitales, la presión arterial, se ausculta y se le hace la gasometría para analizar los gases en sangre porque es lo primero que se altera de haber complicaciones. Además chequeamos las vías respiratorias, porque el gran peligro asociado a este virus es precisamente una neumonía».

El galeno explica el proceder de forma mecánica, tras haberlo realizado, una y otra vez, durante sus primeras 24 horas en el ojo de este huracán categoría descomunal que sacude a casi todo el orbe.

«Es una jornada muy intensa cuando se está junto al paciente, quien por suerte es muy colaborativo y, aunque está preocupado, cumple con todas las medidas para protegerse y protegernos», refiere Liliana, la única mujer del equipo que permanecerá en cuarentena hasta mediados de abril próximo.

Concluida la guardia, ambos jóvenes adoptan las medidas de desinfección establecidas y permanecen en otra sala aislada del hospital hasta que, pasadas 72 horas, regresan al cubículo. Así será por 15 días, para ellos y los otros tres dúos con quienes comparten sus desvelos.

«La dirección nos comunicó que el paciente había dado positivo, por lo que se conformaría un grupo de ocho personas para que un médico y un especialista en Enfermería asumieran turnos de 24 por 72 horas. Fue un llamado desde la voluntariedad y los primeros en decir “Aquí estamos” fuimos nosotros», refiere el joven, aunque la voz le dibuja más años que los que anuncia el almanaque.

Las horas en esa dinámica a veces se tornan muy lentas y otras veces más rápidas. Se sabe que cada segundo es preciado para garantizar la salud del enfermo, pero cada tanto es inevitable dejar volar los pensamientos fuera del perímetro hospitalario, a donde aguardan la familia y amistades.

Bien lo saben estos dos jóvenes y el resto del personal expuesto: los especialistas en primer grado de Medicina interna Jorge Alberto Serrano Jerez (51 años), Róger Campos Batueca (54 años) y Julio López Silvero (56 años, subdirector del «Amalia Simoni»); así como los enfermeros Waldo Velazco Nápoles (40 años), Alexander Batista Zayas (26 años) y Gilberto Sánchez Morgado (54 años).

Quienes no están de guardia en la cabecera del enfermo, comparten parte de los tres días de descanso en la otra sala aislada, y al terminar los 15 días pasarán igual período en una villa de descanso, igualmente sin contacto con otras personas y, en una tercera quincena se recogerán en sus casas.

«De continuar la situación epidemeológica volveríamos a entrar en el mismo ciclo. Ya hay listo un segundo grupo de ocho personas para relevarnos. Recuerdo que no dudé en decir que me sumaba, sin pensar mucho; y ya luego de que lo vives sabes que es necesario y justo», añade el doctor Dieppa, quien con sólo 29 años dirige el servicio de Medicina Interna en el hospital camagüeyano.

Juego de pijama, botas, gorro, nasobuco, gafas, delantal médico, careta y sobregafas escudan al personal médico cada vez que traspasan el umbral que separa a la cotidianidad de la institución sanitaria de la guarida donde se enfrenta un virus feroz. Por ello, cada segundo dentro es un duelo con un enemigo que hasta este minuto ha mostrado ser un rival de mucha fuerza.

«Para nosotros es un paciente como otro. Conversamos con él para conocer como se siente y mantenemos la higiene extrema de cada cosa que utilizamos. En nuestras manos está su salud, la nuestra y la de otros muchos», reflexiona la técnica en Enfermería, quien no deja de pensar, como el resto del grupo, en la familia que no verá en un buen tiempo y solo sabe de ellos vía telefónica.

«Al abandonar el cubículo aislado pasamos por un “recipiente” de riesgo biológico, donde nos retiramos la ropa, nos bañamos y nos vestimos con ropa esterilizada, la cual cambiamos cada cierto tiempo», vuelve sobre cada paso del protocolo que conoce al dedillo.

Jorge López y Gilberto Sánchez (de derecha a izquierda), otro de los dúos. Foto: Lisandra Gómez Guerra

En el área de descanso, aunque mantiene los vestigios propios de un hospital, el ambiente baja sus decibeles de tensión. Incluso cuenta con una pequeño patio natural para tomar el sol y aire puro.

«El día que salimos dormimos bastante, pues junto al paciente es imposible. El resto del tiempo lo invertimos viendo televisión, nos dieron acceso a internet, podemos llamar por teléfono… Es una sala amplia solo para nosotros», aclara en tono aliciente quien se graduó como médico en 2016.

«Todos nos conocíamos de antes porque compartimos guardias, salas, pasillos del mismo hospital, pero ahora realmente hemos hecho un gran equipo, una familia. Aprovechamos cada vez que sale un dúo para actualizarnos del estado de salud del paciente, porque no se puede perder tiempo», refiere Liliana María.

En estos días, mientras las otras rutinas del colectivo quedan engavetadas hasta que todo peligro pase, una pregunta se reitera por las múltiples vías de comunicación: ¿Por qué aceptaron el reto?

«Esta fue la profesión que escogimos. Algunos piensan que el personal de salud se arriesga solo cuando sale del país y por otros intereses personales, pero no es así lo hacemos siempre porque es un deber», responde en forma de ráfaga el doctor Dieppa.

«Amo lo que hago. Me gusta ayudar y atender a las personas que lo necesiten. Estaba en servicio, cuando se conoció la noticia de que había dado positivo y se precisaba personal, así que no lo dudé, aunque esto implique estar lejos tantos días de quienes más quiero», agrega la «seño» Liliana, quien además no teme volver al ciclo si la situación epidemeológica se mantiene.

La cuarentena de estos siete héroes y una heroína, quienes escriben pasajes de la historia global, será todo un suceso que narrar al volver a sus casas. Mas en el caso de Yosbel Hidalgo la celebración tendrá un valor agregado: «El 18 de abril cumplo 30 años, y claro que será diferente, porque no todos los días se vive algo así, aunque estamos preparados por nuestra formación profesional a enfrentar situaciones extremas», concluyó.

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