Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Donde atender es más que alimentar

A pesar de la tensa situación de salud, el país garantiza la alimentación diaria de miles de adultos mayores vulnerables

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Nelson García Santos
Haydée León Moya
Zorileidys Pimentel Miranda

Juan Carmona tiene 64 años y dicen quienes lo conocen que es un hombre alto, de piel blanca y pelo canoso. Al otro lado del teléfono, su voz suena algo cansada, y es que, según me cuenta, desde hace algún tiempo su trabajo es cuidar de su esposa —que ya supera las siete décadas— y realizar las labores del hogar.

A pesar de los golpes de la vida, Juan asegura ser un hombre agradecido porque sabe que en Cuba hay mecanismos y normativas que confirman el compromiso del Estado de proteger a la población más vulnerable.

«En mi caso, no tengo que preocuparme por la comida: Todos los días salgo de la casa a las diez de la mañana y a las 12 estoy de regreso con el almuerzo y la cena de nosotros dos», nos cuenta.

«¿Que cómo es la atención y la calidad de la comida…? Mire, periodista, no tengo quejas, —contesta—. Los alimentos no están malos y la atención es muy buena».

Juan y su esposa son solo dos de los 1 869 pinareños que en 86 unidades gastronómicas se benefician con los servicios del Sistema de Atención a la Familia (SAF), sin duda uno de los proyectos más nobles y humanos de la Revolución Cubana, vitales para garantizar la calidad de vida de los adultos mayores, el grupo menos tolerante a la pegajosa enfermedad.

«Entre las medidas que recién adoptamos sobresale la entrega del almuerzo y la comida juntos. Pueden venir desde las 11 de la mañana hasta la una de la tarde, para evitar que necesiten salir más de una vez al día de sus casas, y estamos estudiando cómo realizar el servicio a domicilio a quienes no tengan quien recoja los alimentos», explica la directora de la Empresa Municipal de Gastronomía en la cabecera provincial, Yenemí Díaz Bec.

«Aquí tenemos todos los productos para garantizar un correcto lavado de sus manos antes de comer. Además, aseguramos que las personas que interactúan con ellos tengan sus nasobucos bien puestos, y cumplimos enseguida la orientación de separar las mesas dos metros».

Una parte de esa población suma también a sus riesgos por salud y edad, el vivir solos. Por eso las Direcciones Provinciales de Trabajo y Seguridad Social refuerzan las acciones para velar por su seguridad, lo cual incluye una visita priorizada a cada uno de esos casos en los próximos días para determinar cómo están para enfrentar la epidemia.

«Cuando van a las casas, además de velar por la calidad de vida de esas personas y tramitar sus preocupaciones, nuestros trabajadores sociales les explican las medidas que deben adoptar para prevenir el contagio de la COVID-19. Esa también es una manera de cuidarlos», informa el subdirector de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en la provincia más occidental, Leiscer C. Cabezas García.

Gracias a esa gestión, por un buen tiempo Juan no tendrá que moverse de la casa para recibir su comida, pues la trabajadora social que lo atiende lo visitará diariamente para garantizar ese traslado. Así, este esposo amoroso no tendrá que exponerse a la amenaza de moda, ni arrastrará en ese riesgo a su compañera de vida.

Dos en uno

Siempre llegaban poco antes del mediodía, pero esta semana no. El pasado martes a las 11 a.m., frente al restaurante La Cienfueguera, ubicado en el reparto residencial Caribe, de la ciudad cabecera de Guantánamo, había unos 30 de los 90 ancianos atendidos regularmente en este comedor comunitario.

Tampoco ocupan ahora las mesas como hasta el lunes. Ahora todos traen sus pozuelos, y después de higienizarlos aquí con detergente y agua clorada, se los devuelven con el almuerzo y la cena para consumir en sus casas.

«Por lo general es así de balanceada, como usted ve», dice la cocinera Ara Iris Fabre Figueroa, y a duras penas entiendo lo que habla, por el nasobuco que le cubre boca y nariz.

En dos vasijas separadas coloca arroz blanco, potaje de chícharos, fritura de harina de trigo, calabaza y pollo guisados, y en otra, una ración de natilla de chocolate. Luego las entrega a un abuelo que espera apoyado en su bastón y le sugiere que se cuide, que no salga por gusto a la calle y se lave bien las manos cuando llegue a su casa.

Así sucede ahora mismo en los 16 comedores donde se presta este servicio a alrededor de 500 ancianos, residentes en esta ciudad del oriente cubano.

«Al establecer un horario único para recoger las dos comidas (de 12:00 m a 2:30 p.m.), se protegen del contacto con otras personas, una medida más de las que contribuyen al éxito de la estrategia nacional para prevenir la propagación de la COVID-19», comenta Lázaro Castillo Denys, director de Gastronomía en el territorio.

Según explica, las administraciones de las unidades tienen indicado determinar, a la mayor brevedad posible, cuáles de los asistenciados que atienden no tienen posibilidades de acceder en el horario establecido, ya sea porque dependen de un transporte público o por otras razones de salud o personales, y quiénes no lo están haciendo diariamente.

«Es un dato importante que estamos actualizando, porque en esos casos los trabajadores sociales del área en que residen tienen que preocuparse, y ocuparse, de que el alimento les llegue a sus hogares», aseveró el funcionario.

Fotos no, atenciones sí

«A mí no me haga fotos, a menos que me pague… En otros países, para sacarle fotos a la gente hay que soltarles algo». Quien así habla es un mulato delgado y huraño de al menos siete décadas.

«En esos países ahora le piden a los viejos que se mueran para salvar la economía», le respondo, y sin mirarme recoge sus potes con almuerzo y cena abundante, cuyo precio rara vez llega a un peso, moneda nacional.

«No le haga caso», me dice otro señor, y posa feliz mientras espera su turno para recibir el alimento, oloroso a sazón bien dispensada.

En el reducido salón de Los Laureles, uno de los siete SAF reglanos, apenas hay media docena de comensales, sentados a prudencial distancia, pero Nelson Borges, su administrador, garantiza que pronto llegarán de forma escalonada, hasta completar 130.

«En total atendemos 151, pero hay un grupo que no puede venir y una trabajadora nuestra les hace el favor de llevarles la comida», dice. Justo en estos días están evaluando opciones para sistematizar las entregas y que estas personas de edad avanzada, en su mayoría hombres, se expongan el mínimo.

«¿Qué le parece el local?», dice orgulloso, y muestra la huella de su esfuerzo por mejorar condiciones y ofrecer un ambiente más agradable.

Mientras me cuenta esos detalles llegan la directora de Gastronomía, Isabel Fernandez, e Isoil Álvarez, coordinador de Objetivos y Programas del recién conformado gobierno municipal y delegado de la circunscripción 24, una de las cercanas a este SAF.

De recorrido por el territorio ultramarino para chequear el cumplimiento de las medidas higiénicas y el uso correcto de los medios de protección, la joven directiva no se anda con medias tintas: habla firme y exige garantías para la vida de los 992 coterráneos atendidos en este servicio, de los cuales 280 son asistenciados y por tanto reciben el alimento gratis.

De su brazo cuelga una bolsa con nasobucos recién elaborados por seis vecinas de la citada circunscripción. Revisa el estado de los que portan las empleadas y reparte nuevos a quienes los necesitan.

Al salir noto la colcha embebida en cloro en la puerta. Nelson sonríe, la reacomoda y responde la pregunta que no necesito hacer: «Aquí pensamos en todo. Puede venir cuando usted guste».

Cantinas al centro

En Santa Clara, el SAF favorece a 1 804 personas, la mayoría asistenciados, quienes recibirán almuerzo y comida en cantinas directamente en sus casas, en un proceso que se ajusta desde el viernes pasado, según reveló Miladys Perez, jefa del Puesto de Mando de la Empresa Municipal de Restaurantes y Recreación.

Para lograrlo, al personal que normalmente trabaja en los 17 SAF se sumaron trabajadores de otros restaurantes, cuyas capacidades están restringidas para mantener la distancia adecuada en sus locales.

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