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No podrán bloquear la solidaridad

El memorando que escribió L. D. Mallory, en 1960, tenía esta fecha, seis de abril. En el transcurso de las seis décadas transcurridas desde entonces, las armas empleadas para el mismo propósito propósito han sido muchas

Autor:

Juana Carrasco Martín

Día para recordar, 6 de abril. El memorando que escribió L. D. Mallory, en 1960, tenía esa fecha. La Cuba revolucionaria molestaba a los intereses que durante más de medio siglo habían expoliado las riquezas del país, y en el documento daba a conocer al Departamento de Estado que «la mayoría de los cubanos apoyan a Castro» y «no existe una oposición política efectiva» para lograr su derrocamiento. Por lo tanto, proponía como política a seguir: «Una línea de acción que tuviera el mayor impacto en negarle dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno».

En el transcurso de las seis décadas transcurridas desde entonces, las armas empleadas para tal propósito han sido muchas: sabotajes, terrorismo, invasión mercenaria, ataques químicos y bacteriológicos, virus de todo tipo —dengue hemorrágico, fiebre porcina, plagas en cultivos de caña, tabaco, papa, plátano…—, y el  bloqueo económico, comercial y financiero, práctica inhumana, genocida que con la administración trumpiana que ocupó la Casa Blanca en enero de 2017 se tornó más agresiva.

Más de 200 medidas aprobadas por el presidente Donald Trump —siguiendo consejos y presiones de personeros de los grupos anticubanos de la Florida— nos han apretado el cinturón en intentos continuos de cortarnos la respiración. Han apuntado a matar usando como blanco la industria turística, las producciones de nuestros institutos científicos, el trabajo altamente profesional y abnegado del personal de la salud en decenas de países en cualquiera de los puntos cardinales, la colaboración en otras ramas de la economía en las cuales se destaca el talento cubano, el suministro de petróleo…

Y ahora, estamos en tiempos del nuevo coronavirus, una pandemia que nos tiene en vilo a todos y, hoy por hoy, exhibe como foco central al propio Estados Unidos, en especial al estado y la ciudad de Nueva York, cuyos hospitales y morgues están prácticamente desbordados.

Cuando cualquier gobernante responsable estaría dedicado a enfrentar la crisis provocada por el SARS-CoV-2 —los expertos predicen que lo más malo está por venir y esta puede ser la peor semana para el país desde que la crisis comenzó—, el señor de la Casa Blanca, inmerso en el fango de su ira, viola todas las leyes del Derecho Internacional, actúa con malicia homicida y aprueba contra Cuba y otros países, como Venezuela e Irán, sanciones y más sanciones.

La criminal actuación de un impotente, ineficiente y maniático presidente se hace notar, al punto que ha sido capaz de bloquear el suministro de recursos médicos necesarios para combatir la Covid-19 en Cuba, Irán y Venezuela, a sabiendas de que ello puede traducirse en más muertes por el letal coronavirus, una medida sin precedentes en tiempo de emergencia mundial y cuando se requiere de un actuar común.

Ante tamaña transgresión contra el más elemental de los derechos humanos, el de la vida, Cuba tiene siempre su respuesta de amor: 14 brigadas médicas internacionalistas Henry Reeve llevando salud, salvando vidas en otras tantas naciones, y no dudarían en acudir en apoyo a Nueva York o cualquier otra ciudad estadounidense.

Este 6 de abril se desbordaron las redes sociales pidiendo el levantamiento del bloqueo, de las medidas coercitivas, de las ilegales presiones económicas y condenando el impacto destructivo que apunta incluso a todos los esfuerzos por contener el virus mortal.

Trump desoye los llamados del Secretario General de la ONU, de parlamentarios españoles y cerca de 60 colectivos y asociaciones sociales del país ibérico, de diputados franceses e italianos, también de eurodiputados y congresistas estadounidenses, de partidos como el Comunista de Italia, que exalta la valiosa cooperación antillana que acudió en auxilio al sistema de Salud Pública en Lombardía.

Reconocen personalidades políticas y sociales, grupos y asociaciones de amistad de América Latina y el Caribe, de África y Asia, que Cuba es desde hace 60 años un ejemplo y recurso inestimable para todos los pueblos del mundo; lo hace también el Grupo de Puebla, y se reclama por muchos ante la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos porque la pandemia demanda solidaridad y no egoísmo, médicos y no armas.

Hay momentos en la historia en los que todas las naciones del mundo deben hacer una causa común en aras de la supervivencia de la humanidad, este es ciertamente un momento así, dijo un mensaje del Congreso Nacional Africano. Sin embargo, solo podemos hacerlo si las desigualdades económicas y de desarrollo que continúan devastando las vidas y las esperanzas de millones de nuestra gente no se ignoren, sino que se reconozcan en el frente unido mundial que ahora tenemos que construir.

Ante a un pueblo como el cubano, que a diario demuestra una verdadera conciencia de humanidad, mantener el bloqueo e intensificarlo en este momento de la COVID-19 duplica el crimen y es mucha la inmoralidad.

 

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