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Responsabilidad y disciplina en la comunidad Camilo Cienfuegos, de Consolación del Sur

En esta demarcación de más de 1400 habitantes se aplican desde el pasado martes medidas restrictivas de aislamiento en respuesta a un evento de transmisión local del nuevo coronavirus, situación que sin dudas ha puesto a prueba la capacidad y responsabilidad de los consolareños

Autor:

Zorileidys Pimentel Miranda

CONSOLACIÓN DEL SUR, Pinar del Río. — En la comunidad Camilo Cienfuegos reina la calma. Las calles permanecen vacías la mayor parte del tiempo. Las personas, aprovechan para estar en casa con la familia, conversar, hacer arreglos y, lo más importante, cuidarse.

Pareciera que todo el barrio estuviera dormido, pero no. Solo se trata de una población responsable, disciplinada y cooperativa que hoy se mantiene firme en la lucha contra la COVID-19, una enfermedad que les impide salir a la calle, saludarse y realizar sus actividades comunes, sin perder el acceso a los servicios básicos de salud, alimentación, educación y seguridad social.

En el hogar de María Elena Reyes, por ejemplo, se respira optimismo. A través de una llamada telefónica que le hiciera Jorge Luis Dueñas, director la Empresa de Confecciones Alba —entidad en la que ella labora—, conocimos que allí conviven cinco personas y todos se mantienen con un buen estado de salud.

«Estamos aquí, sin salir a nada, nos están mandando las cosas de comer para que no tengamos que ir a buscarlas. Todos tenemos nasobucos. Los médicos pasan todos los días a saber cómo estamos, si nos sentimos algo, la verdad es que siempre están al tanto», comenta. «Aquí tengo a todo el mundo tomando jarabe, porque sabemos que el que tenga catarro o fiebre, se va de ingreso».

Comprensión, disciplina y esperanza

María Elena es una de las 1 430 personas que habitan los 13 edificios y dos barrios adyacentes que conforman esta demarcación, en la cual se aplican desde el pasado martes medidas restrictivas de aislamiento en respuesta a un evento de transmisión local del nuevo coronavirus, situación que sin dudas ha puesto a prueba la capacidad y responsabilidad de los consolareños.

«El ánimo en la comunidad es bueno. Por supuesto, hay cierta preocupación, pero la gente ha entendido la situación, coopera y está consciente de la necesidad de protegerse, de cumplir con las medidas para salir de todo esto lo antes posible», asegura Manuel Carmona Inguanzo, presidente del Consejo de Defensa de la Zona.

Venta de productos alimenticios a la población. Foto: Pedro Lázaro Rodríguez Gil 

«Para mantener la vitalidad realizamos varias acciones: Recientemente distribuimos la canasta básica y se ha apoyado la entrega de productos del agro, así como derivados de la harina -pan, dulce- y elevamos la venta de comida elaborada a la población.

Para que las personas no tengan que salir a comprar a los comercios, preparamos módulos con suministros y los llevamos hasta los edificios. Una vez allí, una persona de cada apartamento baja a recogerlos. En esto incluimos salchichas, croquetas y aseo personal, entre otros productos», explica Carmona Iguanzo.

En este asentamiento, como en toda Cuba, la solidaridad se multiplica, por eso, aún en medio del aislamiento hay vecinas que se dedican a confeccionar nasobucos, porque, como reza el refrán popular, de que falten, que sobren:

«Tenemos tres señoras que los hacen y reparten por todo el barrio, se ha ganado mucho en cuanto al uso de esta preda, y por eso nunca están de más», apunta el presidente del Consejo de Defensa de la zona.

Atención garantizada

La preocupación es inevitable. Con solo ver las cifras de contagiados y muertos en el mundo es suficiente para entender que se trata de una enfermedad seria, que mata sin importar credo, sexo, etnia o edad. Sin embargo, estos pinareños duermen tranquilos cada noche, porque saben que, ante cualquier problema, tienen un equipo médico multidisciplinario garantizado las 24 horas.

«En total somos 18 personas: seis médicos, siete enfermeras, dos estudiantes de medicina, una licenciada en rehabilitación, otra en Higiene y Epidemiología y una licenciada en Farmacia. Permanecemos siempre atentos a todo cuanto sucede en la comunidad», informa el Dr. Frank Rabelo González, quien por estos días ha dejado de lado sus funciones como director del policlínico 1ro. de Enero para mantenerse al frente del equipo.

«Como parte del seguimiento, diariamente realizamos el pesquisaje al cien por ciento de la población, conversamos con ellos y les recordamos las precauciones que deben tomar, porque eso nunca está de más», añade.

«También tenemos garantizado el surtido de medicamentos para enfermedades crónicas no trasmisibles, así como otros que pueda necesitar la población, y contamos con un stock para cualquier emergencia que pudiera surgir, que, de no resolverse aquí, se trasladaría en una ambulancia hasta otros centros asistenciales», aclara el doctor. 

El nuevo coronavirus también ha puesto a prueba la creatividad de los vueltabajeros. En este asentamiento de Consolación del Sur, un potente altoparlante sirve para comunicarse con todos al mismo tiempo.

«Lo utilizamos para dar orientaciones, recordar las medidas higiénico sanitarias, los síntomas e insistir en el uso correcto del nasobuco y el hipoclorito, entre otras informaciones», argumenta Rabelo González.

Aplausos cada noche

Para la doctora Eridanis Benítez García, responsable del consultorio número 31, estas personas no son ajenas. Ella intercambia con la mayoría desde hace tiempo, conoce sus enfermedades, sus malestares habituales y hasta su manera de reaccionar ante cualquier dificultad. Quizás por ello, desde el principio confiaba en que la respuesta del pueblo sería positiva.

«Aquí no hay tiempo para el descanso. Lo importante es ayudar a todos los pobladores y garantizarles una atención de calidad, porque ellos lo merecen. Son gente muy honesta, dispuestos a ayudar y respetar las decisiones de las autoridades, para entre todos sacar adelante la comunidad», asevera orgullosa.

«Agradecemos mucho el acompañamiento que nos han dado, sobre todo en el llamado que hicimos a mantener el aislamiento social», apunta.

Para estos profesionales de la salud los días son largos en esta demarcación, y agotadores. Sin embargo, todo el cansancio desaparece cuando cada día a las nueve de la noche se escuchan los más de mil 400 aplausos de todo un pueblo que les agradece su desvelo y preocupación.

«Es increíblemente hermoso el reconocimiento que recibimos desde los balcones, y eso nos compromete a batallar más por ellos y su salud», afirma la doctora Eridanis, y aunque se encuentra del otro lado del teléfono, en su voz sentimos esa gratitud. 

La comunicación se entrecorta por momentos porque allí la cobertura celular no es muy buena. Antes de concluir la llamada, escucho su mensaje a quienes hoy se mantienen al tanto de lo que ocurre en esta comunidad:

«Ante todo, mucha tranquilidad. Estamos bien y trabajando para superar todos juntos esta situación. Ustedes cuídense y quédense en casa».

Y es que, mientras la COVID-19 va dejando su huella mortal por todo el planeta, en la Camilo Cienfuegos la vida continúa. A sus habitantes les cambió la rutina, pero no la comprensión, confianza y sobre todo la fe en que en un futuro cercano podrán salir nuevamente a abrazarse sin que falte nadie.

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