Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una misiva entre olivos y caprichos (+ Podcast)

Unidas por el pretexto de la escritura, una abuela cubana y su nieta adolescente buscan alternativas que acorten la separación impuesta por la COVID-19

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

 

SANCTI SPÍRITUS.— El verdadero amor no entiende de distancias ni de virus. Rompe fronteras y sortea obstáculos, porque su fuerza arrolladora se impone. Obliga a inventar alternativas para estrechar las separaciones impuestas por fuerzas externas, tal y como sucede por estos días entre María Mercedes Expósito y su nieta Salma Miranda Pérez, aferradas a uno de los tantos placeres que gozan en complicidad: la escritura.

«Al no poder celebrarle su cumpleaños, decidí regalarle un poema», cuenta vía telefónica la abuela espirituana, residente en el Consejo popular los Olivos, distante cuatro kilómetros de El Capricho, zona periférica de la ciudad del Yayabo, donde vive su descendiente.

Son versos que brotan con la misma ternura con que la pequeña la nombra Abuela Mía: «Hoy cumple Salma 11 años, / sin payasos y sin globos / porque anda rondando un lobo / haciendo bastante daño. / Para todos algo extraño / que apareció de repente. / En su corona, un torrente / que enferma cada un segundo. / Por eso es que Salma al mundo / le escribe un mensaje urgente».

Ante ese pie forzado, la adolescente respondió desde el silencio de su casa, plantada en una zona en la que predominan los colores más vivos de la naturaleza, donde la niña se mantiene bajo extrema vigilancia materna por la maldita asma crónica que tantos sueños les ha robado:

«Estos días han sido muy difíciles. Para mí esto de la cuarentena es muy duro. Mantenerme en casa sin salir y, lo peor, no hablar con nadie, me aturde. Soy una persona muy conversadora. El otro día llamé a mi Abuela Mía y a Yaíma y estuve hablando exactamente 50 minutos casi sin parar. Extraño a los 40 niños del aula de quinto C de la escuela Rubén Martínez Villena. Me acuerdo mucho de mis maestras cuando veo las teleclases (…)».

También vía telefónica, y con una marcada intención en cada palabra, Salma cuenta a esta reportera: «Hace más de un mes que no veo a mi abuela y eso me tiene muy triste. Por eso la llamo constantemente e hice este mensaje urgente para el mundo», dice quien añora compartir, además, con sus primas Maryla, Lena, Loe y Lisy, así como salir a disfrutar junto a su hermanita de cinco años, Ariela, para no perder la cuenta de los días que no abraza a su papá, Dany Daniel.

Al otro lado de esta conversación tripartita, regresa el consejo oportuno de la abuela, como bálsamo ante tantos anhelos retenidos: «Yo la aliento siempre que me comenta que está aburrida y triste. Le explico que todos estamos iguales porque, como dice la televisión, permanecer en casa es la única vacuna que tiene esta pandemia».

Ese es un estímulo para Salma, quien en su mensaje urgente insta al encuentro de cada noche, justo como sucede en su casa, donde las iniciativas sorprenden a sus vecinos, como cuando escribió el cartel que cuelga en su balcón: «Amo a Cuba».

(…) Estoy segura que nuestra hermosa Cuba va a salir de esta pandemia porque este es el mejor país del mundo. Tengo fe en nuestros médicos. Recuerde que a las nueve hay que dar aplausos a esos seres anónimos y acordarse también de las enfermeras y de las personas que lavan las ropas de los enfermos, las que limpian y las que cocinan, porque aplaudirlos es lo menos que podemos hacer (…).  

«La niña ha escrito ya varios textos. Incluso ha merecido algunos premios», aclara la abuela, con ese deber impuesto por la ley de la vida de proteger hasta la médula a esos seres que tan nuestros por lazos afectivos y sanguíneos.

Mientras las espirituanas María Mercedes Expósito y Salma Miranda Pérez se mantengan en sus respectivas casas, distantes en la geografía, pero cercanas de espíritu, reinventarán nuevos pretextos escritos no dejarse vencer por un enemigo incapaz de infectar al amor y los sueños:

(…) Lo que sí estoy loca por hacer es subirme a un escenario. Literalmente, extraño los ensayos de teatro, aunque la profesora Elizabeth nos regañe cuando hacemos algo mal. Después de cinco años en el grupo Armonía, el teatro se ha vuelto parte de mi vida cotidiana. Hacer teatro para mí es como respirar…».  

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.