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Salvando el amor: Las vidas que una madre salva (+ Fotos y Video)

Las historias de las doctoras cubanas que luchan para evitar la expansión de la Covid-19 desde diferentes posiciones en Cuba hablan de sacrificio y responsabilidad, pero también de amor a su profesión y del apoyo de sus familiares para que puedan cumplir con ella. Hoy les contamos la historia de Lisbet Bermúdez Pérez, especialista en Medicina General Integral, y de su hija Emily

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Llaman a la puerta y Emily le reconoce la voz. En segundos sale disparada al encuentro de su mamá que, ataviada con su uniforme de doctora, permanece más allá de la reja ya abierta, esperando. La niña contiene el abrazo. Casi dos meses de rigurosa disciplina a la llegada del trabajo, le han enseñado que hay un protocolo que cumplir antes de abalanzarse encima de ella. Esta vez, al menos, lo recuerda. No siempre la lógica infantil funciona igual.

«Eso es lo más duro —dice la doctora Lisbet Bermúdez Pérez, que trabaja en el consultorio médico de la familia No. 4, perteneciente al policlínico Cerro, de la capital—. Cuando llego a casa, a mi niña de solo 3 años se le olvida y a veces me quiere abrazar y dar besos. Como su papá y yo le explicamos, entonces ella le quita el pomo con hipoclorito al padre para echarme en las manos y piensa que ya después de eso puede abrazarme».

Nada había sido tan difícil para la joven doctora como el propio «protocolo epidemiológico» que ella misma ha debido implementar en su casa; ni siquiera cuando debió separarse de su familia, todavía siendo una jovencita recién graduada, durante los cuatro años que duró su misión en Venezuela. Ahora es diferente. Con una hija que proteger, la especialista en Medicina General Integral debe cuidar no solo la salud de sus pacientes, sino también la de su pequeña Emily.  

Aunque hasta el momento no ha atendido pacientes con Covid-19 y en su área de salud no se reporta ningún paciente positivo a la enfermedad, su responsabilidad se acrecienta por estos días.

«Ahora tengo la responsabilidad de pesquisar el cien por ciento de la población, fundamentalmente en los grupos vulnerables, buscando síntomas respiratorios u otros que permitan detectar los caso sospechosos, que sí hemos tenido y hoy se encuentran ingresados. Todo eso, sin descuidar los programas priorizados, como el materno infantil, que sigue siendo de extrema importancia», explica ella y asegura que sí, que está consciente de los riesgos que corre tanto en su consultorio como en el cuerpo de guardia del policlínico donde también trabaja, pero su compromiso es mucho más poderoso que el peligro: 

«Desde que decidí estudiar Medicina, sabía que iba a tener que enfrentarme a situaciones difíciles donde podría estar en peligro mi vida, pero siempre tomo las medidas para evitar el contagio. Siento que es mi deber asumir mi tarea, porque como médico contribuyo con mi granito de arena a mantener la salud de mi población», asegura. 

Pero Lisbet no niega que cumplir con ese deber es complicado cuando se es madre y toda su familia, con excepción de su esposo, vive en el oriente del país. Por suerte, la maternidad no significa una limitación para su desempeño profesional porque ella cuenta con un dúo súper especial: padre e hija se entienden perfectamente y se complementan.

Esta doctora de 32 años, quien jamás se había enfrentado a una pandemia, está convencida de que, con la ayuda de todos, podremos seguir limitando la expansión del virus, pero insiste en subrayar que «la población debe tener mayor percepción del riesgo, pues aún existen personas que no tienen conciencia de la gravedad de esta pandemia. No debemos confiarnos por los pocos casos de esta última semana. Como les digo a mis pacientes: “todo va a estar bien, pero tenemos que poner de nuestra parte”».

Mira aquí la historia completa

También puedes ver los trabajos de la Serie publicados anteriormente

Fotos: Cortesía de la entrevistada

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