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Techo y atención hasta que haga falta

Como en otros territorios del país, en Cienfuegos y Holguín las personas con conductas deambulantes se protegen de la pandemia en centros habilitados para ello, pero también se les demanda más exigencia a sus familiares

 

Autores:

Laura Brunet Portela
Nelson Rodríguez Roque

Farfullaba todo el tiempo, peleando consigo misma mientras arrastraba su morral. Lo alimentaba con «tesoros» que son basura para otros. De vez en cuando alzaba la voz: muchos sabían de su genio cuando la hostigaban y se divertían con los improperios que debía decir, porque, en realidad, nadie la entendía bien.

Pero «Chita» —sobrenombre que alguien le estampó— no solo tenía adeptos a sus arranques. También había quien se preocupaba por su salud y alimentación, y hasta quien la extrañaba cuando no vagaba por los lugares habituales. Una trabajadora social logró reconstruir su historia entre las lagunas de sus trastornos siquiátricos. Así supo del único familiar de aquella anciana de 70 años: una hija con retraso mental severo, incapaz de ocuparse de ella.

No fue fácil que dejara su inusual domicilio en los portales de Valle, en el cienfueguero consejo popular Reina, para internarla en el hogar de ancianos del municipio de Rodas. Pero Chita aceptó, y como ella, otras personas con vidas similares están a salvo de la pandemia.

Y es que en Cuba quienes deambulan y presentan padecimientos siquiátricos, dependencia alcohó-
lica, adicciones y, en el peor de los casos, son abandonados por su familia, cuentan con lugares para ser atendidos. Justamente por estos días ante la eventualidad epidemiológica los centros que asisten a estas personas han ampliado sus facilidades y garantizan alojamiento, alimentación e higiene por el tiempo que sea necesario.

Según sus historias de vida y condiciones socioeconómicas, estas personas se distinguen en dos categorías: deambulantes y con conducta deambulante: «Los primeros no tienen hogar y pernoctan en lugares específicos de la ciudad, mientras los segundos vagan en el día y en la noche vuelven a sus viviendas, pues la mayoría tienen casa, familia y algunos son propietarios», explica Yailén García Pico, miembro del Grupo Provincial de Prevención, Asistencia y Trabajo Social de Cienfuegos.

En casi todas las provincias predominan los de la segunda categoría. Los de la primera casi nunca son del propio territorio, y cuando van a centros de Protección Social, o a instituciones de salud como hogares de ancianos y hospitales siquiátricos, no quedan vulnerables ni vuelven más a los portales por falta de cuidado, explica la doctora García Pino.

Quienes presentan conducta deambulante forman parte de núcleos disfuncionales o están al resguardo de personas que descuidan su atención, por tanto las organizaciones de masas deben incidir para que velen mejor por ellos. De lo contrario, la solución puede quedar en manos de la PNR o la Fiscalía, precisa.

Pensar en positivo

Similar estrategia se sigue en Holguín, cuenta a JR Celia Céspedes, trabajadora social del centro provincial de atención a personas con conductas deambulantes. Antes fue subdirectora en la Dirección Municipal de Trabajo y Asistencia Social por 17 años y no es una principiante: «La mayoría de estas personas no son aceptadas en el medio social o familiar. Con el tiempo acumulan una trayectoria desorganizada y su manera de desenvolverse socialmente es a través de esa conducta errática.

«En el centro los clasificamos por su lugar de procedencia, edad y padecimientos. A veces es difícil reinsertarlos en un medio social adecuado. Con los adultos mayores hay más soluciones porque muchos van hacia hogares de ancianos. De aquí han retornado algunos pacientes al seno familiar y otros han asumido puestos de trabajo. Lo esencial es facilitarles una variación positiva», explica.

Los centros de Protección Social fueron diseñados para ayudarles a recuperar un modo de vida más seguro. La instalación holguinera cuenta con 40 camas, pero ha subido a 50 a raíz del impacto de la COVID-19 en Cuba: «A partir de que se decretó en el país la segunda fase epidemiológica se prohibieron las salidas de pacientes y las visitas de familiares (algunos no los acogen, pero sí se preocupan y los vienen a ver). Cuando se interesan por su caso les pongo al tanto del estado de salud de su pariente, y si traen pertenencias o alimentos se los hacemos llegar después de la desin-
fección. En cuanto al personal, solo los imprescindibles continuamos activos en este momento», explica Celia.

De las calles al hogar

El más joven aparenta entre 30 y 40 años de edad, se llama Yosvani, es retrasado mental y vino de Camagüey. Marcelino, amputado de ambas piernas, canta en su silla de ruedas mientras se traslada por el espacioso portal. Muy cerca de ambos, Juan Miguel confecciona manualidades. Esta mañana entrelaza un forro de timón para el ómnibus del centro.

Conversamos con el artesano autodidacta, quien ha perfeccionado sus creaciones de papel maché e incursiona en la elaboración de sombreros: «Antes estuve ingresado ocho meses por tuberculosis y por eso me cuidan mucho acá. Aunque hace rato estoy “campana”, siempre utilizo mi propio vaso y vasijas, cambio el nasobuco cada tres horas, no me baño tarde ni paso mala noche y mantengo mis manos higienizadas», cuenta con optimismo.

Luego hablamos con Manuel: asmático, hipertenso, cardiópata. Todo eso agravado por los baches en que ha caído en la vida. Su último trabajo fue en el ingenio de su pueblo, Tacajó, en el municipio de Báguanos.

La calidad de la comida que nos ofrecen es aceptable. Me entregan a diario mis medicamentos y me explican el esquema a cumplir. Nos chequean la presión y nos ponen termómetros», asegura.

En la recepción intercepto a Dayamí Leyva, responsable del departamento de Enfermería, y ella confirma: «Las medidas higiénico-sanitarias se han reforzado. En cada proceso los pacientes se lavan las manos y hemos limitado el número de comensales a dos por mesa, además de separarlas, igual que las camas. Mantenemos guardia 24 horas con una enfermera y hay un médico durante ocho horas. Contamos con un área de aislamiento de cinco camas, por si detectamos alguna afección respiratoria».

La seño Dayamí fue colaboradora de la salud en la populosa Caracas, en la hermana República de Venezuela, y a su regreso decidió reincorporarse a este enclave holguinero de protección social: «Hoy tenemos 49 pacientes y la totalidad tiene cobertura de medicamentos. Abundan los identificados con alcoholismo crónico, que los deteriora mucho física y mentalmente. Hay retrasados mentales, esquizofrénicos o con trastornos de personalidad. A 17 adultos mayores los seguimos constantemente. Realizamos una pesquisa diaria, que incluye el personal de trabajo».

En esta ciudad cabecera provincial y una de las de mayor flujo de personas en el país, es frecuente esa conducta ambulatoria, e incluso hay gente que arriba de territorios como Santiago de Cuba, Guantánamo o la misma capital, expresa Oner Leyva, administrador de la instalación.

Por eso el Estado les asigna significativas cifras de alimentos mensualmente: «En esta etapa nos han reservado boletas para acudir a más entidades suministradoras y abastecernos. Se trata de mantener la calidad de las comidas balanceadas y las dietas médicas se respetan».

Ubicado en el consejo popular Edesio Pérez, en las afueras de la Ciudad de los Parques, el centro asistencial figura como unidad presupuestada del Gobierno Provincial. En la actualidad ejecutan una reparación que ya ha avanzado cerca de un 40 por ciento para favorecer sus condiciones.

A raíz de la pandemia se optó por resguardar a otros beneficiados en una instalación temporal. «Desde el 6 de abril iniciamos el resguardo en el politécnico 26 de Julio, con 45 camas que después incrementamos hasta 75. Ahora hay allí 60 acogidos y se reservan 15 camas para posibles aquejados de problemas respiratorios. Es similar el esquema en cuanto a las rotaciones del equipo médico y las enfermeras», apunta Yoandri Mojena, director de la institución, próxima a cumplir un lustro de fundada.

A punto de irnos, Marcelino le entrega un poema a Celia, la trabajadora social, quien confirma que el comportamiento del anciano ha progresado, pues hasta sus hábitos higiénicos se han revitalizado. Juan Miguel nos muestra sonriente que ya le falta poco: el forro del timón estará listo para cuando el ómnibus vuelva a rodar por la ciudad.

 

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