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Céspedes padre

Entre las facetas poco divulgadas del Padre de la Patria están las del hombre que sufrió por la distancia o la partida física de los hijos

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— No es que nuestra historia necesite una rectificación, pero sí más miradas humanas para encontrar a los héroes con sus yerros, problemas y virtudes.

Si en este preciso instante preguntáramos por Carlos Manuel de Céspedes, muchos dirán lo repetido: es el Padre de la Patria, el que encabezó el estallido de nuestras luchas después de liberar a sus esclavos, el primer presidente de la República en Armas.

Quizá algunos se referirán al amargo episodio relacionado con su hijo Amado Oscar, fusilado en plena flor —solo 22 años— por las tropas colonialistas emplazadas en el Camagüey.

Sin embargo, tal vez pocos puedan dar detalles sobre el Céspedes padre, el mismo que vivió con el corazón estrujado por otras muertes o la lejanía de los retoños amados.

A ese ser de carne y hueso deberíamos acercarnos hoy y siempre para intentar aquilatar de verdad su estatura.

Hijos que se fueron al monte

«Todavía se discute sobre la cantidad de descendientes de Céspedes; la mayoría de los estudios señalan nueve, aunque no han faltado los que le adjudican más. Tuvo dos matrimonios oficiales, pero también otras relaciones de las que nacieron hijos. Lo importante es que a todos quiso legarles un ejemplo de sacrificio por Cuba», señala Aldo Daniel Naranjo, presidente de la Unión de Historiadores de Cuba en Granma y autor del libro El estandarte que hemos levantado. Apuntes cronológicos, Carlos Manuel de Céspedes.

El Fundador, que se despojó de todos sus bienes por levantar una nación, logró ver a su lado en la manigua a Carlos Manuel (1840) y Amado Oscar (1847), ambos nacidos de la unión con su prima hermana, María del Carmen, su primera esposa.

Inspirado por su progenitor, Carlitos llegó a ser coronel del Ejército Libertador y ayudante personal del Presidente. El padre lo reprendía ocasionalmente y le repetía a menudo que una persona no debía ocupar cargo sin habérselo ganado. Pero a pesar de esa línea estricta lo amaba en toda la anchura de su alma.

Este hijo fue su acompañante en las jornadas espinosas que llegaron después de la deposición y el muchacho caminó junto a él, orgulloso, por las apartadas montañas de San Lorenzo. Solo por una casualidad del destino no se encontraba en la prefectura mambisa el viernes 27 de febrero de 1874, cuando cayó ultimado su papá.

Por desdicha, Amado Oscar no pudo andar mucho tiempo codo a codo con el Iniciador. Desde Estados Unidos, había expresado su deseo de venir en una expedición independentista para batallar en la manigua. Entonces el abogado bayamés trató de mantenerlo en el exterior, por eso le escribió a su ministro plenipotenciario José Morales Lemus, para que lo mantuviera en aquel país; mas resultó imposible.

Llegó a Cuba y pronto cayó preso. Fue en ese momento cuando el Capitán General de la Isla, Antonio Caballero y Fernández de Rodas intentó chantajear a Céspedes con una propuesta indecorosa: abandonar la espada mambisa a cambio de la vida de su hijo.

Varios testigos han relatado la angustia del patriota por la noticia del apresamiento de su descendiente y el probable fusilamiento.

Si nos atenemos a las fechas de las cartas que se cruzaron a principios de junio 1870 Céspedes y el nada caballero español, Amado Oscar ya había sido asesinado (29 de mayo) cuando surge la oferta del exilio para el Hombre de Mármol, como lo llamaría José Martí. Pero aún suponiéndolo en respiro, prefirió seguir entre zarzales porque, como señaló un día después de la primera epístola, tenía otros miles de hijos: todos los cubanos que morían por las libertades patrias.

Los gemelos Gloria de los Dolores y Carlos Manuel de Céspedes y Quesada no conocieron a su padre, pero, como el resto de los hermanos, vivieron orgullosos de él.

Dolores de padre

Del matrimonio con María del Carmen, llegó al mundo una niña con el mismo nombre de la madre. La muchacha murió con apenas 17 primaveras y eso le oprimió el pecho a Carlos Manuel.

Aldo Daniel Naranjo refiere que está por comprobarse la existencia de otra pequeña, presumiblemente fallecida a los dos años después de padecer el cólera. En la literatura histórica más conocida no hay referencias sobre ella.

Lo cierto es que el patricio tuvo que soportar otros golpes, como la pérdida de su primera esposa (enero de 1868), con quien ya se había mudado a Demajagua, el ingenio azucarero ubicado a unos 13 kilómetros de la ciudad de Manzanillo.

Luego Céspedes se uniría (noviembre de 1869) en matrimonio con Ana de Quesada y Loynaz, quien tenía 26 años; es decir 24 menos que él. De ese lazo nació Oscar, que llevó tal nombre en honor a su hermano fusilado. Sin embargo, el niño también dejó de respirar después de unos meses de nacido, abatido por las asperezas de la manigua.

Poco tiempo después de ese infortunio, Ana le comunicó una noticia estremecedora a Céspedes: estaba embarazada. El Padre de la Patria —epíteto que merecía aun sin protagonizar su respuesta al Caballero de Rodas— creyó que lo mejor era que marchara al exilio. Así nacieron en Nueva York, el 12 de agosto de 1871, los gemelos Carlos Manuel y Gloria de los Dolores.

Las cartas entre Anita y su esposo reflejan las amarguras de ambos, multiplicadas por la distancia y la guerra. En una de esas misivas el libertador escribe con el sentimiento a flote: «La pintura que me haces de mis queridos mellizos (sobre todo de la que persistes en llamar Dolorita) es muy seductora y no me queda duda de que con tus ojos de madre los verás así; porque con mis ojos de padre, en imaginación, me sucede lo mismo. Nadie sabe el deseo que tengo de abrazarlos y gozar con sus caricias, que hoy otros me roban; pero, ¡ay! eso es imposible. Sé muy bien que moriré sin verlos».

Sucesores

Céspedes tuvo otros tres hijos conocidos. La enciclopedia cubana Ecured señala que de los amoríos con Candelaria Acosta (Cambula), la muchacha que cosió la bandera del alzamiento en Demajagua, nació en la manigua una niña: Carmita.

«Los peligros del monte y la guerra hicieron que Céspedes dispusiera que madre e hija viajaran a Jamaica. Cambula hizo el viaje embarazada, y en Kingston tuvo a su hijo Manuel, en 1872», expone el mencionado sitio digital. 

El 29 de agosto de 1872 anota Céspedes en su Diario: «Hoy he tomado el compás y medido en el mapa la distancia de aquí a Jamaica (...) ¡Qué fácil y brevemente la salvaría una paloma! ¡Ay! si tuviera alas vería a mi hijita y la cubriría de besos y en pocos momentos volvería a Cuba donde tengo reservada la muerte o la gloria».

Y el 9 de septiembre escribirá con aflicción: «Hoy hace un año que no veo a Cambula ni a mi hijita, este tiempo me he hallado solo en el mundo, como si hubieran muerto todas las personas que me profesaban y a quienes yo profesaba un verdadero cariño. Desde ese día he gozado solo todas mis alegrías y solo he sufrido todos mis pesares».

El último de sus descendientes fue Francisco Rodríguez, quien también llevó el apellido de su madre Francisca, una muchacha que Céspedes conoció en San Lorenzo y a quien dejó embarazada probablemente un mes antes del trágico desenlace entre montañas.

Tampoco lo pudo ver; pero a él y a todos los demás dejó una hermosa historia como espejo y una sentencia extraordinaria: «Mis herederos, como yo, no deben desear más que morir por la libertad de Cuba y una herencia pobre de dinero pero rica en virtudes cívicas».

 

Fuentes: Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. (Compilación de Fernando Portuondo y Hortensia  Pichardo), Carlos Manuel de Céspedes. El diario perdido, (con ensayo explicativo de Eusebio Leal), Enciclopedia Carlos Manuel de Céspedes (Casa Natal), Enciclopedia cubana Ecured.

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