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Luces

Las acciones del 26 de julio de 1953 son recordadas en estos días por las nuevas generaciones de cubanos

Autor:

Osviel Castro Medel

De todo lo que me han contado sobre aquellos días marcados tal vez el cuadro más sobrecogedor sea el de cuatro muchachos ensangrentados, lanzados sin vida al medio del camino, mientras hilillos de hormigas les recorrían los rostros.

Un hombre que fue conducido al lugar de los hechos (Cejas de Limones), para retratar tales anatomías ultimadas, narró que durante muchas noches fue azotado por pesadillas de sangre y pólvora, y que varias décadas después no había podido borrar la imagen de los orificios enormes causados por las balas en los cuerpos.

Ellos, atacantes al cuartel bayamés Carlos Manuel de Céspedes, tuvieron la mala estrella de terminar así, al igual que otros seis compañeros de armas: fueron masacrados a mansalva y presentados como «caídos en combate».

Tampoco ha dejado de impresionarme durante tanto tiempo la novela real del «muerto vivo», Andrés García Díaz, quien soportó torturas en el cuartel de la Ciudad Monumento y luego, en un camino cercano al antiguo central Sofía (actual municipio de Yara), fue atado por el cuello con una soga y arrastrado por un yipi unos cuantos metros. Lo intentaron asesinar de esa manera junto a otros dos asaltantes, pero él «no murió» y sirvió de testigo excepcional en el famoso juicio de la Causa 37 de 1953, como escribió la estelar periodista Marta Rojas.

Es un misterio saber cómo sobrevivió y cómo recobró fuerzas para reponerse y andar semifallecido en medio del monte ignoto. Los esbirros que lo ahorcaron se sorprendieron al máximo cuando pasaron por el sitio con tres ataúdes y no lo encontraron. Hubiera sido la oncena víctima fatal de los desmanes desatados luego de ese asalto, que ha sido menos contado que el de la ciudad indómita.

Al final, sumando el ataque al Moncada y otras instalaciones de Santiago, 61 hijos tiernos de Cuba perdieron la vida en los hechos relacionados con el 26 de julio de 1953, pero solamente seis cayeron en acciones combativas.

Siempre he pensado en el llanto y la angustia —no muy descritos— de sus padres y hermanos cuando estalló la noticia. Cuánta impotencia debe haberles surcado por las venas al saberlos asesinados sin siquiera un mínimo proceso judicial. Cuánta sorpresa debió causar en la familia el viaje secreto a Oriente con el que aquellos imberbes martianos asaltaron el cielo.

Siempre he creído que aunque cada julio hablamos de esos acontecimientos que estremecieron la nación, todavía nos queda por ahondar en las anécdotas y relatos de los héroes, en sus conflictos internos, en sus pesares y recelos, en el lado humano de los protagonistas, tan necesario a la hora de contar la historia.

Me he preguntado, por ejemplo, cómo se habrá despedido en su casa Pedro Agüero Guedes, el más bisoño de los mártires de la acción de Bayamo, quien apenas tenía 17 años y salió supuestamente hacia Varadero cuando en realidad había emprendido una ruta que podía ser la última de su existencia.

¿Qué habrá impulsado a una persona tan joven a enrolarse en tan temerario lance, en el que había muchas posibilidades de la fatalidad? Es una pregunta que tal vez espolee la mente de alguien que hace de una frase una consigna vacía, porque decir «Este es nuestro 26 de julio» no puede convertirse en expresión de cumplido, sino en actos que honren la memoria de quienes elevaron la patria.

Si algo nos transmiten tales episodios es que no hacen falta «muelas» para poner ejemplos sobre el coraje y la virtud, que esos héroes y mártires son luces que no podemos apagar jamás.

En el recuerdo de los jóvenes

BAYAMO, Granma.— Las acciones del 26 de julio de 1953 son recordadas en estos días por las nuevas generaciones de esta provincia, quienes participan en trabajos productivos, paneles históricos, encuentros con integrantes del contingente Henry Reeve, actos de graduación universitaria y entregas de carnés a nuevos miembros de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Dilberto González García, primer secretario de la UJC en la provincia, dijo que Granma está muy ligada al 26 de Julio, pues su actual capital, Bayamo, fue una de las ciudades escogidas por la Generación del Centenario para reiniciar las luchas por la liberación; por eso se ha estructurado un programa de conmemoración, en el que los jóvenes tienen el protagonismo.

El dirigente explicó que durante estos días se entrega la condición Jóvenes por la vida —que otorga la UJC a quienes se han destacado en la lucha contra la COVID-19—, se involucran en actividades sociales, productivas, recreativas y se desarrollará el panel llamado ¿Por qué el 26 de julio de 1953?

La jornada de homenaje a los héroes y mártires del 26 comenzó con un conversatorio celebrado en la sala museo Los asaltantes (Monumento Nacional), en el que participaron cuatro prestigiosos historiadores locales junto a estudiantes, académicos, dirigentes políticos y periodistas.

En ese lugar, antiguo hospedaje Gran Casino, donde se albergaron los asaltantes al cuartel de Bayamo, los estudiosos se refirieron a la audacia de Fidel y sus seguidores, quienes fueron capaces de fraguar un movimiento ideológico sólido y de convertir el fracaso militar del 26 de Julio en una victoria política y moral.

El domingo 26 de julio un grupo pequeño de bayameses, entre ellos 67 jóvenes, asistirán al antiguo cuartel Carlos Manuel de Céspedes, hoy parque museo Ñico López, donde evocarán los sucesos acaecidos en la Ciudad Monumento hace más de seis décadas y rendirán honores a Fidel, pues en ese sitio reposaron sus cenizas la noche del 2 de diciembre de 2016, antes de continuar el día siguiente hacia Santiago de Cuba.

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