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Lo mío «para ya»

La crianza porcina está llamada a reducir la carga importadora que pesa sobre la alimentación animal

 

Autor:

Nelson Rodríguez Roque

HOLGUÍN.A finales de los años 80, el 78 por ciento de la producción porcina cubana derivaba del sector estatal especializado. En la década de los 90, la crianza doméstica predominó, hasta en sitios insospechados, a causa del período especial, y luego surgieron los llamados convenios, iniciativa en las que el cuidado de los animales corre a cargo de productores individuales, pero aún dependen de la entrega estatal de alimento animal.

Hoy urge «sudar la gota gorda» más allá de corrales y cebaderos, romper y sembrar surcos para paliar el déficit de alimentos o materia prima importados, cuya reducción es consecuencia de factores económicos internos y externos.

El fomento de cerdos requiere de mucho trabajo y constancia. Foto: Nelson Rodríguez Roque.

José Luis Zamora, director de Técnica y Producción de la Empresa Porcina de Holguín, manifiesta que «las personas acogidas a convenios garantizarán, a partir del año venidero, el 60 por ciento de la alimentación, mientras la empresa les facilitará el 40 por ciento en concentrado núcleoproteico, principalmente.

«En lo que queda de 2020 aún deberíamos continuar entregando el 70 por ciento de los alimentos necesarios, pero en la práctica los productores están asegurando más de la mitad de lo que comen sus animales».

Los convenios se dividen en diferentes modalidades. En el de preceba, el Estado suministra a los productores un grupo de animales con un peso determinado y ellos deben retornarlos con al menos 90 kilos. En el de reproductoras se convenia el cuidado de 50 cerdas, para las cuales se facilita todo el alimento y deben devolverlas con toda su descendencia (cada módulo debe dar 75 toneladas de carne). Por último está la ceba, de la que se ocupan los productores con ejemplares propios en sus patios, pero se les ayuda también con alimentos.

Nadar contra las corrientes

A José Luis Expósito le propuso su abuelo establecer una cochiquera en la finca familiar, en el consejo popular San Andrés. Todo fue bastante bien, pero aquella área tenía deficiencias medioambientales y sanitarias, por lo que el muchacho se incorporó con posterioridad a la variante del usufructo de tierras y hoy es asociado de la cooperativa Eduardo Chibás en la zona de La Yuraguana, en el occidente holguinero.

Desde entonces se despierta diariamente a las 5:30 a.m. para el ordeño de sus vacas y la preparación de la comida de los cerdos, «y no paro hasta acostarme tarde», aclara. En muchas de sus faenas le acompañan su esposa y su hijita, a quienes sostiene económicamente dedicándose, en gran medida, a la porcicultura.

José Luis Expósito dedica todas sus tierras a producir alimento porcino.Foto:Nelson Rodríguez Roque.

Lo poco que llega «de afuera» para alimentar a sus animales no lo atemoriza: «Le hemos entrado duro a la siembra de maíz y yuca para moler esas producciones y vamos a desarrollar soya también. Todas las tierras las dedicaremos a garantizar alimento animal. Se me olvidaba el boniato, que es bueno igual, y lo incluiremos».

En tiempos recientes, le han facilitado mensualmente cinco o seis toneladas de alimento de los conveniados y ciertas cantidades de miel de purga proveniente del sector azucarero.

Son cinco los trabajadores que, de forma directa, están vinculados a la cría de cerdos junto a Expósito, y otros 12 se ocupan de los cultivos, dadas las necesidades del momento y para garantizar el futuro.

«La soya y los residuos pesqueros contienen proteínas que, complementados con la yuca y el maíz, adelantan mucho el peso del animal. Los fertilizantes orgánicos los utilizamos en los sembrados. Hacemos yogur de la yuca y la molemos para los cerdos chiquitos. Al maíz lo procesamos igual y lo ligamos con pienso y soya», añade el usufructuario.

Expósito nadará contra las corrientes del bloqueo y la pandemia: «Nunca hemos incumplido los planes de entrega de carne y este año volveremos a materializar unas 110 toneladas».

Electrificar y duplicar

Atender cerdos, en eso radica su responsabilidad: los baña, les da comida, los marca… Desde los 19 años, Leonardo Pérez (tiene 22) trabaja en este lugar de La Yuraguana, donde ahora funge como jefe de nave. Vive a unos tres kilómetros de la finca que encabeza Armando Barzaga. De su casa hasta allí se traslada en una lambada (carretón). 

Barzaga, también asociado de la Eduardo Chibás, se ha insertado de lleno en la cría de puercos, sobre cuyas singularidades ha buscado recomendaciones incluso en el Instituto de Investigaciones Porcinas.

Es ingeniero en Construcción de Maquinarias y Aparatos Químicos, graduado en la antigua Unión Soviética, y residió un tiempo en Rusia antes de regresar a su tierra. En virtud del Decreto-Ley 300 se convirtió en porcicultor en 2016 y resolvió mantenerse en el trópico prolongadamente. Entre él y un grupo de campesinos expulsaron al marabú de unas 40 hectáreas en las que esos troncos espinos eran reyes.

«Afrontamos una situación difícil con los alimentos que debían garantizar los convenios y no llegaron, pero sembramos yuca, caña, y recurrimos al palmiche y residuos de pescado. Acá desarrollamos nuestros propios piensos basados en las necesidades proteicas animales», apunta.

La aspiración de su colectivo es extender la obtención de ese sustento alternativo: «Laboramos en cuatro caballerías de tierra (aproximadamente 54 hectáreas). De ellas, hay 22 sembradas de yuca, tres de caña y las restantes con pastos y plantas proteicas».

Armando Barzaga escucha a la ciencia y la experiencia por igual. Foto: Nelson Rodríguez Roque.

El molinaje y la mecanización requerida para potenciar sus piensos conlleva uso de electricidad, pero no disponen de esta y los trabajos que efectúan dependen de la adquisición de combustible diésel. A pesar del obstáculo energético, ceban 1 500 cerdos y llegarán a 3 000, que reportarán alrededor de 250 toneladas de carne en 2020.

«Si dispusiéramos de electrificación duplicaríamos esa cifra, porque sumaríamos más naves a la finca. No obstante, nos proponemos consolidar los cruzamientos de cerdos para encontrar ejemplares idóneos, de mayor rendimiento.

«Estoy presto a capacitarme con el personal del Instituto de Investigaciones Porcinas y otras entidades y productores, a fin de escuchar experiencias positivas con cerdos de capa oscura o criollos», asevera, y ejemplifica el resultado de otras capacitaciones mostrando un biodigestor de notables dimensiones, del que han salido fertilizantes (de restantes secos) y aguas dirigidas al fertirriego, además de gas para la cocción.

El año pasado, los 275 criadores con convenios en Holguín concretaron alrededor del 95 por ciento de la carne producida en la provincia, y en lo que va de 2020 cubren el ciento por ciento, según datos de la empresa porcina territorial.

Ni siquiera con una deseable recuperación relevante de las unidades estatales del sector, estos productores perderían su impacto. Por fortuna, la mayoría ha entendido que producir alimento animal desde sus propios predios es una tarea «para ya», porque es importante desatarse de las veleidades del mercado fuera de fronteras.

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