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¡Y nos graduamos!

No por gusto llamamos «carrera» al esfuerzo para obtener un título universitario. Para quienes concluyen sus estudios en 2020, la «pista» se cubrió de impensables obstáculos

Autores:

Odalis Riquenes Cutiño
Eduardo Pinto
Zorileidys Pimentel Miranda

Para Miguel Ernesto Gutiérrez Alejo la vida pareciera no tener sinsabores. Hace mucho tiempo este guantanamero decidió vivir plenamente su juventud, carrera y fe, más allá de todo infortunio. A esa bitácora personal negada a lo triste añade su proyecto de graduarse de Periodismo en la Universidad de Oriente (UO): «Siempre espero tenerlo todo bajo control, pero este virus me mostró que no es posible; hay que aprender a tomar decisiones en poco tiempo, con rapidez e inteligencia, para ayudarte tú, a tu familia y a la sociedad».

Vencido el primer semestre, Miguel Ernesto se enfrentó a un tema de tesis complejo y novedoso: el estudio de las representaciones simbólicas en los memes. Las inesperadas restricciones de movilidad lo anclaron a cientos de kilómetros de la ciudad indómita y de su joven tutora, y ese aislamiento implicó un cambio total de rutina: «En cinco años no había pasado tanto tiempo en mi casa y de alguna forma tuve que redescubrir a la familia. En el primer momento me sentí solo, aturdido, limitado. Luego pedí que me dieran opciones, porque son adultos y saben un poco más de la vida.

«Mi tutora, la profesora Karines Rodríguez, siempre estuvo pendiente a mis necesidades y facilitó vías de comunicación: llamadas, grabaciones de audio, artículos, libros, internet, las redes sociales… Al anunciarse el cambio de modalidad a trabajo referativo me sentí aliviado: realmente era difícil implementar otras técnicas metodológicas.

«Esta etapa forjó mi carácter. Tenía que responsabilizarme con las tareas de la universidad y ocuparme de cosas serias en el hogar, porque en mi familia hay niños y adultos mayores, y no podía solo decir “Voy a conectarme a la wifi, tengo una tesis que terminar”. En medio de la incertidumbre todos se esforzaron por atenderme y darme tranquilidad».

Por diferentes motivos, la mayoría de su grupo fue exonerado del requisito de defender tesis y protagonizó la graduación en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo Grajales. Asistir solo de espectador fue una experiencia agridulce, pero lo aceptó: «Nos pusimos de acuerdo para participar en todos los reconocimientos y entregas de títulos de la brigada. Compartimos la elegancia, el espíritu y la misma alegría».

Los graduados integrales de la UPR posan orgullosos de su logro. Fotos: Cortesía de las fuentes

Si la universidad ha sido la experiencia más maravillosa, la COVID-19 fue su momento cumbre, porque retó su Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y le impuso mayor prudencia y férrea disciplina: «No lo llamo dificultad; para mí es un incentivo, mi motivación para ser periodista».

Pero el estrés, la ansiedad y otras condiciones aumentaron las trabas y Miguel tuvo que tomar medidas extremas: Aumentó el tamaño de la letra al 200 por ciento para que toda su atención fuera a la pantalla, borró por completo el banco de películas y series, cambió de lugar la colección de libros digitales, creó un espacio de trabajo en casa solo para él y elaboró una lista de música de relajación que respaldó sus momentos de producción científica.

Ahora que vislumbra la Redacción del semanario Venceremos como su escenario de realización personal y profesional, contrae un nuevo compromiso: «Es hora de devolver confianza y esperanza a nuestra gente; de mostrar que tenemos potencial para levantarnos y reconstruir aquellas zonas de la economía, la espiritualidad y las relaciones que se vieron afectadas. La labor periodística debe mostrar ese espíritu e intención».

De este a oeste 

Más de 2 360 kilómetros, un mar entero y ahora una pandemia la separan de su familia y su querido país, Antigua y Barbuda. Sin embargo, no puede contener su alegría: Hace casi seis años que Adonica Danay Frederick llegó a Cuba con la meta de convertirse en licenciada en Educación Primaria y ese sueño se hizo realidad en la Universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz Montes de Oca (UPR).

Adonica Danay Frederick llegó a Cuba con la meta de convertirse en Licenciada en Educación Primaria, un sueño hecho realidad. Fotos: Cortesía de las fuentes

Hoy se declara feliz de haber transitado este largo camino «en el que ha habido llanto, cansancio y también alegría, satisfacción, amistades y sobre todo mucho aprendizaje.

«Puedo decir que soy una persona más fuerte, capaz de superar cualquier obstáculo», añade esta joven que disfruta orgullosa su Título de Oro, «un mérito muy grande que me recuerda que todos los sacrificios no fueron por gusto».

A diferencia de Adonica, Jorge Rodríguez Betancourt pasó el final de su carrera en su natal Villa Clara. Sonríe cuando dice que en el futuro podrá contar que se graduó de geólogo en medio de una pandemia, digno colofón a cuatro años de compromiso y esfuerzo: «No puedo estar más agradecido con Cuba, con Pinar del Río y con mi UPR, que me ha dado la oportunidad de formarme, crecer y mostrar de lo que somos capaces los jóvenes», enfatiza.

Jorge Rodríguez Betancourt es uno de los estudiantes más integrales de la UPR. Fotos: Cortesía de las fuentes

A su investigación le faltaban detalles cuando la pandemia paralizó el proceso, y aunque es uno de los cientos de afortunados que fueron eximidos de realizar el ejercicio de culminación de estudios por sus buenos resultados académicos, insiste en no abandonar el tema: «Ya podré presentarlo en maestría», asegura.

Solo en Pinar del Río fueron 1 117 los rostros alegres porque la COVID-19 no pudo tronchar su sueño de terminar la carrera. Hilda Elena Remis Moreno, licenciada en Estudios Socioculturales, ya se sabe parte de la familia de la radio en Vueltabajo: «Aquí tengo mi título, mis reconocimientos. Ahora toca comenzar con la vida laboral y dar lo mejor de mí. Me siento preparada para afrontarlo con éxito», asegura.

Para Alberto Pérez Gracía, novel ingeniero agrónomo, lo más importante en esta etapa fue explotar sus capacidades y poner todo empeño en ser profesional. El nuevo desafío, dice su colega Román Alejandro Pupo Pérez, será contribuir a la producción de alimentos que le urge al país.

El Doctor Yorki Mayor Hernández, rector de la UPR, felicitó a todos los alumnos y docentes, porque esta graduación 2020 representa un esfuerzo sin precedentes, y afirmó con orgullo que recibieron sus títulos más del 70 por ciento de los posibles graduados, resultado que prestigia a la educación cubana. En septiembre esa cifrá crecerá.

Vivir la universidad

Angélica Negret Batista se distingue por su carisma y proactiva personalidad. Ella, que siempre quiso entender el porqué de las cosas, pasó de la sorpresa y el vacío inicial provocado por la pandemia a dedicar muchas horas al estudio, las responsabilidades hogareñas y el apoyo a la siembra en huertos de la periferia citadina.

«La carrera de Derecho ha significado mucho para mí, y el sentido de pertenencia me impulsó a apoyar a mi facultad y a la Universidad de Oriente en todo lo posible. Nunca me gustó eso de quedarme solo en las notas satisfactorias, por eso me fui a Juegos Deportivos Mambises, a los modelos de Naciones Unidas, a tareas de impacto y actividades que aportan experiencia, nuevas amistades… todo lo que te hace integral».

A la capacidad de adaptación le atribuye Angélica las claves de su presente y futuro: «La COVID-19 ha sido una prueba para demostrar de qué estamos hechos, y fue superada con creces».

Angélica Negret cumplió su sueño de pequeña. Fotos: Cortesía de las fuentes

Estos días de confinamiento le permitieron poner en práctica sus conocimientos, más allá de las obligaciones académicas, al analizar en familia el seguimiento que hacían los medios de comunicación a delitos e infracciones de las leyes. «Todos somos un poco “abogados de manigua” y tuve que aclarar muchas dudas y errores sobre hechos y consecuencias jurídicas, por ejemplo, de salir a la calle sin nasobuco, no cumplir el distanciamiento social, acaparar productos…».

Para dar conclusión a su travesía estudiantil tuvo que desarrollar un caso en el campo del Derecho Civil y de Familia, acorde al modo de actuación de la asesoría jurídica: «Desde que lo tuve en mis manos aumentó mi tensión. Era un divorcio, un tema bastante polémico, actual y dinámico. De la mano de mi tutor, Eduardo Sardá, desarrollé las habilidades necesarias para la defensa del caso.

«Mi mamá, mi abuela, mi familia, fueron apoyo esencial para mi concentración. Ellos se ocuparon de otros detalles de la graduación y la coordinación con otras familias», apunta. 

A sus 22 años, Angélica se expresa como la profesional que pronto buscará habilitarse como notaria en la Dirección Provincial de Justicia de Santiago de Cuba. Habla de atemperarse a las nuevas leyes que saldrán del ambicioso cronograma legislativo de la Asamblea Nacional del Poder Popular, de la fuerte carga de trabajo por la ralentización de los servicios jurídicos y de desempañar bien su trabajo «sin olvidar de donde vengo; eso es esencial», resalta.

Curar un sueño 

Dicen que el esfuerzo es la magia que transforma los sueños en realidad, y Vueltabajo tiene hoy 790 nuevos profesionales de la Salud gracias a esa magia que se multiplica en las facultades de Medicina, Estomatología, Enfermería y Tecnologías de la Salud en la Universidad de Ciencias Médicas Ernesto Guevara de la Serna.

Formados bajo el precepto fidelista de graduar a profesionales de altísima calidad científica, política, moral y humana, ratificaron el compromiso de ejercer donde la Revolución los necesite.

«Graduarnos no es más que un pequeño incentivo para continuar superándonos y hacer cada día lo que mejor sabemos: tratar a los pacientes», expresó el mejor graduado, Lázaro Pablo Linares Cánovas, merecedor del premio Carlos J. Finlay.

La joven Beatriz Cruz Junquera, integrante del Movimiento de Vanguardia Mario Muñoz Monroy (de cuyo seno surgirán los futuros directivos del sector), asegura: «A partir de ahora continuaré la preparación y me enfrentaré al trabajo con todo el amor y el respeto que merecen quienes nos rodean, siempre con la idea de mantener los valores que nos caracterizan como doctores, tanto dentro como fuera de Cuba, porque para eso hicimos también nuestro juramento».

En la ceremonia de graduación, 73 estudiantes recibieron Título de Oro, y se reconoció a 46 graduados de otras nacionalidades, a quienes el Doctor Juan Manuel Lemus Quintana, su rector, llamó «cubanos nacidos en otras tierras», mientras exhortaba a todos a mantener la vocación humanista de la medicina cubana, la disciplina, entrega, profesionalidad, amor al trabajo y dedicación al paciente, y a cultivar el ansia perenne de saber, para ser cada día más certeros en el diagnóstico y más eficientes en el respeto de los protocolos. Esa, dijo, será siempre la regla de oro.

Probada vocación 

Al echar un vistazo a su pasado, Rubén Eliecer Díaz Samada no encuentra momentos más tensos y estresantes que los vividos en estos meses, cuando el nuevo coronavirus pretendía arrebatarle una de sus mayores aspiraciones: hacerse médico.

Rubén Eliecer Díaz Samada logró su sueño de ser médico. Fotos: Cortesía de las fuentes

«Primero fue la incertidumbre», confiesa ahora, cuando lo peor parece haber quedado atrás y saborea la feliz imagen de verse con la bata reluciente y el título en sus manos.  Rememora las dudas que más de una vez le rondaron sobre el tipo de examen y si tendrían o no graduación: «Como interno vertical de Cirugía General, este fue un período atípico. Los restantes años académicos sufrieron reestructuraciones, pero nuestro plan curricular se mantuvo intacto, y habilidades que debíamos ir cumpliendo se limitaron por la reorganización de los servicios. Hacía guardia cada cinco días, pero sin la docencia diaria y los pases de visitas.

Con una madurez inesperada a sus 23 años, Rubén reconoce que muchos estudiantes se acostumbran a que los profesores los lleven de la mano, «les estén arriba», y esa presión sirve como incentivo… Pero en este tiempo no fue así: «Tuvimos que autoprepararnos mejor. Creamos grupos de WhatsApp donde intercambiar inquietudes, poníamos casos clínicos para resolverlos entre todos e incluso realizábamos consultas con profesores y residentes. Hasta el estudiante menos aficionado a abrir libros se dedicó a eso y ahí están los resultados: muchos tuvimos más de 90 puntos y eso no es sencillo».

Nunca lo tuvo fácil. Ni siquiera por ser de los estudiantes más reconocidos en su Facultad como alumno ayudante y ducho en la investigación. «El examen no bajó el nivel ni el rigor; sencillamente fue diferente», reafirma Rubén, quien pasó el 29 de junio su prueba de fuego en el Hospital Clínico-Quirúrgico Juan Bruno Zayas Alfonso.

Emocionado agradece el apoyo de sus dos hermanas menores, a quienes cuida en ausencia de su madre, actualmente en misión internacionalista. «Ellas me dijeron: Dedícate a estudiar, y así estuve un mes. Hacía solo lo imprescindible en la casa.  También mi papá, aunque no vive conmigo, estuvo pendiente».

Júbilos como los de Angélica, Rubén, Capitán, Lázaro y Beatriz, vibran hoy en las cátedras universitarias, hogares y redes sociales, mostrando cómo miles de jóvenes celebran, título en mano, su victoria frente a la COVID-19.   

«No somos una generación que se graduó con facilidades», reflexiona el nuevo colega guantanamero, Miguel Ernesto: «Somos una generación que puso a prueba a su familia, a la sociedad, a sus profesores y a nosotros mismos al hacer un ejercicio en condiciones absolutamente diferentes y sin ningún aviso de lo que se avecinaba», concluye orgulloso e inmensamente feliz.

El análisis del discurso multimodal para el estudio de representaciones simbólicas de memes fue el complejo tema que desarrolló Miguel Ernesto para su ejercicio final. Fotos: Cortesía de las fuentes

 

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