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Sabias decisiones de un universitario

Durante su fecunda vida, el líder histórico de la Revolución Cubana tuvo que enfrentar muchos dilemas y en todos fue capaz de asumir la decisión más sabia. Así lo demuestra su paso por la Universidad de La Habana, desde 1945 hasta que concluyó sus estudios en este recinto, cinco años después

Autor:

Eugenio Suárez Pérez

Fidel ingresó en la Universidad con 19 años. Entonces medía seis pies y una pulgada y media. Y es aquí, precisamente, el momento que marcó su incursión en la política y se le presentó, en el primer año de la carrera, su primer conflicto: elegir entre la continuación de sus actividades deportivas y las actividades políticas. Él continuaba jugando baloncesto en un equipo de la capital, pero el tiempo no le bastaba para compartir deporte y política. Se decidió por esta última. Pero, como él mismo aclaró, en acciones internas entre los estudiantes dentro de la Universidad.

Llegó el momento de convertirse, primero, en el alumno más importante, el centro de su grupo, y más tarde, poco a poco creció su influencia en toda la Universidad. Con el transcurso de los meses, las acciones políticas internas salieron del recinto universitario y adquirieron una connotación nacional.

Fidel al recibir su título de graduado en Derecho.

Su destacada actuación lo convirtió en blanco de la mafia universitaria, respaldada por los órganos represivos del Gobierno, hasta tal punto que esa propia mafia un día le prohibió entrar a la Universidad. En esa situación se le presentó su segundo dilema: no regresar a los predios de estudio o entrar en ellos. Por supuesto, su decisión fue regresar, pero con una pistola a la cintura y el apoyo de algunos compañeros. Según Fidel, esta fue su primera acción de lucha armada.

A partir de este hecho, se le presentó un tercer dilema: portar el arma permanentemente o dejar de usarla. La mafia, apañada por los órganos represivos gubernamentales, continuaba amenazándolo. Su decisión fue no usarla para evitar ser detenido, que lo juzgaran por portarla y lo alejaran, así, de la lucha política. Pero, ante esta situación, se le presentó una cuarta cuestión: continuar la lucha desarmado o abandonarla definitivamente. Su decisión es conocida.

En 1948, se había convocado la 9na. Conferencia Panamericana a celebrarse en Bogotá, Colombia, promovida por Estados Unidos, para consolidar el dominio de América Latina. Es cuando Fidel, sin haber cumplido los 22 años, concibió la idea de celebrar simultáneamente con dicha conferencia un Congreso de Estudiantes Latinoamericanos para defender la devolución del Canal de Panamá, la lucha contra Trujillo y la democracia en Santo Domingo, la independencia de Puerto Rico, la desaparición de las colonias que subsistían en América Latina y el reclamo de las islas Malvinas para Argentina.

Durante la estancia de Fidel en Bogotá en abril de 1948, asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán, destacada personalidad colombiana, esperanza de los hijos de ese pueblo para la presidencia de las próximas elecciones. El asesinato produjo un levantamiento popular y parte de la policía se sublevó, pero sin organización alguna. Fidel se incorporó junto al pueblo y participó activamente en aquella insurrección, los días 9, 10 y 11 de abril de 1948.

Después de estar el día 9 defendiendo los intereses del pueblo colombiano, en horas de la madrugada del 10 de abril, estando de guardia en el segundo piso de la Quinta División, Fidel se acuerda de Cuba, de su familia, de todo el mundo y se ve solo en aquella División con un fusil y pocas balas y se preguntó: «¿Qué hago yo aquí? He perdido contacto con todo el mundo, con los estudiantes, con el jefe de la policía, estoy aquí en una ratonera, esto está equivocado de pies a cabeza, esto es un disparate estar aquí esperando un
ataque, en vez de salir al ataque con esta fuerza a realizar acciones decisivas».

Pensó si debía quedarse y por qué se quedaba. Y decidió no irse. En ese momento, recuerda Fidel que tuvo un pensamiento internacionalista: «Bueno, el pueblo aquí es igual que el pueblo de Cuba, el pueblo es el mismo en todas partes, este es un pueblo oprimido, un pueblo explotado». Fidel tenía que persuadirse a sí mismo y recuerda: «Le han asesinado al dirigente principal, esta sublevación es absolutamente justa, yo voy a morir aquí, pero me quedo». Y se quedó, y lo hizo: «Por vocación, por principios y por simpatía revolucionaria».

A su regreso de Bogotá se trazó el plan de vencer las asignaturas pendientes del segundo año, completar las del tercero y cursar tres carreras: Licenciatura en Derecho, Ciencias Sociales y Ciencias Políticas. Todo como estudiante por la libre. Además, se había propuesto optar por una beca que se otorgaba a los estudiantes que aprobaran las tres carreras. Así, en 1949 aprobó 17 asignaturas y en 1950 matriculó las que le faltaban para las tres carreras que cursaba.

Entre los meses de febrero, marzo y julio de 1950 examinó como 47 asignaturas con notas de sobresaliente en la mayor parte. Solo le faltaron tres, pero tenía aún tres meses para examinarlas. No las examinó.

Ya tenía la beca asegurada, porque fue el único alumno que había sacado todas las asignaturas de las tres carreras. Sin embargo, en el verano de 1950, se le presentó otro dilema: escoger entre irse al extranjero a estudiar dos o tres años o participar activamente en la lucha. La decisión, por suerte, fue abandonar los estudios, pues creía que estaba preparado para la acción política con un objetivo revolucionario bien definido.

De dilema en dilema, el líder revolucionario fue conformando su conciencia y a los seis años de haber ingresado en la Universidad trazó su primera concepción para alcanzar el poder y hacer una Revolución que transformara la sociedad cubana.

 

Citas:

Arturo Alape: El bogotazo: memorias del olvido. Casa de Las Américas, 1983, pp. 664, 665 y 680.

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