Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Es preciso dar la batalla simultánea tanto en las calles como en las redes

Intervención del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en la clausura del Encuentro Juvenil Internacional Ideas que son banderas

 

Autor:

Juventud Rebelde

 

Estimados jóvenes:

Rindo un emocionado tributo a Diego Maradona. Recuerdo vivamente mi último encuentro personal con él precisamente en el sepelio del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en Santiago de Cuba.

La gigantesca estatura política y moral de Fidel, se sustenta en el ejemplo de dignidad, voluntad y valor con que afrontó los colosales desafíos de su tiempo y también en su extraordinaria contribución a la defensa de los intereses de las naciones del Sur. 

Su plena consagración a la lucha anticolonial y en favor de la liberación; su permanente denuncia contra el imperialismo, el capitalismo, la guerra y el injusto orden económico y social internacional; su prédica constante por la paz, el desarme y el desarrollo; su internacionalismo y su precursora y cardinal alerta sobre las causas y los efectos del cambio climático, todos son  una invaluable fuente teórica y práctica para las actuales y futuras generaciones.

A Fidel le caracterizó una intensa pasión por el conocimiento, una fina sensibilidad, una voluntad a toda prueba y un proverbial sentido de la justicia; la proporción siempre descomunal de sus proyectos y los plazos siempre perentorios para realizarlos. 

Honrar a Fidel hoy significa, en mi opinión, estudiar su pensamiento emancipador, continuar su acción transformadora y aplicar en los hechos su legado imperecedero frente a los acuciantes retos que afronta la Humanidad.

Hoy nos siguen acechando graves amenazas para la propia existencia humana, que se originan en el sistema capitalista explotador, guerrerista, depredador, que sigue provocando millones de muertes su filosofía del despojo, cuya desaparición demandó Fidel en un discurso iluminador en la ONU, hace 60 años.

Mortíferos arsenales de armas nucleares amenazan en este minuto nuestra existencia. Un modo de producción y consumo que es irracional y autodestructivo destruye inexorablemente el futuro. Renovados instrumentos intervencionistas, como la Doctrina Monroe y el Macartismo, son usados impunemente por los poderes dominantes o hegemónicos.

Y a estas circunstancias, se ha sumado la pandemia de Covid-19, que pone en evidencia en toda su magnitud las desigualdades al interior de los países y las fallas estructurales del sistema internacional. Con la privatización creciente de servicios de salud, el desmantelamiento de la protección social y la prioridad siempre concedida a las ganancias empresariales por encima de la vida humana, han sido una regularidad escandalosa.  

Una devastadora y prolongada crisis se cierne sobre todas las regiones del planeta y augura un aumento sustancial de los niveles de pobreza, desempleo, hambre y deterioro del acceso a servicios básicos, que colocarán a los gobiernos ante el dilema de atender estas necesidades o profundizar los modelos neoliberales con el consiguiente desencadenamiento de estallidos sociales inevitables.

53 brigadas de profesionales de la salud cubanos, fieles a una tradición solidaria,  partieron hacia 39 países y territorios y se sumaron a quienes ya trabajaban en otras 59 naciones, para enfrentar el virus letal, y varios medicamentos que produce la industria biofarmacéutica cubana o recientemente ha producido de manera muy innovadora han estado a disposición de los tratamientos terapéuticos en esas otras latitudes.

Gracias a la organización de nuestra sociedad, a la participación del pueblo, a la existencia de sistemas de ciencia y de salud verdaderamente al servicio de la nación, Cuba muestra hoy modestamente resultados alentadores en el control de la pandemia y ensaya varios candidatos vacunales que son precursores. 

Gracias también a nuestros jóvenes que han compartido abnegados esfuerzos, incluso en lugares de riesgo epidemiológico.

Todo ello ha sido hecho frente a una brutal intensificación de la agresiva política de bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de Estados Unidos, que precisamente y de manera oportunista en los meses pandémicos ha alcanzado niveles demenciales de ensañamiento y crueldad e incluso incorporado acciones no convencionales, contra nuestros suministros, que son inauditas en tiempo de paz. 

Se intenta impedir el suministro de combustibles al país, cortar el ingreso de divisas, demonizar la colaboración médica y obstaculizar aún más los intercambios entre familiares residentes dentro y fuera de la Isla.  

Queridos jóvenes, queridos participantes en este evento:

He tenido la oportunidad de seguir limitadamente sus discusiones y he conocido también la declaración o comunicado final que me dicen han venido consensuando y me parece que es un aporte sobresaliente, en particular a la lucha y la unidad.

En mi impresión, hoy asistimos a un nuevo reparto imperialista del mundo entre un puñado de plataformas globales, dueñas de las redes digitales, más digitales que sociales, por cierto, porque no son tan democráticas como aparentan y estas plataformas se apropian de los datos como antes las empresas transnacionales expoliaron nuestros recursos materiales. 

El poder del capital y de las fuerzas reaccionarias ejercen una suerte de “dictadura del algoritmo” a través de tecnologías de inteligencia artificial, big data, y otras  que moldean las preferencias individuales, manipulan información y más aún las conductas, incluso electorales; atizan conflictos en favor de mezquinos intereses políticos y económicos, promueven el odio y la división. 

Curiosamente, la pandemia de Covid-19  ha acelerado el proceso de digitalización mundial. El mundo está pasando ahora más tiempo en los canales digitales, y el usuario promedio, si es que existe, ahora le dedica aproximadamente el 15 por ciento de su vida en vigilia al uso de las plataformas digitales. Una clara "brecha de edad" define el uso digital en el lugar de trabajo: el 80% de ustedes según se dice, está en las plataformas de redes digitales.

Potencialmente, podemos comunicarnos por Internet con más 5 mil 200 millones de personas (casi el 70% de la población mundial).

América Latina y el Caribe es la región de más desigual distribución de la riqueza, pero tiene una penetración media de Internet 13 % superior a la global, alcanza un 67%, y es de todas la que más tiempo dedica a Facebook, Instagram, Whatsapp y Youtube.

Es también la región más dependiente de los Estados Unidos en el tráfico de Internet, el 80% de la información electrónica en nuestra región pasa por algún nodo administrado por los Estados Unidos. Eso es el doble que en Asia y cuatro veces el porcentaje de Europa. Se calcula que entre un 70% y un 80% de los datos que intercambian internamente, es decir en el ámbito de público nacional los países latinoamericanos y caribeños, pasan también por ciudades estadounidenses, donde se ubican 10 de los 13 servidores raíces que conforman la esencia de Internet.  

Somos nosotros también la región más atrasada en la producción de contenidos propios locales. Sin embargo, también curiosamente somos líderes en la presencia de internautas en las redes sociales.  De los sitios de Internet más populares de nuestra área, sólo 21 de 100, sólo 21 corresponden a contenido local, es decir que nuestra región es ahora expoliada al transferir riqueza a los Estados Unidos, en forma de contenidos y de datos.

Muestra de la desigualdad, el 28% de los latinoamericanos según cálculos conservadores seguramente que subestiman la realidad viven en situación de exclusión, pero 9 de cada 10 latinoamericanos usan un teléfono móvil, el 57% de las personas en nuestra región que sufren dificultades para conseguir comida, para poner en la mesa el plato de comida, sin embargo son activas en Facebook y WhatsApp; el 51% de los que no reciben cotidianamente agua potable en sus casas utilizan las redes digitales. Estos datos y muchos otros revelan una gran oportunidad para la comunicación, la organización y la movilización política digital con las masas de desfavorecidos, de excluidos.

Debo denunciar ante ustedes que el gobierno de los Estados Unidos ha estimulado y estimula, ha financiado y financia copiosamente  laboratorios científicos,  equipados con alta tecnología que gestionan la fragmentación social en Cuba. Han desplegado decenas de medios digitales con ramificaciones en las plataformas digitales para influir precisamente en grupos juveniles cubanos.  

Mediante la mentira, la desinformación, la descontextualización, la hipérbole de nuestros problemas, la toxicidad, el odio y la división, estos laboratorios intentan aniquilar el consenso social de la Revolución Cubana, del socialismo cubano y aprovechar las nuevas formas de participación especialmente juvenil que emergen en el mundo y en Cuba y que en nuestro caso se estrellan contra la profunda convicción revolucionaria, patriótica y socialista de la juventud cubana.   

En fecha reciente, el Presidente de la República de Cuba, compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que es además un ingeniero electrónico que siempre ha utilizado activamente las aplicaciones informáticas y las redes, y lo voy a citar, dijo: 

“Los nuevos terrenos de operación virtual y mediática han demostrado efectividad en cuanto a la manipulación y a desarmar ideológicamente a los pueblos en nuestra región y en el mundo”. 

“Nosotros debemos ser capaces de generar también, ante todo esto, una estrategia de comunicación con rigor, utilizando incluso muchas de las herramientas que ellos emplean contra nosotros, pero también creando nuevas herramientas…”, decía el Presidente.

Es preciso, en nuestra opinión, dar la batalla simultánea tanto en las calles y en las plazas como en las redes; movilizarnos con similar intensidad y convicción en los ámbitos físicos y digitales; luchar por que los Estados ejerzan soberanía nacional sobre el ciberespacio y avancen hacia una mayor soberanía tecnológica; por que coordinen los esfuerzos multilaterales por una legislación internacional y nacional al servicio de la Humanidad, para democratizar e impedir que el espacio digital sea utilizado con fines bélicos.

Son ustedes los jóvenes quienes pueden hacerlo, son ustedes los usuarios más activos en el ecosistema digital que ha devenido también campo de lucha política. 

Nuestros pueblos y juventudes necesitan crear y articular, en pos de la necesaria e indispensable unidad, redes de relaciones también con las fuerzas políticas, los movimientos sociales, las organizaciones de izquierda y progresistas y también con los gobiernos y movimientos progresistas de la América Latina y del Caribe, para disputar el poder de la derecha en estos escenarios. También, a mi juicio,  para compartir prácticas y experiencias de resistencia de las comunidades, acortar los tiempos de aprendizaje y de apropiación de las herramientas culturales indispensables que nos permitan dar la batalla política en el escenario digital. 

Nadie podría aconsejarles, nadie podría enseñarles, sólo ustedes pueden saber cómo hacerlo, deben ustedes liderar estas luchas, nadie podrá hacerlo por ustedes.

Por su ímpetu y su audacia, han sido los jóvenes históricamente quienes han protagonizado los cambios históricos trascendentales a favor del progreso humano. Corresponde a ustedes entonces, quienes se parecen a esta época, más que todos los demás, lidiar con estos fenómenos para lograr lo que José Martí, en su visión de Nuestra América denominara “el equilibrio del mundo”.

Como ha afirmado el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz: ¡Sí se puede!, claro que se puede hacer, se puede y se podrá.

Ustedes han nombrado este Encuentro Juvenil “Ideas que son banderas”. Fidel, a quien han evocado ustedes con entrañable cariño en estas jornadas, afirmó que “… de la fuerza que dan las ideas, que da la verdad y que da una causa justa es que los pueblos se vuelven invencibles”.

Con esa inconmovible certidumbre en la justeza de nuestra lucha, con ese invariable optimismo, continuemos adelante, ¡hasta la victoria siempre!

Les agradezco muchísimo esta invitación.

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