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Ecos desde el Paraíso

Dejó de ejercer su profesión de agrónomo para abrazar el surco en un pedazo de tierra villaclareña. Allí César Luis Fernández Díaz teje un ejemplo digno de multiplicar

Autor:

Nelson García Santos

Este paraíso nada tiene de semejanza con el bíblico, en el que aspiran anclar muchísimos —yo también, por si acaso—. Acá señorea un sol que tuesta, el sudor amenaza con deshidratar y se anda de resuello en resuello.

En ese escenario solo se refresca al final de la ruda y rutinaria faena, mientras la vista abarca un horizonte apacible de tonalidades verdes. O al escuchar el trinar del sinsonte.

Al darle la espalda rumbo a su casa, César Luis Fernández Díaz confiesa que la mayoría de las veces se va satisfecho, porque logró lo deseado.

Él lleva muy metido en el corazón ese Paraíso villaclareño, el pedazo de tierra en Encrucijada que bautizó con ese nombre Jesús, su padre, quizá para revelar metafóricamente en lo que iba a convertirlo.

Si hay un milagro en esas 3,78 hectáreas, es el tejido con bregar, bregar y más bregar desde el instante en que se va despejando la penumbra hasta que vuelve a caer con la tarde.

Ahora César, ingeniero agrónomo que renunció a ejercer su profesión por plantilla en alguna empresa hace ocho años, anda guiando a su yunta de bueyes Ojinegro y Caoba, ¡que hacen por 20 hombres en el surco!, enfatiza eufórico.

—¿La cuidas mucho?

—Como si fueran mis ojos. Ellos me garantizan parte de mi bienestar. No se puede ser malagradecido.

—¿Por qué la sorprendente movida de irte para el surco?

—Mi padre, antes de morir, me pidió que asumiera la dirección de la finca. Se lo prometí y aquí estoy. Y lo he hecho con inmensa satisfacción. 

«Llegué al campo por tradición familiar. Mi padre se encargó de enseñarme a descubrir cosas sobre los cultivos e incluso ponía en mis manos la yunta de bueyes más mansita para que aprendiera a guiarla».

—¿Así llegó la vocación por la agronomía?

—Sí. Imagínate que esa relación íntima con la prodigiosa tierra desde niño, adolescente, joven… despertó en mí el interés por saber más y más sobre el misterio de los cultivos.

De sus palabras 

La gente descubre rápidamente su estirpe genuina de campesino y, consecuentemente, en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas no dudaron en llamarlo cariñosamente «el Guajiro». Él afirma que fue por su caminar rápido y encorvado, más allá de que el hombre de campo suele poseer su propio modo de decir con frases o dicharachos.

En la finca el Paraíso todos los espacios se cultivan. No hay ni un pedacito para la hierba. Él sabe intercalar las siembras de ciclo largo y corto, además usa el policultivo y logra, prácticamente, producciones e ingresos económicos cada mes.

Hombre que tampoco practica la pedantería, a pesar de sus conocimientos mantiene la vinculación con la Universidad Central y el Instituto de Viandas Tropicales Inivit, de Santo Domingo. Es un convencido de que sin ciencia y técnica la agricultura «está frita».

Sobre todo en estas circunstancias, impuestas por el recrudecido bloqueo yanqui que ocasiona,
entre otros males, hasta la falta de pesticidas y fertilizantes. Entonces, razona, ¿qué hacer?, y la única alternativa a mano es utilizar los productos biológicos que, bien aplicados y usándolos preventivamente, ayudan a capear la situación.

«Lo digo por la experiencia de la aplicación aquí, en mi finca, donde también garantizo con las yuntas de bueyes la preparación de la tierra y el cultivo de plátano, boniato, malanga, ñame, papa, maíz, hortalizas, vegetales…

De sus hechos

Tampoco se necesita atiborrar de cifras para mostrar la concreción de las palabras de César en la práctica. Bien lo saben en comedores escolares, hogares maternos o de ancianos… que abastece de hortalizas y vegetales, además de otras ventas en el mercado.

Basta escribir que está entre los mejores del Movimiento de Productores de Avanzada en la provincia  de Villa Clara para connotar lo bien que cultiva a Paraíso. Su desprendimiento aflora en ese gesto de sistemáticas donaciones a los centros de aislamiento que funcionan a causa de la COVID-19.

—¿Le pasó por la mente llegar a ser Personalidad Distinguida del territorio?

—Trabajo por convicción y porque me satisface hacer las cosas bien. Si por ello llegan los reconocimientos, bienvenidos sean. El pasado año el Gobierno de la provincia nos otorgó ese estímulo a un grupo de campesinos por ser altos productores, sobresalir como promotores agroecológicos y por aplicar la ciencia y la técnica.

—¿Eres un guajiro extraclase?

Sentí el eco de su leve sonrisa, que se esfumó con el silencio antes de exclamar: «No, usted se equivoca: para nada. La inmensa mayoría de los guajiros son buenos productores, con o sin todos los recursos necesarios».

—La bonanza económica, ¿un milagro?

—La tierra te da buenos dividendos, pero hay que trabajarla duro para llegar a los resultados económicos que uno quiere. Sí, la tierra da para vivir bien, y honradamente.

—Lo peor que puede ocurrir…

—Se cae de la mata: perder una cosecha. ¿Sabes las horas y horas de trabajo que se van en un abrir y cerrar de ojos? Y más allá de lo económico, la comida que hacía falta y no llegó.

—¿Lo mejor es, entonces, lo contrario?

—Tampoco resulta estrictamente así… Puedes obtener una cosecha que te da ganancias, pero quizá no lograste, por ejemplo, el rendimiento que querías.

—¿Alguna preocupación?

—Estoy insatisfecho con las nuevas tarifas de electricidad, del agua y los insumos, que subieron mucho, mientras los productos cosechados en la finca apenas incrementaron los precios. Pero sé que la máxima dirección del país está profundizando en estos temas y confiamos en que tendrán una respuesta adecuada.

—¿Militante a tiempo completo?

—Prefiero no decirte que sí ni que no. No me agradan las autoevaluciones, pero te puedo contar que abracé la Unión de Jóvenes Comunistas en momentos en que el primer paso era ser elegido en una asamblea de ejemplares. Me mantuve en sus filas más de diez años y luego me gané la militancia del Partido.

—¿Alguna huella perdurable de su paso por la UJC?

—¡Caramba, hombre! ¿Qué pregunta esa? ¡Muchísimas! En sus filas uno va madurando, aprende hasta a saber comportarse, ser más organizado, asumir la vida con sinceridad y, en especial, a querer más a la Patria, entender el valor del sacrificio y ser agradecido… Hoy soy como soy gracias, en parte, a las enseñanzas de mi militancia en esa organización.

—¿Sospechabas que ibas a ser delegado al 8vo. Congreso del Partido?

—Esa era una posibilidad que tenían todos los militantes. Fui propuesto en mi organización de base y estoy muy, muy orgulloso de serlo, porque el Partido es esencial en mi vida.

—¿Qué esperas?

—¿Sabes? Este congreso ha sido calificado como el de la continuidad, y esa expresión lo dice todo. No solo se refiere al sostenido relevo generacional, sino porque significa también más Revolución que se ha fortalecido con las transformaciones y actualizaciones, económicas y de otra índole.

«¿Qué espero? Un rotundo éxito en las decisiones que emanen y en el análisis de temas fundamentales de la realidad del país, a pesar de los tiempos duros que vivimos por el arreciado bloqueo yanqui y la pandemia».

—En lo personal, ¿qué es lo que más te agobia?

—Que tengo que hacer más todavía porque mi padre tenía la finca mejor que yo. Y lo voy a resolver ¡ya!  

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