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El tunero del Moncada

En los sucesos del 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, un joven hijo de Las Tunas integró las filas revolucionarias y ofrendó su vida en nombre de la Patria

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— El 23 de octubre de 1932 vino al mundo en la zona de Chaparra (actual municipio de Jesús Menéndez), uno de esos hombres que consagran su existencia a la lucha por una causa justa: Juan Manuel Ameijeiras Delgado, el menor de una familia que legó a la historia de Cuba un apellido ilustre.

Los agobios de la época y la búsqueda de mejoras hicieron que los Ameijeiras se mudaran para el cercano Puerto Padre. Los varones fueron allí choferes de alquiler y hasta cargamaletas. Después probaron suerte en Santa Clara antes de establecerse en La Habana, donde residía una hermana recién casada.

Las convicciones revolucionarias de Mel, como cariñosamente lo llamaban, lo conminaron a vincularse en la capital con la juventud ortodoxa, desde cuyas filas participó en protesta contra el golpe militar del 10 de marzo de 1952, que llevó al poder al tristemente célebre dictador Fulgencio Batista.

Fue en aquel contexto de combate cívico donde conoció a varios de sus compañeros de ideas, especialmente a Fidel. La coincidencia de propósitos y la convicción de que el único camino para cambiar el orden de cosas en el país era la lucha armada, los unió. Tan buena impresión le causó al líder, que Mel fue incluido en el grupo de jóvenes que el 26 de julio de 1953 atacaría el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba.

Fue el combatiente más joven entre los participantes en el asalto a la fortaleza militar, aquella mañana de la Santa Ana. Antes de partir para su primer combate armado, le dijo a su madre, a guisa de despedida: «Vieja, no te preocupes si tardo, pues voy al campo en un viaje». Nunca regresó.

Una semana después de los sucesos de Santiago de Cuba, su hermano Efigenio descubrió la foto del cadáver de Mel en las páginas de la revista Bohemia. «Era el hermano más pequeño y con el que más afinidad tenía. Casi siempre andábamos juntos. Fue un golpe muy duro, muy doloroso», declaró más tarde.

La muerte de Mel fue confirmada por un informe del Archivo General Dactiloscópico, adscripto al Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de la dictadura. Su cadáver fue identificado con el número 25 como perteneciente a Juan Manuel Ameijeiras a partir de la confrontación de sus impresiones digitales.

La participación de Mel en el asalto al cuartel Moncada aparece reseñada así en la enciclopedia cubana Ecured:

«El hospital, por su parte trasera, colinda con la posta cuatro del cuartel. En ello reside su importancia estratégica a los efectos de la acción. Abel bajó de su carro seguido por Mel y el resto de los combatientes, dirigiéndose al soldado que custodiaba la entrada, a quien desarma en rápida operación. Situó en el vestíbulo a los hermanos José Wilfredo y Horacio Matheu, también a Gerardo Álvarez. El resto, en las ventanas del primer piso, que daban al patio trasero y al club. En este lugar Mel entró en combate. Momentos después estalló el tiroteo y sonó la alarma del campamento, distante unos 150 metros. Desde las ventanas traseras del hospital se disparaba sobre la posta cuatro del Club de oficiales.

«Por tres horas se enfrentaron al enemigo y sobre ellos se concentró el ataque del ejército en la última etapa de la acción, hasta que, agotado el parque, decidieron vestirse con ropas de los enfermos. A las 8:30 a.m., los jóvenes detenidos en el hospital son llevados al cuartel Moncada y entregados a un teniente y varios soldados, quienes los golpean, atropellan y mancillan. Los últimos en salir son Abel Santamaría, Boris Luis Santa Coloma y Juan Manuel Ameijeiras Delgado. Los condujeron a la caballeriza del cuartel, en Martí y Carretera Central, donde fueron asesinados».

De Mel escribiría años después Efigenio, su entrañable hermano de sangre y de ideas: «Era el más joven de todos nosotros, el más romántico y apasionado. Tenía seis pies de estatura, el pelo castaño, casi rubio, ensortijado y los ojos claros como sus ideas. Toda su conversación giraba en torno a la política nacional y hasta en el baño cuando entonaba las notas del Himno Invasor se notaba su espíritu».

Después del desembarco del Granma, y cuando los barbudos se hicieron fuertes en la Sierra Maestra, una columna rebelde fue bautizada con el nombre de Juan Manuel Ameijeiras.

Cuando se cumplen 68 años de aquella epopeya contra uno de los baluartes militares de la dictadura batistiana, donde la Generación del Centenario reivindicó el ideario del Apóstol, el nombre del joven tunero sale a la luz como un rutilante símbolo de lucha por la libertad y la justicia.

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