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Marta Rojas: notas para vivir la historia

Ha muerto la periodista del Moncada, la escritora de novelas históricas transgresoras, la intelectual comprometida,  la santiaguera de sonrisa cálida siempre fiel a sus raíces, cuyo empeño por el relato minucioso y su pasión por conmover nos acompañarán siempre

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— Pensó ganarse 50 pesos por una crónica del carnaval santiaguero y terminó conquistando un lugar en la historia por «el reportaje de los tiros…». Así, hurgando, observando, anotando en un papelito cuanto detalle percibiera de un hecho tan trascendental como el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, inició su vida como periodista Marta Rojas, y se convirtió para siempre en la «cronista del Moncada».

Tenía solo 23 años, acababa de graduarse en la Universidad de La Habana y ya tenía hasta trabajo en un canal de televisión, pero  al ver el rostro de la muerte dentro de la fortaleza y escuchar al coronel Chaviano, decidió cambiarlo todo por la posibilidad de contar la historia oculta tras aquellos muros. 

Fue entonces cuando sigilosamente el fotógrafo Panchito Cano le pidió intercambiar los rollos de las instantáneas  por las del carnaval, y tuvo el coraje de llevar hasta la redacción de la revista Bohemia las fotos de los asesinatos de los jóvenes moncadistas, junto a una nota cuya censura sirvió para aguijonear su voluntad.

Por eso volvió a Santiago y no paró de averiguar, hasta que se convirtió en testigo del proceso de la Causa 37. Se emocionaba cada vez que hablaba de aquel juicio que marcó su existencia, y de un Fidel gallardo e impetuoso que entró en aquella sala con los brazos cruzados en alto diciendo: «No se puede juzgar a un hombre esposado». También la estremecía recordar aquellas palabras del joven abogado que ella interpretó como un reto: «Te he visto tomando notas. No te lo van a publicar».

Unos seis años mantuvo guardado en una casa de Marianao el minucioso relato de los sucesos del Moncada. Con el triunfo de enero de 1959, pudo responder al reto del líder revolucionario y el ejemplo de valor de aquellos jóvenes vio la luz en la revista Bohemia con un gran reportaje que más tarde se convirtió en el libro El juicio del Moncada (traducido después a varios idiomas), al que su amigo Alejo Carpentier hizo uno de los pocos prólogos que ese gran intelectual escribiera a un texto.

Novelar La Historia

Marta Rojas nació en Santiago de Cuba el 17 de mayo de 1931. De su ciudad natal hablaba siempre con cariño. De su padre, reconocido sastre; su madre, modista de alta costura, y de aquel entorno de armonía donde tíos, primos y abuelos vivían prácticamente juntos y ella disfrutaba para soñar y leer.

Decía que aprendió a escribir redactando las cartas de amor que le pedían sus amigos. En el bachillerato accedió por primera vez a El Quijote y desde entonces lo idolatró de por vida. Alguna vez pensó estudiar Medicina, pero la vida la empujó hacia el periodismo, cuyos estudios inició en 1949 y terminó en el verano de 1953.

Mencionar el nombre de su padre, el reconocido sastre Rojas, le abrió las puertas a la conferencia de prensa tras los sucesos del Moncada, cuyo acceso le estaba limitado por no estar todavía acreditada.

Pero la huella de Marta va más allá del Moncada y el periodismo. Fue también una excelsa narradora, autora de seis novelas y varios libros testimoniales.

Marta Rojas fue siempre una minuciosa investigadora al servicio del periodismo, la literatura y la historia. Foto: Tomada de Bohemia

Según importantes críticos, supo poner sus habilidades para la investigación periodística en función de la ficción histórica. Ahí está su trilogía de novelas antiesclavistas El columpio de Rey Spencer, Santa Lujuria y El harén de Oviedo, en las que nos presenta otra visión del devenir y la formación de la identidad cubana. Como si la autora saldara una deuda con sus orígenes: la abuela, hija de esclavos que no llevó amarras gracias a la ley de «vientre libre», y el abuelo de raíces españolas.

Su libro Inglesa por un año (2006) le valió el Premio Alejo Carpentier de novela, uno de los más reñidos de las letras cubanas. Al decir del jurado que le concedió el galardón, la obra marcará la ficción histórica en Cuba, no solo por un trabajo investigativo de rigor y el atrevimiento de arrojar luz sobre una época poco tratada, sino también por la verosimilitud de su narración y el dinamismo de las situaciones dramáticas.

Fue también Marta Rojas la primera corresponsal de guerra cubana y latinoamericana en Vietnam. Durante alrededor de diez años denunció los horrores del conflicto bélico en esa nación. A menudo recordaba cómo llegó allí, cargada con cámara, cuadernos y botas, y los vietnamitas le demostraron que solo le hacía falta una linterna colgada del cuello y unas sandalias; o evocaba la vez aquella en que presenció un ataque escondida en un arrozal.

Entrevistó a mandatarios como Hugo Chávez y Ho Chi Min, acompañó a Fidel en sus recorridos, realizó documentales… e incontables generaciones de periodistas bebieron de sus conocimientos.

En 1997 recibió el Premio Nacional de Periodismo José Martí, y en 1999 el Título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Quienes tuvieron el privilegio de compartir con ella en Bohemia o en la redacción del periódico Granma, donde laboró desde su creación y a donde siguió acudiendo hasta los últimos momentos de su vida, la recordarán como la mujer sencilla, optimista, detallista, que irradiaba paz y sabiduría.

Con esa sonrisa dulce y cálida, que iluminará por siempre su imagen, desde la serie audiovisual Glorias del periodismo cubano (realizado por Cubaperiodistas) nos develó sus claves profesionales. El periodista —decía— tiene el reto de conmover el sentimiento, de leer ahora más que nunca para encontrar la palabra exacta, la que llegue al corazón… Y esa fue su huella, su legado eterno.

De la historia del Moncada hablaba como «una cosa única», y su deseo expreso era que, aunque conocida, no cesara de divulgarse. Esa será la mejor manera de intentar estar a su altura.

Su respeto por la historia, su empeño por el relato minucioso y su pasión por conmover nos acompañarán siempre.

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