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«La matemática siempre fue lo mío»

Una joven habla sobre sus pasiones, deudas, desafíos y anhelos como mujer de esta rama científica

 

 

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

Recién despunta el torneo y a Sofía la atenazan los nervios. Una consecuencia natural provocada por la inmersión en un mundo que le es cercano, sugestivo y a la vez angustiante. El miedo suele ser incontrolable, sin que la cunda el pánico; ya tiene aprehendida su táctica: mira al techo, intenta posar la vista en el infinito y se relaja: «despeja x».

Persevera y gana la medalla de oro o el First Prize (primer premio, por su traducción) en el Concurso Internacional de Matemática para Estudiantes Universitarios 2021 (IMC, atendiendo a sus siglas en inglés).

Sofía Albizu-Campos Rodríguez es cubana, estudiante de 2do. año de licenciatura en Matemática en la Universidad de La Habana (UH), recientemente fue elegida Vanguardia Integral de la Federación Estudiantil Universitaria en la esfera de Docencia, tiene 20 años y situó su nombre y el de su país en un certamen que antes no había tenido presencia nacional.

Junto a un equipo de colegas (integrado, además, por Julieta Bringas Miranda, José Julián Díaz Pérez, Luis Enrique Fernández Machado, Marcos Manuel Tirador del Riego, Daniel Josué Perdomo Pérez y, como líder, Rita Alejandra Roldán Iguanzu) logró el puesto 40 para la UH, entre una nómina de 113 universidades del mundo.

«Esta competencia se realiza todos los años por una iniciativa europea. La UH no había asistido debido al costo del viaje y a no contar con un sistema de selección. Nos enteramos de que esta edición sería online, gestionamos todo y nuestra alma mater nos apoyó muchísimo. Tuvimos escaso tiempo de preparación, pero los resultados fueron dos oros, una plata, dos bronces y una mención. Pensamos asistir presencialmente a la próxima competición».

En las certezas y entusiasmos por los triunfos están soterrados los esfuerzos, desvelos, la disciplina y las madrugadas de estudio de una delegación cubana que aruñó, con sus conocimientos, todo punto cuanto pudo para no irse «en blanco».

«Fuimos a pecho y a lo que sabíamos. Fue una experiencia muy bonita y para mí, que ya había participado en la 60ma. Olimpiada Mundial de Matemática, fue más cómodo estar en mi universidad, en mi casa y en mi terruño».

Los desafíos no son asignatura nueva para una muchacha que descubrió su afición retándose. «Siempre participé en concursos de Español y Matemáticas a todos los niveles. No fue hasta 9no. grado que gané uno de esta última asignatura a escala nacional. Hubo obstáculos,
problemas de preparación y entrenamiento; aunque tuve excelentes maestros. Me superé y con voluntad lo logramos.

«Está normalizado en el pensamiento de muchos profesores de la enseñanza general que los varones deben destacarse en las ciencias naturales y exactas, mientras las hembras debemos desenvolvernos en las lenguas y en la Historia. Ello no es casual, proviene de una formación de base. Pero la matemática siempre fue lo mío».

Sofía no perdió tiempo con moldes castradores. Encontró la comprensión y el impulso de su familia, estrechamente vinculada con la asignatura que asesta más de un dolor de cabeza a algunos. Su padre es economista y su madre es sicóloga; ambos laboran en el área de la demografía. Fue su tío quien, cuando ella era muy pequeña, le incentivó el interés por el cálculo al ponerle ejercicios para mantenerla tranquila y enfocada.

Saca cuentas (una vez más) y vuelve atrás en las largas ramas genealógicas (donde tiene al patriota puertorriqueño Pedro Albizu Campos) y dice, sosegada: «En ciencias exactas debo ser la primera de nosotros». Agradece haber crecido en un entorno favorable, en el cual pudo explorar sus habilidades y gustos con total libertad, aunque advierte que esa apoyatura «quizá le esté faltando a otras niñas y adolescentes que terminan decantándose por lo que la sociedad cree que es lo mejor para ellas, más que por lo que realmente quieren».

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Sophie Germain fue una parisina que con 18 años tuvo que hacerse llamar Antoine-August Le Blanc para acceder a notas de cursos de matemáticas e intercambiar saberes, cartas mediante, con los hombres más destacados de la rama durante finales del siglo XVIII. En el seno hogareño no le era permitido ir a bibliotecas, tampoco estudiar. Pero su pasión brotó de forma autodidacta.

«Ella es mi favorita —sostiene Sofía—, son interesantes los análisis que proponía a los científicos de entonces, quienes le respondían y consideraban muy inteligente sus perspectivas y forma de pensar. Mucho tiempo después notaron que se trataba de una mujer. Desafortunadamente, grandes matemáticas hubo muy pocas, pues épocas atrás nos “encorsetaban” otros objetivos y costumbres, que no incluían la superación científica. Hemos aumentado en cantidad, pero hay mucho que conquistar todavía».

El innegable atraso de centurias ha dinamitado como un efecto dominó en el plano simbólico actual. Si las niñas y jóvenes no encuentran variedad de referentes de mujeres científicas en las que mirarse, es probable que no se sientan estimuladas a seguir su meta.

Existen redes de sororidad, grupos de mujeres que se apoyan, conversan, realizan actividades y escuchan anécdotas de empoderamiento para generar patrones e irradiar en otras que anhelan seguirlas. Para Sofía, que ha participado en estos encuentros, la discriminación en el ámbito científico «es real, transcurre de forma muy solapada y se arrastra de generación en generación.

«Empieza cuando se nos enseñan mucho más temprano las labores de una casa y se nos educa para asimilar que el peso familiar caiga sobre nuestros hombros. Una vez en la escuela, se perpetúan y ensanchan los estereotipos de género, nos asignan roles y requisitos que los del sexo masculino no tienen que cumplir: por ejemplo, tener la libreta de clases impecable, presumir de excelente caligrafía, ser comedida, “hablar lindo”… Son pequeñas cargas que una no percibe y nos resulta más difícil pensar en otras cosas, como puede ser la matemática».

Entre las brechas para las que deseen concretar sus aspiraciones de hacer ciencia, la joven estima que el envejecimiento poblacional, uno de los desafíos demográficos más importantes para la nación, incide en que muchos de los ancianos requieran cuidados especiales, los que casi siempre son proporcionados por las mujeres de edad media.

«Lo justo es viabilizar ese proceso para que nosotras no seamos las únicas responsables en el cuidado, sino que ocurra con la participación de todos. De otro modo, no tendríamos posibilidades de elevarnos profesionalmente».  

Como feminista que se reconoce a sí misma en ciernes, en crecimiento, Sofía se está enfrentando todo el tiempo a prejuicios sobre el propio movimiento, que no niega los derechos del hombre, enfatiza. «A lo que se le llama peyorativamente feminazi, para mí no existe; los culpables de magnificar esa tendencia son los medios de comunicación malintencionados. El feminismo es por la equidad, por lograr que el hombre y la mujer puedan ocupar el mismo lugar en la sociedad sin jerarquías de ningún tipo».

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Pareciera una obviedad, pero Sofía no prefiere únicamente el álgebra, la geometría o los análisis. También la poesía, la trova, el rock y la literatura. José Martí, el Gabo y Víctor Hugo son sus autores de cabecera, mas admite tener cierta deuda con la prosa cubana. Le encantaría, cuando tenga más horas libres, leer a Carpentier y a Lezama Lima. Su futuro lo asocia con la ciencia y el pensamiento: se ve como una doctora, investigando, impartiendo clases en la universidad y aportando al país.

Ha contado su historia no pocas veces. Sabe que puede llegar a inspirar a neófitas de la matemática: «Si les gusta, sigan por ese camino. Es posible lograr todo lo que quieren. Solo hay que trabajar duro».

Sofía junto a un equipo de colegas que , integrado por Julieta Bringas Miranda, José Julián Díaz Pérez, Luis Enrique Fernández Machado, Marcos Manuel Tirador del Riego, Daniel Josué Perdomo Pérez y, como líder, Rita Alejandra Roldán Iguazu, logró el puesto 40 para la UH. Fotos: Cortesía de la entrevistada.

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