Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Histórico y «Plácido» concierto (+ Fotos)

La cita con el tenor español coincidió con el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y los 35 años exactos del golpe militar en la Argentina

Autor:

Kaloian Santos Cabrera

BUENOS AIRES.— En la noche del pasado jueves, decenas de miles de espectadores tapizaron, como una alfombra humana, una parte de la Avenida 9 de Julio —con 140 metros es una de las más anchas del mundo— para vivir la oportunidad única de escuchar y ver al inmenso Plácido Domingo, «el más versátil y famoso de todos los tenores vivos».

Gracias a la Fundación Beethoven de Argentina, creada por la pianista Pía Sebastián, el cantante español llegó a la ciudad porteña, donde no se presentaba desde 1998, para festejar sus recién cumplidos 70 años con un concierto en el Teatro Colón y, en la misma jornada, otro gratuito al aire libre en la céntrica avenida, no lejos de aquella sala.

Solo que, al llegar, Plácido encontró un conflicto en el mítico coliseo bonaerense. Desde hace varios meses, los trabajadores del Colón reclaman que las autoridades de la capital revoquen «sumarios administrativos, desestimen una demanda civil radicada contra ocho empleados por “lucro cesante”, y piden un 40 por ciento de aumento de sus haberes».

Ante el duro litigio, el tenor declaró en conferencia de prensa: «Me haría muy mal volver sin haber actuado, pero entiendo a los sindicatos. Entiendo los problemas desde todos los puntos de vista. En un teatro de la importancia del Colón, siempre alabé la gran fuerza de esos dos pilares, que son la orquesta y el coro, siempre me impresionaron».

Así, la presentación en la sala se suspendió, pero no la parte al aire libre.

«No estamos en contra del público. Queremos que el público disfrute de Domingo y de la Orquesta», afirmó Rodolfo Arrechea, representante de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) de Capital Federal, a la que están afiliados la mayor parte de los trabajadores de la instalación.

Llegó el 23 de marzo, día del esperado concierto. Pero, por amenaza de lluvia, el espectáculo, diseñado sobre un escenario gigante de 25 metros de ancho y 16 de alto, y montado en la Plaza de la República, donde se yergue el famoso Obelisco, tuvo que postergarse para la noche siguiente.

De esta forma, la cita con Plácido Domingo coincidió con el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y los 35 años exactos del golpe militar en la Argentina, que abrió puertas a las dictaduras responsables de 30 000 víctimas.

En ese contexto, y antes de salir hacia el Obelisco, Plácido actuó durante media hora para los trabajadores del teatro y sus familiares en el propio Colón. Al terminar besó el escenario y prometió que regresaría en 2012.

Pasadas las ocho de la noche y mientras, muy cerca, en la Plaza de Mayo, tenía lugar una multitudinaria marcha por el 24 de marzo, sonaron los acordes de La Traviata, de Giusseppe Verdi, dirigida por el director estadounidense Eugene Kohn, al frente de los músicos de la Orquesta Estable y la Filarmónica del Teatro Colón, otros de la Orquesta Sinfónica Nacional y del Teatro Argentino de La Plata.

Luego, el maestro Domingo apareció rompiendo esquemas. Llegó vestido de traje negro y no de frac, pequeño detalle este que, unido a su amplia sonrisa y su papel mediador en el conflicto del teatro, bastó para sentirlo cerca, familiar y sencillo.

Arrancó la primera parte del espectáculo con un tramo de la ópera El Cid, de Jules Massenet. Le siguió en la escena la soprano argentina Virginia Tola para interpretar Louise, de Charpentier.

Esta intérprete dejó a todos boquiabiertos por su talento y porque, al parecer, es poco conocida en su tierra a pesar de que, paradójicamente, desde hace diez años acompaña al tenor por varios escenarios del mundo.

Desde ese instante ella y él, juntos o por separado, deleitaron con obras de Giordano, Wagner y Verdi a los cerca de 150 000 presentes y a los más de 30 millones de personas que siguieron lo sucedido en la 9 de Julio por la televisión e Internet.

«Estamos emocionados. No se ve hasta dónde hay público», expresó el tenor ante la heterogénea multitud en edades y procedencia social, al tiempo que exclamó: « ¡Cuánto cariño, cuánta entrega!». Lo dijo con un acento un tanto neutral pues, aunque nació en España, a los ocho años fue a vivir a México junto a sus padres, los cantantes de zarzuela Plácido Domingo y Josefa Pepita Embil Echaniz, y allí inició su carrera.

Los detalles y escenas memorables del recital fueron constantes. Confesó, por ejemplo, que siempre fue un sueño para él dirigir la orquesta del Colón. Y pidió permiso al maestro Kohn para tomar la batuta y dirigir la obertura de La forza del destino, de Verdi. Del mismo modo, más adelante, condujo a la orquesta y al coro en Marcha Triunfal y Aída, mostrando esa faceta como director general de la que se prestigian óperas como La Nacional, de Washington, o de Los Ángeles.

La segunda parte reservó un nuevo cúmulo de emociones. Un repertorio de boleros y tangos donde el protagonista invitaba al público a que lo acompañara. Entre los títulos estuvieron Júrame, Contigo en la distancia (en una versión increíble de Virginia Tola sobre la letra del cubano César Portillo de la Luz) y Bésame mucho. Mientras que, sumando cuatro bandoneones, interpretó Volver, Melodía de arrabal, A media luz, Mi Buenos Aires querido y El día que me quieras.

Tal fue la ovación, que creo que hasta Carlos Gardel, donde quiera que esté, aplaudió también el homenaje del español.

El cierre no podía ser con otra pieza que Granada, un clásico en la voz y la carrera del tenor.

La 9 de Julio se puso de pie y las ovaciones estallaron. «¡Inmenso Plácido!», gritaba una señora a mi lado luego de las tres horas que duró la presentación. Me contó que ella lo había visto en el teatro en los años ochenta y que, a pesar de la edad, mantiene su voz impecable.

A propósito del tiempo y sus años, el propio cantante había declarado en la revista digital Desexus (http://desexus.com): «La verdad es que para mí la voz es un misterio y entonces será ella la que me diga “Plácido, hasta aquí”. Dos y dos son cuatro y el cuerpo poco a poco empieza a dolerte por alguna parte, y con la voz debe suceder lo mismo. Hasta que el cuerpo y la voz aguanten yo cantaré...».

¡Qué Maestro, José Plácido Domingo Embil! Mientras usted cante no habrá, como dice el tango, más pena ni olvido.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.