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Bola en vivo... ¡y tan vivo!

El CD Petit concierto de Bola de Nieve, de la serie Cuba en Vivo, muestra su naturalidad y espontaneidad y esa condición de actor nato, de comediante de la escena vernácula cubana

Autor:

Frank Padrón

Ignacio Villa fue de esos artistas que, aun en los estudios de grabación (casi todo lo que le conocemos) nunca tuvo afeites, por eso es que sus interpretaciones parecen hechas en la sala de su casa (o la del restaurante Monseñor, que era casi igual), bajo la ducha o mientras caminaba.

Sin embargo, escucharlo en vivo, oportunidad que nos brinda el CD Petit concierto de Bola de Nieve, de la serie Cuba en Vivo, acerca más esos méritos: su naturalidad y espontaneidad sin rivales, su decir auténtico y único, esa condición de actor nato, de comediante que me han hecho pensar a veces cuánto perdió la escena vernácula cubana, porque cada una de sus interpretaciones, del signo que fueran, llegan desde esa condición: la de un actor fabuloso que cantaba con el rostro, el rechoncho y pequeño pero expresivo cuerpo, mientras sus manos se deslizaban ágiles y graciosas por sobre las teclas.

Bola de Nieve, como lo bautizó para siempre su compañera y amiga Rita Montaner, dejó para siempre este «petit» concierto en vivo, en una de las actividades colaterales del Festival Internacional de la Canción Varadero 70.

Introducido por aquella profesional animadora tan vinculada a lo mejor de la música popular en esa década, Eva Rodríguez, Bola no solo es acompañado aquí por su inseparable piano; esta vez sus singulares versiones llevan otro sello de lujo: la orquesta del Festival dirigida nada menos que por esa otra gloria de la canción, Adolfo Guzmán, partiendo de orquestaciones de Chico O’Farril.

A lo clásico del intérprete (Drume negrita, No puedo ser feliz, Las hojas muertas, Mesié Julián, La vie en rose...), dentro de un repertorio cubano y universal que él siempre tornaba tan criollo como las palmas, desde esa voz «de persona» (como contestó simpáticamente a una pregunta alguna vez), pero también de ecos ancestrales, de rasgadura ejemplar, de timbre inimitable, agrega esta vez un simpático Amor internacional (Armando Oréfiche), un par de estándares de la balada norteamericana (Tenderly y Be careful it´s my Heart) y un no menos caribeño Mambo (por mucho que fuera) en París.

Su fraseo impecable, su dicción y dinámica implacables, su musicalidad e histrionismo fundidos para lograr actuaciones plenas, se ponen de manifiesto en esta grabación, matizada por el salitre y el aire del mar cercano.

Como bonus track, el CD incluye, enriqueciéndolo, una entrevista realizada a Bola en un programa radial en el Perú de 1958, donde el artista devela otras facetas: su cultura más allá del escenario, su gracejo, su cubanía a toda prueba ahora desde su don de gran conversador; mas, como estas virtudes no las concebía (ni nosotros) separadas de su piano y su cantar, entre diálogos él hizo su propio Señor, por qué, de nuevo Be careful it´s my Heart (ese clásico de Irving Berlin) y el tema de un filme también norteamericano: La cabaña en las nubes.

Excepcional propuesta de la EGREM la de ofrecer en una serie esa Cuba musical que se señorea en los escenarios, fuera de la frialdad de los estudios; grandes artistas como el que ocupa ahora este disco, se desnudan hasta el alma frente a oyentes de seguro profundamente agradecidos.

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