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El aplauso de mi pueblo me alimenta

El espirituano Humberto Leiva forma parte del Circo Nacional desde su fundación

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— El público aplaude incesantemente. Las cortinas de la carpa se abren y por fin llega el momento esperado por todos. El hombre del látigo y el lazo domina el escenario. Todos quedan boquiabiertos ante la precisión de cada número. No se equivoca; jamás lo ha hecho. Sus instrumentos de trabajo hacen arte en el aire. Apenas se escucha el sonido en cada toque. El auditorio ovaciona el acto. Todos aplauden la ejecución del artista. Humberto Leiva volvió a seducir a los amantes del circo. Otra vez demostró que nació para él y aunque ya posee más de siete décadas de vida, sigue junto a esa, su otra gran familia.

«Antes del triunfo de la Revolución existían en Cuba muchísimos circos particulares que pasaban de pueblo en pueblo. A Sancti Spíritus llegaban en cualquier época del año. Con apenas seis años yo tenía un caballo que entrenaba para presentarme en las ferias ganaderas que se efectuaban aquí en los meses de diciembre y julio. Poco a poco y con mucho esfuerzo me hice vaquero, montador de toros y lanzador de ternero, y más tarde me convertí en acróbata sobre un caballo. Ese acto ejecutado en plena pista fue visto por el director del circo Santos y Artigas, quien se enamoró de él y me propuso trabajar con ellos, y desde entonces no he abandonado ese mundo maravilloso donde se conjuga el arte y el deporte».

Humberto Leiva no parece ser un adulto mayor. Su cuerpo pequeño se asemeja a cualquier joven: músculos tonificados, abdomen firme y perfecta destreza. Cada mañana realiza ejercicios físicos y mentales porque asegura que, en tantos años de trabajo, su perseverancia ha hecho que jamás se equivoque.

«Luego de trabajar varios años en diferentes carpas en La Habana y en diferentes pistas de rodeo, formé parte de la compañía de circo del cabaré Tropicana, donde compartí escena con grandes del mundo artístico. Allí trabajé en un espectáculo llamado Así eran los romanos. Con ese acto conocí a varias personalidades que nos iban a ver.

«El número mío era único en ese entonces: acrobacia a caballo, y en el rodeo tampoco existía pues el que tenían había abandonado el país. Me quedé atendiendo el rodeo y el circo por mucho tiempo. Por supuesto que la perfección en cada giro o salto la logré por mi esfuerzo y por la labor de mis maestros.

«Para suerte mía, fui fundador del primer circo estatal de Cuba, donde mi acto cerraba o abría el espectáculo. Con el paso del tiempo aprendí a amaestrar animales: perros, ponis y caballos grandes en libertad. De esa forma es que participé en las grabaciones de las aventuras de Furia Blanca; en las películas Un hombre de éxito, Detrás del coreto… Te confieso que cada vez que el circo ha colaborado con algún producto audiovisual, allí está Humberto Leiva brindando su apoyo».

—¿Cuál es la mayor recompensa para Ud.?

—Yo he sabido cosechar mi arte, alimentándome de ese gran aplauso que me brinda el pueblo. Por mi actuación vivo feliz. No cosecho arte por dinero, sino porque me gusta. El público me recibe siempre con una ovación porque ellos lo consideran así y siempre les daré lo mejor de mí.

—¿Qué debe ofrecer un artista circense en cada acto?

—Debe amarse mucho el trabajo, ser desinteresado por el metal, muy puntual y mantener sus ensayos porque, si no, es maestro de todo y oficial de nada. Para mí es sagrado el momento justo antes de realizar mi número. Cojo mi lazo en la mano, me concentro y cuando salgo a la pista lo hago seguro, y puedo entonces improvisar porque el público me hace crecer. Él me exige y yo doy lo máximo.

—Si tuviera que escoger alguna de las especialidades que ha ejecutado en su carrera como artista, ¿cuál sería?

—La acrobacia sobre caballo.

—¿Y por qué ya no lo vemos con ese número?

—En 1993 se dificultaba la atención a los caballos. Preferí entonces pasar al trabajo de los lazos y látigos, algo en lo que había incursionado también de niño. Me senté un día en las gradas de la carpa e imaginé que sería atractivo para el público. Diseñé entonces un espectáculo sui géneris que me ha llevado a conocer toda Cuba y varios países. No obstante, aún no he desechado la idea de volver a montar en un caballo, y aunque aún no está listo mi relevo en esa modalidad, ya da pasos de avance.

—A modo de resumen, ¿qué es el circo para Leiva?

—Mi mamá me decía que yo era el único varón y siempre estaba lejos, pero a la vez estaba contenta porque sabía que esta es mi otra familia. Yo aquí muero al lado de los míos. Yo no los abandonaré nunca, pues ellos me han dado la mano siempre. Dentro de este mundo conocí a mi esposa, que era también artista, y hoy mi hija y su esposo también forman parte del circo, como domadores de perros.

—¿Hasta cuándo lo tendremos como artista circense?

—Estaré hasta que tenga suerte. Recientemente me hicieron un chequeo y estoy como el primer día. Así que al parecer habrá Leiva en el circo para rato.

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