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Recreación, ni idiotizante ni aburrida

Los nuevos consumos culturales no pueden satanizarse. Se trata de preparar a los jóvenes para analizar las distintas propuestas y que ante estas sean capaces por sí solos de tomar una posición crítica. Esas ideas compulsaron el debate en el Consejo Nacional de la FEU

Autor:

Yuniel Labacena Romero

¿Hemos pensado cuál es el consumo cultural a que aspiran nuestros jóvenes? ¿Sabemos qué es lo banal y cómo nos alejamos de ello? ¿Dónde está lo polémico del «paquete»? ¿Son modificables los gustos? ¿Se pueden enriquecer? ¿Cómo ganar la batalla asociada al tema? ¿Se trata de prohibir o de dialogar entre todos? ¿Qué hacer entonces en este nuevo contexto de la Cuba de hoy?

Esas interrogantes compulsaron la polémica durante la última jornada del recién finalizado Consejo Nacional de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), que analizó el consumo cultural en las universidades. Los dirigentes estudiantiles se pronunciaron por la necesidad de que los entretenimientos culturales sean construidos desde el ser humano, a pesar de sus contradicciones, pues cada día los jóvenes ganan terreno, espacios y protagonismo dentro del mundo tecnológico y cultural.

No podemos perder de vista que las industrias culturales se han convertido en escenario de hegemonía, y por ello, hace falta difundir más cultura en las universidades, apuntó Antonio Darias Melis, de la Universidad de las Artes, quien además alertó que se están abriendo brechas  de tipo cultural.

«Actualmente se consumen productos que nos alejan de nuestra realidad y de nuestros objetivos, en especial de nuestra idiosincrasia. Es esencial defender la identidad desde las propias universidades, que son una fuente importante de formación y conciencia estética, e importantes plazas de cultura».

Luis Alberto Periche, estudiante de quinto año de Periodismo en la Universidad Oscar Lucero Moya, de Holguín, opinó que debemos cambiar las maneras de emplear el tiempo libre, aunque sin imponer patrones recreativos a los estudiantes u obligarlos a que consuman determinadas manifestaciones artísticas.

El joven afirmó que al existir una industria foránea que niega la participación social, estamos obligados a buscar alternativas para que el consumo sea diferente. Esgrimió como solución la de encontrar fuentes atractivas para que la nueva generación se pueda alejar de esa cultura banal, que nada tiene que ver con nuestra identidad.

«Muchas veces no sabemos diferenciar lo que es superficial o no, y a veces, de manera ingenua, vemos como normal aquello que pudiera no serlo», indicó.

Hoy resultan útiles estos criterios, que surgen del debate cuando se intenta redefinir las posiciones sociales ante el fenómeno de la cultura y los procesos de consumo, en un mundo marcado por el análisis crítico e inteligente sobre el impacto de la revolución tecnológica en todos los ámbitos de la vida social.

Enzo Pigueiras Aleaga, del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, está convencido de que entrar en este debate no significa optar por tener una recreación aburrida. «Se trata de explicar y reflexionar. Hay que participar en los proyectos conociendo su significado», y reconoció los altos precios de algunos centros culturales y su poca programación, lo que limita el esparcimiento y el consumo.

Estas fueron voces del Consejo Nacional de la FEU, en el que videojuegos, cine, televisión, crítica de arte, Internet, nuevas tecnologías, proyectos comunitarios, instructores de arte e instrumentos musicales, políticas culturales, crisis de valores, «paquete semanal», enriquecimiento espiritual, símbolos... pusieron a pensar a sus participantes.

Y es que el entretenimiento que lógicamente necesitamos para vivir, ahora también está signado por los avances tecnológicos. Quizá por ello aparecen habitualmente series, música, filmes, cortos, animados, documentales, revistas de la farándula, publicidad, aplicaciones informáticas que tratan de satisfecer los gustos de ávidos espectadores.

A veces tendemos a creer que como bailar es lo que prefiere casi todo el mundo, esta es la única alternativa para divertirse pero la realidad es que no le damos otras opciones a la gente. ¿Cómo vamos a saber si prefieren trova, jazz, rock, si no les damos esas ofertas?, cuestionó Lisandra Esquivel Cabezas, de la Universidad de la Habana, quien comentó que en la medida en que interactuamos, tengamos en cuenta la diversidad de temas al proponer una actividad y elevemos el nivel con respecto a las manifestaciones del arte, podremos tener otros gustos.

Alberto Mencota Enríquez, de la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila, se refirió a que los jóvenes han disminuido su asistencia a galerías y museos, bibliotecas, librerías, casas de cultura, cines y teatros, y ese tiempo lo emplean en ver los contenidos que llegan a través del llamado «paquete».

«Hay que promocionar grupos culturales en los centros y defender la cultura en la comunidad con el movimiento de artistas aficionados, lo que llevará a un variado consumo. Hemos comprobado que cuando tenemos más de una preferencia y horarios más flexibles, se logran buenos resultados».

Randy Perdomo García, de la Universidad de La Habana, fue de los muchos que reconoció que se debe priorizar más la cultura. «Con nuestra preparación y energía tenemos que influir en la sociedad y ganar un terreno de intercambio que fomente conductas responsables y jerarquice prácticas culturales como la danza, las artes plásticas y la actuación, que más allá de ser fuentes de entretenimiento, constituyen espacios de realización personal y educativa».

Práctica cultural emergente

Centro del debate cultural ha sido en los últimos tiempos el llamado «paquete semanal», que agrupa gran cantidad de contenidos digitales para ser distribuidos por todo el país y ha sido objeto de discusiones teóricas entre intelectuales y también en las aulas universitarias entre los alumnos.

En el intercambio, los dirigentes estudiantiles analizaron cómo los contenidos de estos productos llegan ampliamente a toda la población, sobre todo a los jóvenes, y cómo la mayoría de las propuestas no responden a patrones de vida o intereses personales del cubano.

En consonancia, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, miembro del Buró Político del Partido y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, expuso que este asunto nos plantea un desafío en el consumo cultural, lo que implica un esfuerzo muy serio en el ámbito educativo para crecernos, y en el cual la ética y el humanismo son esenciales.

A nosotros no nos molesta el «paquete» como idea, pero sí los valores, la cultura y los modos de actuación que pueda transmitir, argumentó. «Es verdad que tenemos carencias, pero hace más de dos años en la intranet del Ministerio de Educación Superior están las cien mejores películas de la historia del cine y no es ahí donde más vamos a buscar nuestros contenidos», señaló.

Al referirse a este fenómeno como práctica cultural emergente y al mundo tecnológico en general, Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, manifestó que uno de sus engaños está en que dan la idea de que la persona escoge lo que quiere consumir, pero lo hace a partir de los paradigmas que impone la industria hegemónica del entretenimiento.

«Se piensa que porque el «paquete» trae distintos tipos de películas, series, documentales, reality-show, la persona puede seleccionar o tiene algún tipo de libertad, pero cuando uno analiza el mensaje de los materiales, tanto desde el punta de vista estético como ideológico, muchos están asociados a la banalidad y a un concepto del entrenamiento vinculado a la degradación de las personas», aseveró.

A los jóvenes les gustan más las series que las películas, y eso hay que respetarlo, aseguró el intelectual, quien agregó que existen series de alta calidad como House for card (Castillo de naipes), La historia no contada de los Estados Unidos, de Oliver Stone… ¿Por qué no recomendar desde las instituciones series valiosas y hacérselas llegar a los muchachos?, incitó.

Cómo definir lo banal

Nadie duda de que la importación de modelos foráneos conduce a nuevos paradigmas para la juventud. Pero ante ello, ¿cómo definir qué es lo superficial? En tal sentido, Abel Prieto enfatizó en que para responder esas cuestiones hay que apoyarse en especialistas y crear alternativas legítimas.

«Actualmente existe una tendencia en el mundo —y nosotros no estamos lejos de ello— de considerarlo todo fidedigno. A ti te gusta el reguetón, la música sinfónica, el jazz, todo está permitido, pero el problema radica en que en cultura no todo es genuino, hay experiencias estéticas legítimas y otras que son una estafa.

«Definir qué es lo banal o no, se construye en un análisis crítico y colectivo de todos, en un consenso, en apoyarse en especialistas. Puede existir alguno que esté equivocado, pero la idea es que se jerarquice levantar los valores de la cubanía.

«No puede ser una relación de que yo tengo la verdad y tú tienes que aprender de mí, sino construir entre todos las opciones», subrayó.

Y es que en un mundo donde se legitiman las apariencias y donde importa más lo virtual, se requiere generar una conciencia crítica, conseguir un joven que más allá de ver y de disfrutar, juzgue los productos. Eso tiene que ponderarse en las universidades para que los educandos intercambien con la sociedad y entiendan por qué hace falta atender las prácticas culturales emergentes.

En el diálogo con los estudiantes, Díaz-Canel insistió en que la globalización nos está llevando a una matriz de consumo, de aspiraciones materiales. «No es prohibir; el tema es educar para que los jóvenes puedan crecer espiritualmente, puedan ser críticos y sepan discernir.

«Cuando no actuamos de manera crítica no nos damos cuenta de  cosas valiosas. Si siempre existiera un nivel de apreciación colectiva y enriquecedora, las mismas personas irían a elegir lo que enaltece, lo culto».

También en este aspecto está el paradigma de lo social, porque hay seres humanos que consumen constantemente diversos materiales en una casa y no se comunican con nadie. Todo eso genera incomunicación, despolitización y también se promueven falsas expectativas, significó.

Al referirse a las brechas culturales, Abel Prieto sostuvo que el problema de estas radica en que está el peligro de que puedan convertirse en brechas ideológicas, irreversibles en el campo de los valores, de los principios, de los símbolos. Reconoció que los gustos son modificables y se pueden enriquecer, de una manera inteligente y con una buena promoción.

El tema de los símbolos igualmente fue de lo más debatido, pues hoy muchos jóvenes asumen ídolos que nada aportan a su crecimiento. En esto influye, como se alertó, que a los más nuevos se les habla todo el tiempo en pasado, y la enseñanza de la Historia de Cuba, muchas veces se hace de forma encartonada, sin tener en cuenta que sus protagonistas fueron seres humanos, que también tuvieron debilidades, aspiraciones, practicaban deportes y escribían cartas de amor.

Sin embargo, en este mundo tan marcado por la tecnología también tenemos nuestros símbolos de carne y hueso, y hay que encontrarlos, como afirmó Díaz-Canel. «Ahí están la resistencia del pueblo cubano, Fidel, Raúl, los Cinco —esos muchachos instruidos, con valores éticos, fieles, solidarios, que dejaron atrás sus intereses individuales y convirtieron su causa en la del mundo».

Diversión no es solo fiesta

Sobre la recreación, Abel Prieto recordó que no puede excluir el bailable, pero a la vez tenemos que enriquecerla y meditar sobre ella. También hay que pensar en el entretenimiento, el tiempo libre, ese momento en el que el ser humano se siente más desenajenado y menos presionado por los deberes sociales. «Ese momento es decisivo para la formación de valores, para que el joven se entienda a sí mismo y reflexione cuál es el sentido de la vida.

«Se trata de que no dediquen su tiempo a vivir la vida ficticia de los “famosos”. Tenemos que moverlo a que adopte una posición de análisis. Si logramos eso, si una persona inteligente como la mayoría de nuestra población, educada, con preparación, toma distancia crítica de ese tipo de producto y de proceso, hemos dado un paso tremendo», destacó el intelectual.

Para defender estos temas, Díaz-Canel dijo que en la extensión universitaria —que no es solo el deporte y la cultura— está uno de los procesos sustantivos de las universidades, con un importante pilar para enfrentar el consumo cultural banal.

«Ello permite mezclarnos con la sociedad, que aprendamos de ella, crezcamos con ella, ayudemos a modificarla y le aportemos desde nuestros centros», expresó, a la vez que llamó a retomar los conceptos de lo que significa la recreación.

«Esparcimiento no es solo fiesta. Cuando uno camina la Alameda de Paula, visita La Habana Vieja, lee un buen libro o practica deportes, también se está divirtiendo, y existe una recreación individual, de pareja, de familia. No debemos aspirar a que toda la recreación sea la que da el Estado», apuntó el Primer Vicepresidente cubano, quien además propuso valorar cómo desde las instituciones se pueden ofrecer opciones más abiertas, auténticas, populares y menos costosas.

Si en algo valioso coincidieron los debates del Consejo Nacional de la FEU, es en que la diversión no puede estar alejada del aporte y del proyecto social que hoy se edifica en Cuba, el cual igualmente en la cultura tiene sus figuras, instituciones, obras trascendentes y expresiones del arte, en los que se refleja su identidad como nación.

En tal sentido, como expresó Díaz-Canel Bermúdez, hay que fomentar que en la vida se asuma un paradigma de realización personal y de felicidad que tome en cuenta lo que uno puede aportar socialmente.

Lo primero que hay que salvar

Algo estuvo claro en todo el análisis y es aquella idea que expresó Fidel en el peor momento del período especial: la cultura es lo primero que hay que salvar. Sin dejar a un lado el factor económico, el consumo cultural depende en gran medida de la supervisión, la planificación y los gustos estéticos. Se trata de responder a las dinámicas socioculturales que se abren en la actualidad.

Así lo alertó la estudiante Lisandra Esquivel, cuando apuntó que se necesita articular un mecanismo para trabajar íntegramente todas las instituciones, lo que ya está pensado en el convenio FEU-MES-Mincult, el que no puede verse como el fin de esta batalla sino como el gran paso para atender el consumo en las universidades.

«En nuestras provincias no siempre se tienen los mejores vínculos entre los centros y las instituciones culturales del territorio; de conjugar estos esfuerzos dependerán los resultados. Queremos jóvenes encumbrados en su preparación científica y académica, pero también con alto nivel de sensibilidad».

En consonancia, Julián González Toledo, ministro de Cultura, señaló a JR que las direcciones y consejos de extensión universitaria, que están en todas las provincias, constituyen un instrumento indispensable para conseguir el éxito.

«Una discusión como esta no se puede quedar en la simple abstracción. Hay que buscar la manera de concretar acciones, y creo que ello puede ser posible si contamos con un buen funcionamiento de las direcciones de extensión.

«Lo más importante es el perfeccionamiento de la programación en cualquier contexto y promover desde las instituciones lo mejor del talento artístico. Lo conseguido en diciembre del año pasado con la programación cultural fue una expresión suprema de promoción de lo mejor de la cultura cubana, desde todas las manifestaciones. Hay que ofrecerles a todos propuestas de calidad», argumentó.

Como camino para ganar esta batalla, Díaz-Canel habló de vincular el consumo cultural y el encargo social no solo dentro de las universidades. «Ello es un compromiso ético e ideológico, y es un deber social participar y actuar», manifestó.

El proyecto Mi mochila, de los Joven Club de Computación y Electrónica, las selecciones de materiales de las universidades y las que está haciendo la Asociación Hermanos Saíz y colocando en las Casas del Joven Creador, todas por su calidad artística y estética, y que se brindan gratuitamente, están en la ruta de lograr un buen consumo. Sin embargo, se desconoce la existencia de esas oportunidades.

Por ello, a cuestiones como estas se les dará continuidad en las universidades durante los meses de febrero, marzo y abril, según se informó en el Consejo Nacional, para lograr que el debate llegue a los jóvenes y no se quede solo en una reunión formal. De esta manera, se particularizará sobre todo en el rol de lo que les corresponde a los estudiantes aportar e impulsar en materia de consumo cultural.

«Resolveremos este problema si utilizamos una plataforma emancipadora de discusión, de polémica y de realización; una plataforma que esté orientada a desmantelar la de restauración capitalista y neocolonial que se nos quiere imponer; una plataforma que se base en nuestra historia y verdades, en las razones de la Revolución y en no borrar nuestra memoria histórica», dijo el Primer Vicepresidente.

«Gran parte de la victoria en la batalla está en el audiovisual, por todas las cosas que involucra», precisó Abel Prieto, quien agregó que «no se puede llegar a un lugar e imponer criterios, dar clases desde un estrado para que los jóvenes escuchen, ni tampoco bajar indicaciones para decirle a la gente en qué debe emplear su tiempo libre.

«Es imprescindible crear un clima del que esté excluida la ingenuidad, y al mismo tiempo haya un debate intelectual, de análisis, reflexión y evaluación colectiva de lo que queremos. Tenemos que conseguir que la gente nuestra tenga una visión de estos procesos. Hay que trabajar por crear ese clima en las universidades, pues estas pueden ser un laboratorio de análisis de estos temas».

El secreto también está en superar los miedos a la discusión sincera sobre los asuntos que preocupan a todos, pues al decir de Abel Prieto, tenemos que aspirar a que se tenga una visión crítica sobre este proceso. «No se trata de satanizar los nuevos consumos culturales de una manera autoritaria —insistió el intelectual—, sino de analizar esas propuestas y tomar una distancia crítica con respecto a ellas».

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