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Cuando la familia se convierte en algo frágil

Una historia sobre la paternidad, la familia y la emigración nos propone el largometraje cubano La hoja de la caleta, de Mirta González y Jorge Campanería, que se exhibe en cines de la capital durante el mes de enero y continuará en otras provincias del país

Autor:

Alejandro A. Madorrán Durán

Para la destacada directora de cine y televisión Mirta González (reconocida por sus novelas Cuando el agua regresa a la tierra y Salir de noche, y sus programas Andar La Habana y Algo más), una buena película debe ser capaz de provocar nuestra reflexión y de contribuir a que seamos mejores personas.

Con esas premisas refirió haber asumido el largometraje La hoja de la caleta, que se exhibe durante el presente mes de enero en salas de cine en La Habana, y que estuvo, en diciembre, en el 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

La cinta, que también contó con la codirección del premiado realizador camagüeyano Jorge Campanería (Tiempos de rosas), aborda temas tan sensibles como la emigración, la paternidad y la función de la familia como núcleo social. Su historia se sitúa en el agramontino poblado costero de Santa Cruz del Sur, donde viven los protagonistas: Tomás y Bertico, padre e hijo que sufren la ausencia de la madre, mientras se encuentran inmersos en una difícil situación económica.

Contado de manera sencilla, a partir de un sólido guion escrito por Pavel Alejandro Barrios, el filme resulta conmovedor, sobre todo gracias a las certeras interpretaciones de su elenco, integrado por artistas como Yoandra Suárez (la Camila de Salir de noche), quien asume el difícil papel de la madre que regresa para llevarse a su hijo; y los reconocidos Manuel Porto, Irela Bravo y Reinier Hernández.

Igualmente han recibido los aplausos del público los actores que en La hoja de la caleta debutaron en la gran pantalla, como el niño Carlos Denis Fernández y Lianet Pacheco, en el rol de la profesora. Otro de los «descubrimientos» fue Yohandry Aballe (En fin, el mar), quien encarna al padre, que, sumido en la tristeza y, como consecuencia, en el alcoholismo, intenta proteger y educar al pequeño, aunque a veces con demasiada dureza.

La realización de esta película fue posible gracias a la confianza que en ella y en sus directores depositó la Casa Productora de la Televisión Cubana (Viva Cuba, Habanastation, La guarida del topo), entidad que, a decir de su director Alfredo Calderón, busca apoyar cintas que expresen aristas interesantes de la cultura cubana.

Con el propósito de conocer más detalles sobre La hoja de la caleta, nuestro diario conversó con su directora Mirta González, una realizadora que inspira, a la vez, rigor y ternura.

—¿Cómo llega a sus manos el guion de la película?

—Hace unos años fui la tutora del director Jorge Campanería en su primera obra de ficción para la Televisión Cubana, y desde entonces mantenemos una relación de amistad y de colaboración profesional. Como solemos compartir varios proyectos, él me presentó La hoja de la caleta. Una vez aprobado por la Casa Productora de la Televisión Cubana, nos pusimos a trabajar, de conjunto con el escritor, para mejorar los textos y, sobre todo, la estructura de la obra. Después incorporamos a la asesora, Maricela Pestano, quien nos ayudó mucho a comprender la sicología infantil.

—¿Por qué deciden rodar en Camagüey?

—Pienso que hay que dirigir más miradas hacia otras provincias del país. Estoy aburrida de filmar en La Habana. No solamente debemos recurrir al campo o al río habanero, la gente de cada lugar tiene una esencia diferente. Como nación poseemos muchas semejanzas, pero también tenemos distinciones. Pensamos, construimos, decoramos nuestras casas de diversas maneras. En cada rincón de la Isla existen muchas historias y mitos esperando  ser contados.

«Me considero dichosa porque siempre he tenido mucho apoyo para la producción de mis obras. A mí me gustaba la idea de filmar en Camagüey, y Campanería me había asegurado que me iba a enamorar de Santa Cruz, como  sucedió. Contar los relatos de ese lugar es también resguardar parte de nuestra identidad. En ese sentido, pienso que el audiovisual tiene entre sus propósitos el de constituir la memoria fílmica del país».

—Usted comenzó en la radio y ha trabajado también en la televisión y en el cine. ¿En qué medio se siente más feliz?

—Si tuviera que escoger, diría que en el cine y en la televisión, aunque en general soy muy apasionada con todo lo que hago. Con respecto a la radio, me parece que es una escuela imprescindible para los actores, porque se preparan muy bien en cuanto a la dicción, la articulación y la habilidad de captar rápido los detalles del personaje. También he hecho teatro con artistas aficionados de la Universidad, y me encanta.

—¿Qué consejos les daría a las jóvenes directoras y a los noveles realizadores en general?

—Se debe prestar mucha atención a dos debilidades de las que actualmente se adolece: la dirección de actores y la dramaturgia. Si se conocen bien las estructuras dramáticas y los géneros, casi siempre tendremos un buen guion. Asimismo, el resultado final será loable si se domina el trabajo con los intérpretes, se debe saber acerca del movimiento, de la cadena de acciones; como director se tiene que lograr que el actor descubra todo lo que ya uno debe haber descubierto. Y a ellas, que luchen por su lugar. Ser joven y ser mujer no son limitantes.

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