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Una mujer que honra al teatro cubano

Con gran lucidez, esta extraordinaria mujer que en 2017 recibió el Premio Caricato que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por la obra de la vida, ofrece detalles de sus inicios en el mundo de las tablas

Autor:

Aracelys Bedevia

Delicadamente maquillada y elegante porque, como bien comentó Manolo Terraza (su esposo), siempre ha sido muy coqueta, Herminia Sánchez Quintana, nos recibió en su apartamento de Prado y Colón.

Hacía solo unos minutos que el teléfono había sonado para anunciarle que le habían otorgado el Premio Nacional de Teatro 2019; y ella, que a los 95 años de edad ya no esperaba ese reconocimiento, abrió las puertas de su casa y de su vida, estrechamente vinculada al teatro cubano.

«No se actúa esperando un premio sino que guste lo que haces. Pero un premio es lo que te confirma que lo hiciste bien. Es el aliciente que compensa los malos momentos y te hace sentir que tu trabajo es reconocido», dijo la destacada actriz, directora, dramaturga y pedagoga, en declaraciones ofrecidas a Juventud Rebelde.

Agradecida y profundamente emocionada por la noticia, Herminia no hallaba lugar donde sentarse para verse linda, pues la televisión también estaba ahí en ese momento y toda Cuba la vería esa noche en el estelar. «¡Al fin, al fin!», expresó en medio de un suspiro y se sentó finalmente en el sillón donde pasa gran parte del día.

Sin el menor reparo, la nonagenaria actriz, se dispuso a rememorar de un tirón los momentos más importantes de su trayectoria, no sin antes confesar que sale poco últimamente porque le duelen las rodillas. «No sé por qué. Antes yo caminaba muchísimo y nada me dolía», dice como quien prefiere ignorar que van cayendo a diario las hojas del almanaque.

Con gran lucidez, esta extraordinaria mujer que en 2017 recibió el Premio Caricato que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) por la obra de la vida, ofreció detalles de sus inicios en el mundo de las tablas.

«En mi familia no hay ninguna actriz. Desde muy joven yo escuchaba obras en la radio de mi casa y me gustaba tanto... Fue algo inexplicable. Cuando ingresé en la Escuela de Comercio me incorporé a un grupo de teatro aficionado que teníamos los estudiantes y que fue creado por el bedel del centro (actor profesional que buscaba su sustento fuera de la escena). Fue alrededor de 1948. Desde entonces no he podido dejar de hacer teatro».

Nacida en Barcelona el 23 de diciembre de 1923, en el Hospital del Mar, e hija de una cubana y un andaluz, Herminia honra con su presencia la historia del teatro cubano.

Se graduó del seminario de Artes Dramáticas, en los años 50, y ha brillado no solo en el teatro, sino también en el cine y la televisión. Una de sus últimas apariciones escénicas fue en el rol titular de Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht, en 2003. Desde esa fecha y hasta el 2013 trabajó con su esposo Manolo (director y teatrólogo) en el grupo teatral Manelic que organizaron en la Sociedad Catalana, a pocas cuadras de su hogar.

Todos llevamos a un actor dentro

«No sé vivir sin el teatro», confesó la extraordinaria actriz. Foto: Dunia Álvarez Palacios

Con especial cariño recuerda su actuación en Electra (1951). «Yo no sabía nada de Grecia y empecé a crear mi propia técnica. Me dije: ella es una huérfana y yo también, ella es hija de un rey y yo de un obrero. Entré en el personaje y logré hacerlo.

«Siempre he estado entre lo real, que es mi vida diaria, y la del actor. No logro salir de ahí. Todavía me pasa y eso me ha permitido, sin ser una persona bella, llegar a gustar».

Cuenta la extraordinaria artista que cuando triunfó la Revolución Cubana ella estaba en una oficina trabajando como contadora. «De ahí me sacó el entonces director del Teatro Nacional y me invitó a ser parte del primer grupo de teatro creado después del triunfo revolucionario.

«Luego pasé a Teatro Estudio, donde hice, entre tantos personajes, a la Flora de La casa vieja, de Abelardo Estorino; y a Bernarda, en la primera versión de La casa de Bernarda Alba, realizada por Berta Martínez. Fue en Teatro Estudio donde conocí a mi esposo, con quien fundé más tarde el Grupo de Participación Popular».

Motivada por Sergio Corrieri llegó Herminia a Teatro Escambray. «Él quería montar obras sobre lo que estaba sucediendo en el país y fue a vernos a mí y a Manolo para que lo acompañáramos a hacer teatro en las montañas. Aceptamos su propuesta y nos fuimos para el Escambray (1968), donde hicimos, entre otras piezas, Escambray mambí, mi primera obra escrita».

Igualmente memorable resulta su paso por el cine. «Tuve la oportunidad de actuar en filmes como Lucía; Hello Hemingway; La señora de los perros, con la directora griega Evi Karampatsou; Eva-Habana.

«Con Tomás Piard hice Ítaca y El viajero inmóvil. Casi con 90 años volví a trabajar con Piard en La ciudad y en un corto con los estudiantes de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños (La Lavadora, de Yoel Infante). Hice también televisión. Pero para mí el teatro ha sido siempre lo más grande. No sé vivir sin el teatro», manifestó.

Luego cierra los ojos y siente nuestros aplausos como si estuviera una vez más en el Nacional o el Gran Teatro de La Habana, con cientos de personas ovacionándola. Sabe que estamos en la sala de su casa y que los aplausos son por el premio. Pero ella los siente como si la aplaudiera un pueblo entero.

A todos, sin distinción, quiso Herminia acercar esta manifestación, y si las piernas no le fallaran a ratos, como confesó, todavía lo estuviera haciendo, porque «el teatro no es solo de los actores, es del pueblo», afirmó.

«Además, todos llevamos a un actor dentro. Lo confirmé junto a Manolo cuando nos insertamos en el Puerto de La Habana e hicimos Amante y Penol, que se estrenó en julio de 1972 en el Teatro Musical de La Habana. Fue algo inédito ver a esos obreros compartiendo escena con los actores y a sus familias visitando un teatro para verlos actuar».

Escribir es otra de sus pasiones. «Estoy a la espera de que salga mi último libro, que está en preparación en la Editora Unión y se titula: Teatro de Herminia Sánchez: fuerza y candor. Con esa editorial publiqué De pie (1984) y con Letras Cubanas Herminia Sánchez, Teatro (1982); y  Monólogos teatrales cubanos (1989)».

No pocos la han llamado por teléfono o felicitado personalmente, en los últimos días, desde que se dio la noticia de que, como dijo Armando Morales, director general y fundador del Guiñol, se hizo un acto de justicia con la historia del teatro cubano. Incluidos muchos de sus estudiantes, porque Herminia fue también profesora titular de Actuación en el Instituto Superior de Arte donde laboró hasta 1989.

Herminia posee la Orden Alejo Carpentier, la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Raúl Gómez García, el reconocimiento como fundadora de la Uneac y de Teatro Escambray, entre otros galardones. El Premio Nacional de Teatro, el más alto reconocimiento instituido por el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas por la obra de toda la vida, le será entregado en acto solemne el próximo 22 de enero.

 

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