Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Floro en un libro

La publicación tiene prólogo de Kike Quiñones y múltiples caricaturas de los chicos del Dedeté y sus colaboradores

Autor:

JAPE

Hemos recibido una muy buena noticia, regalo de la casa editora Loynaz, de Pinar del Río, por los 50 años del dedeté: Floro tendrá un libro.

Con agrado recibimos la novedad de un libro que contiene parte del epistolario de Floro, prólogo de Kike Quiñones y múltiples caricaturas de los chicos del Dedeté y sus colaboradores, que ha entrado en la fase de edición.  Agradecemos a todos los que han colaborado en este feliz obsequio. No sabemos cuándo saldrá a la luz El libro de Floro, pero ya estamos muy contentos… ¡y qué decir de mi amigo Floro! Para ustedes un adelanto:

Floro y la libertad

—«No te olvides de buscar el pan todos los días y guardarlo, voy a hacer un pudín para que Florita se lo lleve a la beca la semana que viene… Saca a Pluto todas las noches. Hay que pagar el teléfono y la luz. Te dejé hecha una cazuela de congrís para estos tres días, no lo calientes todo a la vez, que se echa a perder… Floro atiende… En el frío hay pollo y picadillo… ¡dale suave con el puré!… No, mejor no te pongas a cocinar nada, que tú eres el terror de la cocina… Mejor… sí, yo ayer cogí los huevos… sí, mejor come huevo, es solo un par de días… ¡sí, mejor hiérvete un huevo!».

Florindo, que es el verdadero nombre de mi amigo Floro, se estremeció con esta última frase que le gritó Elena, su adorada esposa, desde la flamante Yutong que se alejaba, dejando ver, en el espejo trasero, un inmenso cartel que anunciaba: 4to. Seminario Nacional La mujer al rescate de la humanidad. Santiago de Cuba 2009.

«¡Pobre humanidad!», pensó Floro, que todavía sostenía la mano en el aire diciendo adiós. Un par de horas después, en casa, se sentía incómodo sin la  presencia de Elena. No obstante, respiraba un cierto aire de libertad que no sentía desde hacía diez años, antes de contraer matrimonio. Sus pulmones se llenaron de aire, mientras su pensamiento se llenaba de una morbosa e infiel idea. Como niño que recuerda el lugar donde dejó escondido su juguete preferido, buscó una vieja agenda entre sus papeles de archivo. Con un marcador verde fosforescente, estaban resaltados algunos nombres femeninos:

Marlene:

¡Ya ella no vive aquí! —le gritaba una vecina desde un quinto piso esa misma tarde. Se casó con un italiano y se fue hace como… cinco años.

Ivonne:

—Pasaba por aquí y me dije, caballero, hace más de diez años que no sé nada de mi amiga Ivonne...          —comentaba en la sala de la casa de Ivonne, tratando de explicar su presencia inesperada. La mujer ofreció una sonrisa forzada y le invitó a sentarse. Del interior de la casa apareció un joven fornido, recién salido del baño, que también sonrió. Extendió la mano a Floro mientras Ivonne los presentaba:

Mi esposo Ryan; Florindo, un amigo de la universidad.

Liana:

Tocaba la puerta y recordaba que Liana era la rubia más linda y más rica de la universidad. Sus amigos (incluyéndolo a él) la asediaban constantemente. Todo lo contrario de Nilda, la trigueña del grupo, que no estaba mala, pero que no tenía mucho ángel para los muchachos.

Liana mostró verdadera alegría al verlo:

¡Floro! ¡Qué bueno verte después de tanto tiempo! Floro se sentía alagado, pero no dejaba de mirar la bata de casa que permitía entrever un hermoso cuerpo.

«¡Qué buena está todavía!», pensaba Floro, mientras la boca se le hacía agua.

¡Nilda, mira quien está aquí! Gritó Liana hacia el interior.

«¿Y Nilda vive aquí?», preguntó Floro.

Sí hace varios años que vivimos juntas. Contestó Liana, que seguía sonriendo. Un par de horas después, sentados en la sala, botella de ron mediante, Nilda le confesó que se ponía muy molesta cuando los muchachos del aula jugaban a la pelota y no la pedían. Liana no pudo opinar nada al respecto pues se acostó temprano. A fin de cuentas, ella no sabe nada de pelota, ni de boxeo, ni de lucha…

Dania:

Aún eructaba el alcohol que había consumido la noche anterior en compañía de Nilda y se preguntaba qué carajo hacía allí, sentado en una modesta y regada cocina de una casa donde, además de seis niños de diferentes edades, estaba Dania que no paraba de hablar «¡Pero qué bien tú te conservas, Floro, estás igualito! En cambio, yo… bueno, imagínate, he parido seis veces y ahora, para colmo, el padre de los niños se fue con la bodeguera. ¡Casi siempre es al revés! ¿No es verdad? ¿Y tú? ¿Me dijiste que te habías divorciado?»

A la memoria de Floro (con el background de la voz de Diana) acudían imágenes de su casa, de su matrimonio…. De pronto, como quien vuelve en sí, respondió «¡No, no, todavía no!»

Sin apenas despedirse corrió a casa, sacó a Pluto (que llevaba tres días sin comer y por ende sin hacer caca), recogió los regueros como pudo y salió a recibir a Elena. Todavía faltaban varias horas para la llegada, pero bien valía la pena estar allí, para cuando llegara, darle un beso, un abrazo y salvarla de la humanidad.

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