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Paisajes cinematográficos avistados en Toronto

Cine con propósitos nobles y varias ilustres misiones que cumplir, exhibió el festival de festivales que sigue siendo Toronto, incluso en esta época marcada por la entronización totalitaria de las grandes empresas norteamericanas del entretenimiento y el streaming

Autor:

Joel del Río

Cine con propósitos nobles y varias ilustres misiones que cumplir, exhibió el festival de festivales que sigue siendo Toronto, incluso en esta época marcada por la entronización totalitaria de las grandes empresas norteamericanas del entretenimiento y el streaming, que muy poco espacio dejan en los mercados mundiales para el cine independiente o realizado fuera de Norteamérica.

Y aunque los titulares de la llamada gran prensa estuvieron atentos, sobre todo, a las pasarelas de Jennifer López (impactante en su gracioso papel de stripper empoderada en la nueva película Hustlers), hubo por lo menos 20 o 30 películas muy notables, y de muy diversos temas, procedencias y estéticas. Ninguna de ellas logró acaparar tanta atención mediática como aquella en la que Joaquin Phoenix hace una espectacular interpretación de Joker (el enemigo jurado de Batman) o en la que Tom Hanks se convierte en un personaje televisivo muy popular en Estados Unidos en los años 60 del pasado siglo, la convencional A Beautiful Day in the Neighborhood.

De los grandes certámenes cinematográficos, Toronto es el único cuyos principales premios los concede el público mediante votación. Debe aclararse que se trata del festival que vende mayor número de entradas en el mundo. La favorecida este año resultó ser la sátira del nazismo titulada Jojo Rabbit, dirigida por Taika Waititi, quien se había anotado un exitazo con Thor: Ragnarok dentro de la saga de los superhéroes creados por la Marvel.

Originario de Nueva Zelanda y asentado largo tiempo en Alemania, Waititi tuvo que asumir el papel de Hitler (ante la negativa de varios actores) en esta polémica burla de la filosofía del odio y el racismo, protagonizada por un niño que pertenece a la Juventud Hitleriana y es adoctrinado por su amigo imaginario, nada menos que el Führer en persona, sobre todo en un momento en que Jojo, que así le llaman al pequeño, enfrenta un conflicto de lealtades suscitado por el descubrimiento de que su madre (Scarlett Johansson) colabora con la resistencia y protege a los judíos que él debiera detestar y delatar.

En segundo lugar quedó Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach, que remarcó la omnipresencia de la Johansson en Toronto en tanto protagonizó también este drama autoral e intimista, igualmente aclamado por las plateas. Aquí la actriz retoma el placer de representar seres complejos, de carne y hueso, en un tipo de cine menos pueril y espectacular, nada que ver con las superheroínas, sensuales y resultonas, que encarnó últimamente en los tres taquillerazos dedicados a los Avengers. De este modo, Scarlett se transformó en la mejor pagada del mundo, sobre todo después de encabezar el reparto de la venidera Viuda negra, un desprendimiento o spin-off de los mencionados vengadores, de modo que conjuga fortuna y prestigio, pues seguramente será candidata al próximo premio por la historia del doloroso proceso del divorcio.

El tercero de los filmes preferidos por al auditorio es el gran fenómeno cinematográfico de 2019, como mismo lo fue la mexicana Roma el año pasado: Parásitos, del coreano Bong Joon-Ho (laureado con la Palma de Oro en Cannes), viene a ser la más contundente denuncia de la desigualdad social, vista últimamente, y expresada a través de un thriller expresionista, sobre una familia de pícaros delincuentes (madre, padre, hijo e hija) que consigue infiltrarse, como empleados, en la lujosa mansión de una pareja burguesa, frívola y prepotente. Abundan los subrayados visuales, y estilísticos, que refuerzan hasta lo inaudito la atmósfera de suspenso febril en la pugna que se establece entre los desalmados que habitan a ambos lados de la frontera entre las castas. También explora en las fuerzas latentes del caos y el crimen el apocalíptico filme indio Jallikattu (Lijo Jose Pellissier) conceptuado como otro de los mejores vistos en el festival y que se concentra en la persecución de un búfalo escapado, cuya cacería se transforma en el desate de un salvajismo inimaginable.

Además de conferirles visibilidad internacional a filmes producidos fuera de Estados Unidos, la cita de Toronto se ubica en la primera línea de refuerzo de la diversidad, pues el 35 por ciento de los presentados fueron dirigidos o codirigidos por mujeres. Lugar muy especial ocuparon las realizadoras francesas, particularmente Celine Sciamma con el drama histórico de una pasión lésbica ambientada en el siglo XVIII, Retrato de una mujer que arde. En Próxima, Alice Winocour muestra los conflictos de una astronauta que divide el tiempo entre su hija pequeña y el duro entrenamiento previo a salir al cosmos. Mati Diop, en Atlántico, habla sobre dos enamorados que buscan una mejor vida, por cualquier medio, en el Senegal contemporáneo, en tanto la actriz-realizadora Julie Delpy protagoniza My Zoe, acerca de una madre divorciada que es llevada por las circunstancias hasta los extremos.

Mientras que el japonés Hirokazu Kore-eda, un especialista en dramas filiales de fuerte perfil sociosicológico, ambientaba La vérité en Francia, el francés Olivier Assayas rodaba en Cuba, con un elenco internacional que encabezan el venezolano Edgar Ramírez, la española Penélope Cruz y el mexicano Gael García Bernal, Wasp Network o La red avispa, que narra, en las claves del cine de aventuras, pero inclinado al testimonio y el verismo, la gradual infiltración de varios cubanos en las organizaciones anticomunistas del sur de la Florida. Por cierto, algunos medios eligieron a García Bernal como el actor latino rey de Toronto 2019 en tanto figuró como el actor principal también en la producción chilena Ema, de Pablo Larraín (quien lo dirigió antes en las recordadas No y Neruda), y además participó como cineasta con su apreciable segunda película, Chicuarotes.

De las que alcanzamos a ver, una de las más tranquilas y tiernas, sin deslumbramientos ni altisonancias, fue La vérité, con Catherine Deneuve y Juliette Binoche, en torno a una estrella del cine francés que publica sus memorias y se rencuentra con su hija, quien regresa de Nueva York, donde vive casada con un actor norteamericano de segunda fila. En su aspecto menos aparente, pero más atractivo, La vérité propone una mesurada confrontación de perspectivas sobre la falibilidad de la verdad, máxime cuando se trata de un personaje eternamente histriónico. El maestro Kore-eda intenta, como siempre, representar un estadio de la verdad en lugar de tratar de aprehenderla por completo, mientras los personajes reviven un pasado elusivo, frágil, que escapa a toda etiqueta.

También captaron la preferencia de los espectadores los filmes británicos Blackbird, Esposas militares, Radioactivo y Judy, estos dos últimos consagrados a biografiar, respectivamente, a la científica Marie Curie, única mujer que ganara sendos premios Nobel en dos diferentes disciplinas, y a Judy Garland, la mayor estrella del entretenimiento en Estados Unidos, vista en sus últimos días, cuando intentaba superar sus múltiples crisis, y cantaba como podía en escenarios londinenses.

Renee Zellwegger entrega en Judy una brillante y conmovedora interpretación de la persona que encabezó los carteles de El mago de Oz y Nace una estrella.

Susan Sarandon y Kate Winslet coinciden en Blackbird, dirigida por el recordado Roger Michell (Notting Hill), la cual cuenta lo que ocurre cuando una mujer, aquejada de una enfermedad terminal, reúne a su familia para comunicarles su voluntad de morir. Entre la comedia, el melodrama y el musical se mueve la inspiradora Esposas militares, con un amplio reparto femenino que conduce Peter Cattaneo, quien aquí logra repetir, con bastante acierto, el espíritu y la esencia de aquella memorable Full Monty.

Producción británica, norteamericana y argentina, Los dos Papas es el nuevo filme del brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios), quien se dedicó a ficcionar, a partir de testimonios y acontecimientos reales, las diferencias más o menos irreconciliables entre dos poderosos hombres de fe: Joseph Ratzinger, convertido en el Papa Benedicto XVI, y su sucesor, el cardenal Jorge Mario Bergoglio, devenido Papa Francisco I. Anthony Hopkins y Jonathan Pryce les confieren a sus personajes los matices precisos para simbolizar, con elocuencia, el conflicto entre conservadurismo y progreso. A pesar de la supuesta prédica ideológica, teológica y trascendental, Los dos Papas resulta, de manera sorprendente, simpático e incluso emotivo, y lo suficientemente profundo como para proveerle un mensaje positivo y cercano a cualquier espectador.

Aunque formaba parte de la escuadra británica, el largometraje de Meirelles contribuyó también a que los críticos y espectadores se fijaran en la embajada brasileña, la más impactante entre las que procedían de América Latina, gracias a cuatro títulos destacados: la alucinante e inconformista Bacurau (Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles); la episódica y agridulce Tres veranos (Sandra Kogut); el melodrama contenido sobre la resiliencia femenina, La vida invisible de Eurídice Gusmao (Karim Ainouz); y La fiebre (Maya Da-Rin), que recrea un tema ambientalista en Manaos, el corazón de la Amazonía. Esta tetralogía pudiera conformar una suerte de respuesta cinematográfica a los difíciles tiempos que vive el audiovisual brasileño más progresista y emergente, mirado con recelo por un Gobierno achantado en el conservadurismo.

Cuba estuvo presente no solo a través de La red avispa, sino también mediante el estreno mundial de Agosto, ópera prima del destacado documentalista, egresado de la Escuela Internacional de Cine y TV, de  San Antonio de los Baños, Armando Capó. La coproducción en la que participan Francia y Costa Rica contó con cinco pases colmados de público en el multiplex Scotiabank Theatre. Ilustra la llamada crisis de los balseros, a principios de los años 90, en tanto la cámara sigue parsimoniosamente a Carlos (14 años) a lo largo de un verano caótico, porque implica la pérdida o el distanciamiento de varios seres queridos.

Como seguramente formará parte del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, nos reservamos para ese entonces un ahondamiento mayor en este filme, bastante singular en el discurso habitual del cine cubano. Por ahora, quede solo constancia de que Agosto se estrenó en Toronto, dejando una memorable huella de inocencia empapada en salitre.

Jennifer López como la stripper de la película Hustlers. Foto: Joel del Río

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