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Buena Fe: Las canciones nos abrieron las puertas

¿Cuál ha sido la fórmula de Buena Fe en estos 20 años? La misma que se aplica a cualquier empresa humana que pretenda ser exitosa, disciplina, enfoque, constancia, perseverancia, y entre col y col, armonía: cariño, urbanidad, humanidad, sensibilidad, solidaridad, amor

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

«¡Claro que ha habido muchos sí y muchos no, todavía los hay y ojalá que nunca falten. Es el mejor modo de crecer, de superarnos, de sostenernos, siempre que sea sobre la base del respeto, del cariño y del amor por la música, siempre que no se pierda la hermandad y los objetivos comunes». Ahí también ha estado el secreto de la permanencia del Buena Fe no solo en el panorama música cubano de los últimos 20 años, sino además en el corazón de su público multitudinario.

Las palabras son de Israel Rojas. Fue lo que le respondió a Juventud Rebelde cuando el diario le comentó cómo él y Joel Martínez dan la impresión de mantener una relación de amistad y trabajo en verdad perfecta, aunque siempre le quede la duda de que, si después de tanto tiempo, no ha habido entre ellos alguna que otra diferencia. «Sinceramente, nos dice, muchas veces hemos querido cogernos por el pescuezo y caernos a pescozones, pero la bravura dura hasta que llega la próxima canción.

«Joel y yo hemos logrado que nuestros objetivos sean hasta hoy los mismos de los muchachos de la banda, a pesar de que pueda existir entre nosotros diferencias de todo tipo, pero es genial que sientan y crean que dentro de la canción de autor podemos dejar una huella en Cuba, que lo que hacemos marca una diferencia.

«Quienes no nos entienden o son enemigos estéticos de Buena Fe, lo mismo políticos que conceptuales, a la larga nos respetan porque reconocen que hemos sido fieles a nuestro trabajo. Les puede gustar o no lo que escribimos o cantamos, pero no se puede borrar, la obra está ahí. Todos creemos que lo que hacemos es importante, cuando nos encontramos en las redes sociales a personas que se tatúan la pica de Buena Fe, un verso o la frase de una canción. Cierto que algunos lo hacen por esnobismo, pero a otros los mueve la convicción, porque siente que en ese paquete de canciones hay un pensamiento, una plataforma de vida que los ayuda a orientarse.

«Experiencias de ese tipo tiran de nosotros mucho más que nuestras discusiones, que las hay, a veces muy difíciles, pero siempre con un final feliz, con un abrazo o un “tú estás del carajo”. Ese ciclo de bronca y reconciliación ha sido muy placentero, muy gratificante».

Tal vez por esas razones, se hayan puesto por nombre Carnal al disco con el que han estado celebrando estas dos décadas de fundados. Una palabra que posee más de un significados;e incluso en el oriente, de donde somos nosotros, hasta se emplea para llamar a los socios. De hecho, reconoce Israel, esto último está entre las razones, «pero es más subyacente, la fundamental radica en que queríamos que este disco tuviese la menor cantidad de ficción posible.

«Buscábamos contar historias que hemos venido recogiendo desde hace 20 años. Cada una de las temáticas que las han provocado son muy carnales, íntimas, muy vividas. Con ese concepto comenzamos a trabajar esta nueva producciónque los muchachos de la banda fueron haciendo suya en la misma medida en que se ampliaban los horizontes creativos y le iban poniendo más corazón y entrega. Se convirtió en una experiencia tan carnal para ellos que me llamaban a las cuatro de la mañana para decirme lo que se les había ocurrido. Poco a poco el material que iba surgiendose empezó a parecer más y más al Buena Fe que hemos sido y somos.

«A todo lo anterior se sumó lo que me decías sobre cómo este término se ha usado para designar a los amigos, a esos hermanos que hemos sido Joel y yo: una hermandad que se ha ido transmitiendo a los muchachos de la banda, hasta convertirnos en una verdadera familia».

                                                                               Fotos: Cortesía del entrevistado

 

‒Quieres decir que quien escuche Carnal puede llevarse una idea exacta de los preceptos estéticos y conceptuales de Buena Fe...

‒Sin duda alguna. Carnal es una especie de resumen de los pasos investigativos, experimentales, que han signado nuestro quehacer. Reúne los más diversos géneros: baladas, rock and roll y lo caribeño con sonoridades más pop, más folk, sin que se deje de notar lo autóctono, lo propio. Por eso aparecen canciones como Ni una más, un homenaje a la trova espirituana, o como Patakí de libertad, que reverencia a la tumba francesa; o como Música vital, la cual toma elementos de esta última pero tambiéndel changüí yel nengón...

«En cuanto a las temáticas nos acercamos, como en otras ocasiones, a la emigración por medio de Mujer ciudad; al amor y al desamor en Mía, Quién soy yo, Cámara lenta...».

Carnal evidencia una vez más que Joel y tú no reniegan de sus raíces...

‒Sinceramente no queríamos que Carnal estuviera alejado de esas sonoridades muchas veces preteridas, estigmatizadas, no podemos escaparnos de lo que somos, sino por el contrario, zambullirnos dentro. Confieso que de muchacho no les tenía mucho cariño, me resultaban algo marginales, sin embargo, la vida me ha dado la oportunidad de revaluar ese criterio mientras iba creciendo en lo cultural y en lo espiritual. Empecé a notar su gran valía, sobre todo, a partir del preuniversitario donde,gracias a la presencia de Ernesto Llewellyn, hoy director del Ballet Folklórico Babul, pero entonces instructor de arte en el municipio de Niceto Pérez, me puse en contacto con ese folclor franco-haitiano que iba más allá de los toques de barrio que conocía, de matiz más religioso.

«A este destacado coreógrafo, un verdadero conocedor, un profesional, le iba la piel en mantener viva aquella diversidad de toques y bailes, lo cual me hizo entender que detrás de aquello que a mí me parecía tan cotidiano, tan mediocre, había una increíble riqueza, una musicalidad tremenda, una belleza enorme. Era la época en que, como mis contemporáneos, estaba más metido en el rock and roll, en el break dance y la música gringa que entraba por la Base Naval, en esa embromadera propia de mi juventud más temprana. Sin embargo, este universo increíble llegó a  competir y colocarse entre mis preferencias primeras.

«Nunca toqué un tambor ni bailé en una danza, porque me daba mucha vergüenza, pero el oído permanecía muy atento durante los ensayos que no me perdía. Ese mundo mágico me atrapó por siempre: ese misticismo y esa cultura. Y después encontré al gran Boti, verdadero legitimador de esa diversidad cultural. Llegó un momento en que en vez de ser un tipo que renegaba de esas raíces, se sentía superafortunado de haber nacido en un sitio tan lleno de colores musicales y de expresiones auténticas».

La historia verdadera

                                                                                Fotos: Cortesía del entrevistado

 

‒Han transcurrido unos cuantos años de que, guitarra al hombro, Joel y tú se lanzaran a conquistar La Habana...

‒Mira, José, lo cierto es que todo ocurrió como por accidente. Cuando comenzamos ni por la cabeza me pasó que sucedería todo lo que hemos vivido. Al principio, Joel me contagió con su entusiasmo y a mí me pareció interesante: se me ocurrían canciones que luego me costaba mostrar a los intérpretes profesionales de Guantánamo. Fue una manera de montar los temas, grabarlos en un casetico y enseñarlos, mientras me divertía.

«Pero ocurrió que me enamoré del proyecto, le empecé a poner pasión. Aquello que al inicio le dedicaba una hora, terminó siendo el objetivo de mi existencia. Ayudó mucho que la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de Guantánamo nos ofreciera la Casa del Joven Creador como plataforma, al tiempo que posibilitó nuestro encuentro con lo que hoy es la Trovuntivitis, con los muchachos de Santiago de Cuba (Vivanco, Felipón, Léster, Sosa y Ernestico), con Lafitta y Norge Batista en Las Tunas, con los de La Habana y del resto del país. Había tantos defendiendo su obra con la guitarra, que a mí me parecía fantástico.

«Cuando llegamos a ese mundo me di cuenta, en primer lugar, de que era un aficionado, pero jamás regresamos derrotados. Joel me decía: “nosotros podemos llegar a ese nivel, solo debemos ensayar más, crear, perfeccionar el trabajo”. Poco a poco la distancia se fue haciendo más corta... Te aseguro que todo se pensó desde Guantánamo, nunca pensamos emigrar, irnos, no lo veía. Ya tenía un niño, me había graduado, quería desarrollarse dentro de mi profesión, pero una cosa fue llevando a la otra trepidantemente, sobre todo cuando Julio Ballester, para ese entonces director de la EGREM, nos vio tocaren y nos propuso hacer nuestro primer disco.

«Viajamos a La Habana con la idea de retornar, mas nos dimos cuenta de que sería imposible: la misma EGREM nos puso la “precisa”: “Estamos muy interesados, pero desde Guantánamo no podrá ser, deberán quedarse para poder proyectar el trabajo”. Creímos que valía la pena el sacrificio. Hubo compañeros que se sintieron traicionados, porque comenzamos por la trova. Sin embargo, Déjame entrar era justo lo que habíamos soñado, pero en Guantánamo no existían condiciones para materializarlo. ¿Quién iba a dejar lo seguro para arriesgarse con un par de locos?...».

‒Entonces los dejaron entrar ¿y llegó la felicidad?

‒Nos costó mucho después del disco. La primera banda la vinimos a armar, sólidamente, a partir de Arsenal; durante todo ese primer período los músicos que nos acompañaban ni siquiera tenían mucha fe. Vivíamos de cantar las canciones grabadas y otras, a guitarra limpia, en el Club Imágenes donde teníamos un espacio habitual, o en la cafetería del Habana Libre, porque hubo quienes nos ayudaron para que nos coláramos por aquí y por allá. A veces con esa banda de irresponsables que andaba con nosotros (sonríe) hicimos el Mella...

«Era todo muy aventurero. En el fondo pensaba que era solo una etapa, hasta que encontramos estos otros músicos que me hicieron pensar que Buena Fe podía ser un proyecto de vida. Pero esos primeros tiempos fueron superdifíciles».

‒Te creo. Ahora Buena Fe es un grupo exitoso, pero sé lo que puede llegar a costar...

‒Hay anécdotas que ahora las cuento y parecen bonches… Recuerdo que estuve alquilado en un lugar donde una pared de ladrillos puesto de lado, era lo que separa a mi cama de un corral de puerco. Cuando llegaba a las 4 de la mañana de tocar, solo tenía una hora para dormir plácidamente, porque a las cinco le echaban la comida y era imposible acomodar el sueño con tanta felicidad porcina del otro lado.

«Era realmente complicado... Cuando por fin lograba una entrevista de radio, por ejemplo, sabía que debía salir casi a las seis de la mañana de La Rosita para llegar a tiempo y luego pasarme el día de emisora en emisora con el disquito debajo del brazo, tratando de colocar los temas. Es un período que recuerdo con cariño, pero a veces solo había en el bolsillo lo suficiente para coger la guagua o un camello que me regresara, no me daba ni para una pizza.

«Les agradezco infinitamente a mis tíos Luis y Rosa, fallecida a principios de año, quienes me acogieron con mucho cariño, mas era consciente de que no podía estar en su casa por siempre. No obstante, nunca se libraron de mí, porque cuando la cosa se ponía cabrona, iba y les pegaba la gorra... No exagero si te digo que esos tres primeros años, hasta el 2003, 2004, fueron terribles, como difícil fue llegar a la Televisión con la ilusión de que por fin grabaríamos un programa y que el director nos dijera que vestidos con esa ropita no podía ser...

«Desde entonces comprendimos que nadie te regala nada.  Si estamos hoy aquí ha sido porque las canciones nos fueron abriendo las puertas, aunque muchas veces llegó a suceder que algunas un poco polémicas ‒en el sentido de que intentaban contar la realidad social en su ternura y en su crudeza‒ nos buscaron enemigos a quienes no les caía bien lo que hacíamos… Ya entendimos que, obviamente, hay personas que tienen una diferencia estética con nuestro quehacer, lo cual es respetable, como otras a las que no les gusta nada, porque creen que detrás había una intención que ahora no coincide con su propia intención, y nos tildan de oportunistas...

«Lo que sí estaba claro es que debíamos hacer la canción. Si ella nos sacó de Guantánamo, ella nos abriría los caminos. A la larga ese principio se ha mantenido y es la razón de por qué la creación sigue siendo lo esencial. Sé que ningún trabajo anterior me puede salvar de cara a lo que vendrá mañana. Solo se puede enfrentar lo que recientemente sucedió en el Karl Marx con la convicción de que aunque la gente no hubiera escuchado Carnal, le iba a resultar interesante».

Motivos de canción

                                                                                 Fotos: Cortesía del entrevistado

 

‒¿Cómo Buena Fe ha podido conectarse con un público tan amplio y tan diverso? Me parece grandioso que pueda llenar el Karl Marx tres días y tener que programar otras dos funciones más...

‒¡Y hasta a mí!

‒¿Entonces?

‒Aunque la respuesta la tiene el público, te puedo decir que se debe a dos principios fundamentales, aunque hay otros. El primero es la constancia. No puedo entender que un disco se pueda defender por más de dos años. Yo me canso, me aburro. Soy de esos que permanecen atentos a lo que pasa en la sociedad: día por día leo lo que publica Juventud Rebelde, Cubadebate, Granma, veo los noticieros... Quien diga que hoy no cuenta con herramientas para informarse está mintiendo. Todo está lleno de información, el problema es qué hacer con ella.

«Vivir todo el tiempo conectado, actualizado, informado, es muy importante para crear; todo lo que sucede tiene una incidencia directa en el ciudadano, en el cubano que anda a pie o en carro; si intentas cronicar tu tiempo, no puedes hacerlo solo de lo que a ti te parece. La gente me dice: “tú eres inteligente”. No, yo estoy informado. Si algo de inteligencia hay en mí es que sé ver en lo que nos sucede un motivo de canción, una reflexión musical que con un poco de belleza pueda convertirse en canto de muchos...

«El segundo pilar es el trabajo en equipo. ¿Ya tengo la canción?, bueno entonces toca saber qué hago para que no se repita la armonía, por ejemplo. Yo les digo a los músicos: “Mi trabajo es estar informado, crear la canción; el de ustedes, encontrar nuevas sonoridades, otra manera de tocar la batería o lo que sea”. Buena Fe es como una cooperativa en la que cada cual pone lo que sabe. A veces de un solo plumazo ha salido un arreglo estupendo, y hay momentos en que nos hemos metido una semana dándole taller a un tema porque no nos queda.

«Ese vivir creando es el taller de creación en que se ha convertido Buena Fe. ¿Cuál es la fórmula, me preguntas? La misma que se aplica a cualquier empresa humana que pretenda ser exitosa: disciplina, enfoque, constancia, perseverancia, y entre col y col, armonía, cariño, urbanidad, humanidad, sensibilidad, solidaridad, amor...

«Existe un tercer elemento del cual se habla poco. Considero que un factor importante en nuestro caso ha sido la transparencia en la gestión de esa pequeña unidad básica productiva que también es Buena Fe. Si alguien quiere conocer a dónde han ido a parar nuestros dineros, solo debe fijarse en los instrumentos con los que tocamos, en los videoclips realizados. Y es que una parte muy significativa de lo que ganamos lo reinvertimos en nuestro propio trabajo, en hacer que la obra no se quede en el disco, sino que la socializamos. Soy de los que piensa que la gente necesita de tu canción, lo que todavía no se ha enterado.

«Buena Fe funciona como si fuera una cooperativa, literalmente. Cada cual conoce cuánto ganará, no hay invento de que el dúo se llevará la plata y los demás no la verán, no pasó nunca, ni pasará mañana. He ahí una de las cuestiones que no se deben soslayar a la hora de preguntarse por qué llevamos 20 años en este negocio: porque todo parte también de la honestidad.

«Para que tengas una idea: Joel y yo vinimos a tener casa propia hace cuatro años, el resto del tiempo hemos estado invirtiendo en el proyecto, creando las condiciones para, con equilibrio, ir logrando que todo fluya. Una práctica que ha permitido que el resto de la banda confíe en el proyecto y tenga sentido de pertenencia».

 

                                                                                Fotos: Cortesía del entrevistado

 

-Los conciertos de Buena Fe demuestran que no todo está perdido. Entonces, ¿qué se está haciendo mal?

-Hay gente que tiene una gran calidad creativa y lo que necesita es promoción. Otra logra gran promoción, pero su arte es mediocre. ¿Por qué no buscamos un par de musicólogos que auxilien a ese proyecto con swing, que sabe venderse, para que le ponga sustancia a su contenido, u otros especialistas que consigan socializar a quien posee contenido? Les aplicamos la misma tabla rasa a todos, y así no puede ser. Existe un debate muy serio que todavía está pendiente y debe partir de un diagnóstico real.

«Debemos partir de que la situación económica de un país lo rige todo, lo marca todo. Lo que ha hecho Buena Fe, por fortuna, no es exclusivo, pero encontramos agrupaciones con maneras de organización deshonestas para con sus propios integrantes; directores más capitalistas que Rockefeller. Y, encima, exigen del Estado una relación casi de subordinación egocéntrica hacia su proyecto.

«Así no funciona ni en el socialismo, ni en el capitalismo, ni en el sistema que pongas. Agrupaciones hechas y derechas, que tocan con asiduidad en las casas de la música o giran por el mundo, y tienen el coraje de pedir un trombón o promoción; pidiendo lo que no es a Papá Estado. Hay deshonestidad, la crisis económica ha vuelto a la gente medio loca.

«Tiene que haber una discusión a lo interno en el sector musical, una revisión verdadera desde adentro. Por ejemplo, las disposiciones que rigen las grabaciones en Cuba datan de 1992 para una industria que ha cambiado completamente. Cuando se actualicen las dinámicas de organización y de trabajo, posiblemente tengamos un país mucho más diverso en lo musical y en los consumos culturales. De creación no es el problema, te lo puedo garantizar. Este país está lleno de gente haciendo maravillas; el problema es cómo después se las pones en el oído a la gente.

«Nunca como hoy ha habido más canales de televisión y emisoras, más redes sociales a nuestra disposición… vías existen un montón, pero cómo se estructura para que esa maravilla sea lo hegemónico. Ahí es donde estamos perdidos: no hay ciencia detrás de esos fenómenos. Las discográficas no han sido capaces de elaborar una especie de academia, que sea la que legitime, digamos, un único hit parade basado en la creación, en lo intereses nacionales y en el arraigo popular. Falta ciencia, falta entender que los procesos culturales pasan por el consumo. Si se establece que la relación entre Buena Fe y su público es de oferta demanda, no le cojamos miedo. Yo gano por lo que trabajo, si no trabajo no gano. Reconozcamos que hay un mercado y el que el 60, 70 por ciento de los músicos de este país se rige por esas disposiciones. Ordenemos al mercado, metámosle ciencia». 

‒Bueno, ahora mismo Carnal fue grabado con un sello nombrado Vieja Linda Récords, y luego licenciando con Egrem...

‒Es que en el país hay tantos estudios independientes como puedas imaginar (Joel cuenta con uno pequeño en su casa, un home studio, donde empezamos a trabajar un disco acústico). Los estudios profesionales deben quedar para la Sinfónica, para un proyecto de 40 músicos. Te puedo asegurar que en los últimos siete, ocho años, un porciento significativo de los discos más importantes hechos en Cuba han sido registrados en la casa de alguien. Quiere decir que han cambiado las dinámicas, no así las disposiciones.

«¿Significa que las discográficas deben desaparecer? No, solo actualizarse y entender sus roles: fiscalizar la calidad de las grabaciones, producir cuando sean formatos que lo requieran, convertirse en editoras o ubicar los productos en los medios de comunicación. El gran conflicto ahora mismo es que todo eso es la Finca de Don Pío, mas uno se pregunta: ¿es posible que en otros países alguien llegue a las listas de éxitos sin antes pasar por las grandes multinacionales que manejan la industria de la música?, y la respuesta es: absolutamente no.

«En Cuba no contamos con una industria musical establecida, organizada, para eso sirven las discográficas, y deberían estar las editoras y el sistema que compone la industria musical, que debería ser cerrado, blindado, porque, aunque no lo creas, de ese modo también estarías blindando la cultura nacional. ¿Inclusivo? Sí.¿Diverso? Sí, pero organizado también, para que monetice, para que sea rentable, para que esa riqueza no vaya a las manos de dos o tres, sino que se reparta entre todos. Eso es imperativo, eso es de ayer».

Su mejor legado

                                                                                Fotos: Cortesía del entrevistado

 

‒Los discos de Buena Fe empezaron con la producción de José Manuel García...

‒Efectivamente, y así fue hasta Presagios, el cuarto de nuestra carrera, que José también nos ayudó a coproducir. De Catalejo en adelante, a excepción de Extremistas nobles (una producción esencialmente mía y de Frank Delgado)los demás han tenido detrás como cerebros a Adolfo (Fito) Martínez Rodríguez, Ernesto Cisneros y a mí. Fito se ha encargado de la grabación, la mezcla y la masterización; Cisneros es el director musical; y yo determino qué canción sí y cómo la enfrentaremos.

«Fíjate que la gente cree que Fito es solo quien graba. Sin embargo, la calidad de la grabación de nuestros discos muchas veces depende delas herramientas físicas que tengamos para registrar determinados sonidos. Y eso te obliga a ser más creativos y a experimentar, al tiempo que ha transformado a Fito en un productor, en un ingeniero de sonido».

‒Siendo un abogado de formación, te ha tocado aprender muchos de todos estos procesos...

‒Aquí se ha cumplido a la perfección eso de que cortando huevos se aprende a capar. Yo vivo, José, todo el tiempo conectado con esos procesos, y así es imposible que no aprendas...

-Y ha dado resultado, porque Sobrevivientes resultó Gran Premio Cubadisco en 2017, además de haber vencido en otras categorías como Grabación, Fusión...¿Es ese tu disco soñado?

-Sobrevivientes fue un disco soñado, esa es la verdad, pero Carnal me fascina. Creo que a partir de Dial, en que comenzamos a hallar una fórmula que nos ha economizado tiempo, nos hemos vuelto más eficientes, lo cual nos permite dedicarle tiempo a lo que en verdad lo lleva: que los textos queden fluidos (ahora entiendo que muchas veces una emoción no te la dará la palabra, sino la melodía que la acompañea veces escribía de más), por ejemplo. Y eso que tiene que ver con la arquitectura de la canción, lo aplicamos también a la hora de comprar los instrumentos o de elegir el videoclipideal...

‒Te has dedicado a producirles a otros, sobre todo a jóvenes talentos, ¿por qué?

‒Una, porque ya ese saber hacer lo puedo transmitir a otros que están empezando. Dos, porque todos los días te encuentras gente joven creativa, preparada, talentosa, haciendo la canción de autor, a quienes lesha tocado una época muy difícil en la que hay un orden de las cosas que podría ser mejor. El de ahora, a mi humilde modo de ver, le da poco espacio a los más brillantes y favorece al pícaro, al que más dinero oinfluencias posee, al que su producto es más vendible a la corta.

«Si ves que algo así está pasando, ¿te vas cruzar de brazos o pensar: ¡mejor para mí!? Sería una actitud suicida. Como único se puede llegar lejos es acompañado, como asegura el proverbio africano. Siento que juntándonos se va creando una comunidad de gente queridísima, queridísima de verdad, que nos lleva a salir de nuestra zona de confort creativa, mientras con el intercambio nos enriquecemos desde todos los puntos de vista.

«Ayudamos enseñando ese know how, qué video hacer, que canción lanzar, a qué director de radio contactar; ocómo buscar la mayor utilidad pública a un disco de 14 canciones: algunas serán para el hit parade, pero otras de seguro le partirá el corazón a los muchachos que están en el Servicio Militar, hasta que cada unaencuentre su propio camino. Parece bobería pero cuando pasan dos años y ese público se junta, cada cual tiene su canción. Porque no basta con componerla, producirla, grabarla, hay que preocuparse porque llegue a quien la necesita. Por eso te digo: socializar y andar juntos siempre es muy bueno, muy provechoso».

‒En ese deseo de siempre querer ser útil, han participado en las más diversas campañas, la última sobre paternidad responsable. ¿Eres en verdad un padre responsable?

‒(Sonríe) Aprendo a serlo en el proceso…

‒¿Cuántos hijos tienes?

‒Tres, que son mi vida… Mira, siempre digo que soy, como todos los seres humanos, un organismo en perfección. Hoy soy, por ejemplo, menos machista que antes, gracias a implicarme en diversas campañas. Buena Fe fue el primero en involucrarse en la concientización sobre la donación de órganos y tejidos vivos, una experiencia con la cual me acerqué a un universo desconocido, y hasta supe de gente que decía: «sí, estoy de acuerdo, pero no quiero que los órganos de mi hijo se lo den a un negro». Si no participas no te enteras del país en el que vives.

«Si no me implico en la campaña para enfrentar la violencia contra la mujer, no conozco cómo ese flagelo se está tan latente en el país. Si no lo vives, estás hablando catibía, viviendo en el pueblo sin ver las casas. En ese proceso aprendes a dejar detrás prejuicios, prácticas que has heredado de tus padres y crees legítimas.

«Sin dudas, hoy mis músicos y yo somos mejores seres humanos gracias a todas esas vivencias. Por eso en nuestras canciones también intentamos soñar un país mejor, o hacemos críticas agudas que nos inviten a reflexionar. No entiendo cómo se puede ser un cantautor que busca cambiar la sociedad, permaneciendo de espalda a la poesía que genera la gente, al arte que genera la vida de todos los días. Jamás se nos podrá acusar de cantar un país que no conocemos. No conocemos todo el país, pero sí el que cantamos.

«Yo escribo sobre lo que vivo a diario, lo cual me hace sentir orgulloso y decidir lo que les quiero legar a mis hijos: mi convencimiento de que el compromiso también hay que salir a construirlo, no cae sobre tu cabeza o nace con un carné; estar comprometido, es practicar el compromiso todos los días».

 

 

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