Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Para cuando regresen las tablas

Algunas de las novedades teatrales dentro de colectivos de varias provincias y regiones del país

Autor:

Frank Padrón

Dentro de mi habitual crónica sobre el Mejunje Teatral, evento anual con sede en Villa Clara (al que solo falto por razones mayores), prometía un recorrido más pormenorizado por un tipo de propuesta escénica que muy abundantemente puede encontrarse allí y que tiene como esencia las figuras, los títeres y marionetas en función de un público en principio infantil, la mayoría de las veces, pero que en todos los casos busca —y encuentra—  un espectador sin distinciones etarias, que simplemente posea la madurez y sensibilidad necesarias para conectar con el inmensurable mundo de los niños y adolescentes.

El «muestreo» resultó doblemente saludable, pues ya se saben las dificultades para apreciar el quehacer escénico que se realiza fuera de la capital. Pude comprobar entonces varios asertos: la calidad prevaleciente en casi todas las propuestas, la mixtura prácticamente total entre actores y figuras como un medio expresivo más amplio y sólido, desterrando casi por completo la representación  titiritera tradicional; y la presencia de contenidos sólidos, educativos, ajenos a ñoñerías y estulticias de quienes subestiman la capacidad intelectiva de los más pequeños.

He aquí algunas de las novedades en este tipo de teatro «infantil» dentro de colectivos de varias provincias y regiones del país.

Clara Villa para muñecos y sus actantes

El Grupo Guiñol de Santa Cara nos deleitó con Noche de Zarapico, dirigida por Odelí Alonso. El humor, el habla peculiar, la música, la narración oral dentro de la mejor tradición oneliana, la décima y la mitología campesinas se combinaron en una puesta sencilla y deliciosa, que denota un equilibrio muy conseguido entre lo hablado, lo cantado, la actuación y el manejo de los muñecos, mediante excelentes actores que son también músicos, cantantes y profesionales de la manipulación titiritera. 

De un municipio villaclareño, el multicultural Remedios, disfrutamos Entre sombrillas que, bajo la dirección de Yoniel Hernández, une imaginación y dinamismo escénico con singulares figuras cuyos rasgos empalman a la perfección con una historia henchida de música y poesía que la convierten en un trayecto muy disfrutable. Los actores se desdoblan en eficaces manipuladores de los títeres y los objetos emblemáticos, para entre todos establecer un diálogo provechoso con los niños, motivados y partícipes a tiempo completo.

Hablando de esa provincia, su simbólica compañía El Mejunje tiene entre sus flamantes estrenos el espectáculo Yisel que, protagonizado y dirigido por la carismática Idania García Catiñeiras, combina no solo figuras y actrices con gracia y coherencia, sino que subvierte con ironía las directrices del canon en el «cuento clásico» de bosques, doncellas y príncipes, mezclando lenguajes que incluyen la sombra chinesca, los títeres, el audiovisual y el trabajo interpretativo en el que a la incombustible Idania se une su hija, Denet Águila, la cual sigue con disciplina y originalidad los pasos de la notable actriz villaclareña.

De escualos y (otras) ciudades

El Guiñol de la llamada Perla del Sur, Cienfuegos, que dirige desde hace años el también actor Daimany Blanco, tiene entre sus últimos estrenos Un tiburón que quiso ser poderoso, con dirección artística de Cecilio Valdés. Una historia donde el mundo marino, con su estatus de peces feroces o pacíficos, grandes y pequeños, implica una réplica, en cierto sentido, de la sociedad humana, algo que el prestigioso grupo cienfueguero ha logrado plasmar en un relato notablemente escrito, en el cual el sentido del humor va de la mano con la seriedad que pretenden sus enunciados, mediante personajes y situaciones bien armados, elaborados con gracia y solidez, y por tanto muy convincentes.

A ello se suma la hechura de los animales, la escenografía (una imaginativa reproducción del océano) y la manipulación, el movimiento escénico todo que complementa con dinamismo, imaginación y belleza las virtudes que detenta la escritura.

Ese rubro es esencial también en el teatro para niños, pues quizá se piensa que la hechura y acabado de los elementos a manipular y el trabajo de los actores son lo principal para atraer el auditorio, sin embargo, ello no basta. Una obra como Una ciudad, una historia, que coproducen la Guerrilla de Teatreros y el Guiñol Pequeño Príncipe, de Granma, ejemplifica esto: a pesar de que esos y otros rubros escénicos e histriónicos funcionan satisfactoriamente, la armadura narrativa y dramática del texto falla, enturbiada por un excesivo retoricismo, una historicidad demasiado puntillosa, carente de suficientes peripecias y accidentes destinados a mantener el interés del público, sobre todo el más menudo. En esa reciente función se notó distracción en gran parte de esos espectadores, que conversaban, se distanciaban, a falta de un mayor «gancho» en el relato.

Cuentos viejos renovados

Abordar cuentos clásicos desde una perspectiva diferente, resignificando, contextualizando, actualizando referentes desde una clara plataforma posmoderna, signa el quehacer de algunas compañías que trabajan las figuras.

El matancero Papalote, que dirige el veterano René Fernández Santana, trajo una versión de uno de esos relatos: Caperucita Roja. Versados en la sátira, como demuestra su chispeante espectáculo Cubaneando —en este caso sobre rostros de la canción popular nacional—, se enfrentan al conocido cuento de Perrault desde una postura local, dando a personajes y situaciones un sentido de choteo cubano que convierte la historia en una delicia doméstica, que aplauden lo mismo niños que adultos.

Una vez más, la fluidez escénica, la comodidad para (des)vestir los más diversos trajes, el eficaz manejo de los títeres y la combinación no menos lograda con actores (todos de alta profesionalidad y conocimiento de su trabajo), la explotación inteligente del espacio en consonancia con los giros y peripecias argumentales, la elaborada escenografía, a la vez minimalista y funcional, así como la imaginación para diseñar soluciones dramáticas, brillan sobre las tablas y nos hacen perdonarle ciertas reiteraciones y extensión acaso excesiva del discurso. 

Seguiremos…

Cuando todo regrese a la normalidad (esperemos más temprano que tarde) el teatro infantil, juvenil, ¡de todos!, continuará encantando a espectadores de cualquier edad. De hecho, sus cultores no han dejado de hacerlo desde sus casas, «avituallándose» para el retorno… y desde aquí volveremos sobre sus pasos.

Yisel, de la compañía Mejunje, con dirección artística de Idania García, y general de Ramón Silverio. Foto: Jorge Luis Domínguez

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