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Las entrañas de este país

Bajo el sello de la Egrem, Failde con tumbao, tercera producción discográfica de la Orquesta Failde, mueve ya las pistas digitales

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

Cuando se viaja a través de las melodías el alma se derrama. Un disfrute indescriptible cuando cada nota musical está afinada con el corazón y los saberes. Uno de esos entretejidos sonoros responsables de tan exquisito deleite es Failde con tumbao, tercera producción discográfica de la Orquesta Failde. Un producto integrador que hace bullir todo el cuerpo.

«Es un disco con retazos de cosas que nos gustan y alegran el alma», resume Ethiel Failde, el cabecilla de esos jóvenes que la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), representa con este CD, aún con olor a estreno y unas cuantas eclosiones en las listas digitales de promoción musical en varias partes del mundo.

Nacida esta propuesta, tras una difícil, acertada y provocadora selección de ocho temas diferentes, pero semejantes en el coqueteo constante entre la tradición y modernidad, se erige como una verdadera vitrina de más de un siglo de música cubana.

Vuelve a afianzarse como heredera natural de un apellido glorioso de nuestra cultura. Nos regresa una labor arqueológica al interior del pentagrama nacional y foráneo, vestido de cubanía, autenticidad y originalidad.

«Estamos responsabilizados con la música de ayer, que llevamos en paralelo con nuestros intereses. Escucharlo es sentir la evolución de la estructura del danzón desde Miguel Failde hasta temas más contemporáneos. Nos sentimos muy orgullosos de cuidar un legado en medio de tanta moda efímera, competencia y banalidad», acota.

Es por ello que la génesis de esta atractiva travesía musical, emerge con Concierto en Varsovia, compuesta por el inglés Richard Addinsell en 1941 y, el respaldo sonoro del violinista uruguayo Federico Britos y el pianista Alejandro Falcón. Un arreglo en el que la flauta no lleva la voz cantante y permite que la orquesta se muestre plena. Sencillamente, la majestuosidad abre la puerta.

Un paso más adelante está la madre melódica: Esas no son cubanas, de Ignacio Piñeiro, presentada en un duelo vocal entre el boricua Andy Montañez y Yurisán Hernández, cantante principal del proyecto matancero. Desde el primer compás, la experiencia se abraza a la juventud. Una alegría
desbordante obliga a bailadores de todos los tiempos a soltar sus dotes coreográficas.

Mientras, Havana, de Camila Cabello, derrocha pasión en un chachachá, al estilo de un sui géneris grupo gestado en la Atenas de Cuba, que aprovecha el «acento» preciso de la trompeta y la percusión con raíces afro.

Y como clímax se adueña del aliento el clásico de la literatura cubana Me desordeno, de Carilda Oliver, y música de Pedro Pablo Cruz: una soltura de erotismo logrado con maestría, a lo Omara Portuondo. Una voz eterna con constantes guiños a aquella época en que brilló con el cuarteto D'Aida.

«Solo ese tema se pensó a su medida. El resto los encargamos», remarca quien ya ha trabajado en reiteradas ocasiones con la Premio Latin Grammy a la Excelencia Musical. «Todos ratificaron en cada interpretación su compromiso con nuestra cultura y humildad. Consideramos muy importante conocer de sus secretos, los cuales no se transmiten en libros, ni se imparten en las escuelas porque son los maestros de este tipo de música».

Precisamente, por ese respeto y necesidad de beber de sus savias, deleita Nievecita, obra
inédita de Miguel Failde con fecha de 1883. Cada nota nos convence de que la base de charanga danzonera de la Failde se funde con el diálogo entre metales y violines. Entretanto, la flauta de Ethiel la toma de la mano para que la pureza entre como remanso fino por todos los poros de quienes la escuchan.

Y si de desafíos se habla, It do me good, de Brenda Brandon, «levanta» los oídos más conservadores. Además de desnudarnos la sensualidad, gracias a la versatilidad de Yerlanis Junco, ya no como una joven promesa, sino como una voz afianzada, nos confirma que cuando priman las raíces se rompe con facilidad el ropaje foráneo.

Justo, cuando el final de la travesía se deslumbra, destellan La Cumbancha y Tumbao, ambos de Pedro Pablo Cruz, productor del fonograma. Derrochadores de fuerza, encanto y crecimiento no disfrazan el cúmulo de sonidos del danzón, danzonete, mambo, chachachá, bolero, son, guarachas, salsa, timba, tango… Luego de escucharlos quedan unas enormes ganas de conocer más sobre la música original de la Orquesta Failde. Una deuda a tomar en cuenta para próximas
entregas discográficas.

«Cuidamos mucho el sonido para lograr una mayor nitidez de nuestra música tradicional, gracias al uso de la tecnología. Por eso, apostamos porque cada instrumento se escuche tal y como somos. Sin dudas, ha sido un proceso de crecimiento y muchas enseñanzas», reconoce quien espera porque termine la COVID-19 para la realización del disco físico con más temas.

Una responsabilidad, que además de los arreglistas Gonzalo Rubalcaba, Alejandro Falcón, José Antonio González Font y Yosvany Terry; músicos e invitados, recayó en los ingenieros de sonido Daelsis Pena, en Cuba; y en Nueva York, de Ignacio (Nacho) Molino y Alex Psroudakis, multiganadores del Premio Grammy.

«No tratamos de poner de moda el danzón. Simplemente que las personas puedan sentir orgullo de su historia y valores. Sus mutaciones palpables han posibilitado que siga vivo», concluye este joven defensor del legado de Las alturas de Simpson, presentado por su tatarabuelo en 1879.

Luego de haber interactuado con sus dos CD anteriores: ¡Llegó la Failde! (2016) y Siempre tu voz (2019), ambos con la Egrem, definitivamente Failde con tumbao se corona con la madurez y una imagen sonora definida. Una sincera veneración a la columna vertebral de nuestra música cubana: el danzón, pero aliñado con puntos exactos de contemporaneidad. Garantía segura para llegar a sus públicos metas: la juventud y las personas de la segunda y tercera edad, porque cada compás nos transporta a las entrañas de este país.

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