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Memorias de un escenógrafo

Para rendir homenaje al importante director de arte Pedro García Espinosa, fallecido este 14 de agosto, JR reproduce fragmentos de una entrevista
que le concediera a la ACN en 2016

Autor:

Juventud Rebelde

UN filósofo dijo alguna vez que recrear la realidad puede ser más real que la realidad misma; siendo consecuente con esa fórmula, Pedro García Espinosa ha dedicado su vida al artificio de simular contextos, detalles, circunstancias.

 A los 84 años, Pedro ha dejado huella como escenógrafo en más de una treintena de filmes (Baraguá, Lucía, Aventuras de Juan Quinquín, Cecilia), también en la televisión y el teatro, y ha integrado algunos de los proyectos más importantes de la historia cultural del país como la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo y la fundación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic).

De una familia de cuatro hermanos, donde «todos, menos la hembra, salieron artistas», García Espinosa ha incursionado, además, en la plástica con aproximadamente 15 exposiciones personales y unas 300 obras.

¿Qué llegó primero a su vida, el cine, la plástica, el teatro, la televisión?

—La plástica vino primero, desde los siete años cuando le hice un dibujo a mi mamá igualito, al otro día mi padre, que era autodidacta y también poeta, se apareció con hojas, lápices, creyones, acuarelas, y algo que con el tiempo me sería muy útil: una goma grande de borrar. Con un amigo suyo, aprendí de los pintores famosos, luego entré en la escuela San Alejandro, donde empezaron mis primeras actividades políticas.

—¿Cómo se vincula al mundo del cine?

—Después de terminar en San Alejandro no pude entrar a la universidad porque tuve que trabajar como tapicero para ayudar a la familia en una mueblería pequeña que tenían mis padres. Al mismo tiempo empiezo en la televisión como diseñador, e inauguro el Canal 4, llamado entonces Unión Radio. Por esos años, mi hermano Julio (Julio García Espinosa) y Titón (Tomás Gutiérrez Alea) regresaron de estudiar cine en Europa, se unieron a Alfredo Guevara y fundaron la sección de cine en la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, a la cual yo me uní y donde nos formamos quienes más tarde conformaríamos el Icaic.

«En esa etapa fui a Italia a estudiar donde mismo lo había hecho mi hermano, al Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Allí recibí clases del profesor Virgilio Marchi, el escenógrafo más importante del neorrealismo italiano, y conocí a los venezolanos Daniel Oropeza, Alfredo Lugo y al argentino Alejandro Zaderman.

«Además, tuve la oportunidad de hacer mi tesis de graduación como asistente del escenógrafo Gastone Medín en La Ciociara, una película dirigida por Vittorio De Sica, en la cual diseñé el set de la carbonería y laboré con Jean Paul Belmondo y Sophia Loren, que luego obtuvo el premio Oscar por ese trabajo a mejor actriz».

Una vez en Cuba, ¿a qué proyectos cinematográficos se vinculó?

—Al regresar a Cuba, por 1961, trabajo entonces en la película Realengo 18 y luego con mi hermano Julio en El joven Rebelde. En medio de la filmación nos sorprendió la invasión a Girón, pero tuvimos como consigna no parar la producción. Fueron años en que se demostró al mundo que en el país existía un verdadero movimiento cinematográfico a escala internacional.

«Como todo lo que comienza, al principio hubo que desarrollar mucho el sentido de la invención, sobre todo para un director de arte; en el filme Lucía, por ejemplo, diseñé un equipo para simular ahorcados que todavía se utiliza. Antes de este, se ataba a la persona por debajo de los brazos y se notaba falso porque la gente quedaba con los hombros hacia arriba; un ahorcado nunca pone los hombros hacia arriba, al contrario, se le caen y la cabeza de alza.

«Otro proyecto importante fueron las alas de la película Un señor muy viejo con unas alas enormes, del argentino Fernando Birri, quien eligió mi diseño entre otros cinco proyectos. Para esas alas vi varias películas donde se podía apreciar este tipo de trabajo, estudié la composición y el orden de las plumas, hasta estuve en el zoológico analizando una garza con sus alas abiertas, porque un director de arte debe investigar mucho, de las texturas, los colores, la época en que se desarrolla la trama y la imagen en general».

—Usted es de los pocos sobrevivientes que quedan de El Mégano, ¿cómo está relacionada esta cinta con la formación de nuestro cine nacional?

—Para hablar de los inicios debemos remitirnos al Cineclub y al trabajo de organizaciones culturales como la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo y su sección de cine, de la cual nació la idea de llevar a cabo los postulados del neorrealismo italiano y también El Mégano.

«El Mégano se filmó en 1956 y su realización duró todo el año, íbamos los fines de semana para la Ciénaga de Zapata en unas chalanas y menos los actores que interpretaron el papel de turistas, el resto de los intérpretes eran carboneros y familiares de estos.

«Mi trabajo en la película consistió en diseñar un dolly que Julio necesitaba para hacer un plano de un movimiento hacia adelante a la cara de Pastor, el protagonista, y usar cámara en mano no era conveniente. También diseñé unos andamios con los que se haría la filmación desde arriba.

«El documental se pudo proyectar una sola vez en una sala del entonces edificio Odontológico, frente a Coppelia, pues Manuel Valdés Rodríguez, el director del cine de la Universidad, dijo que lo comprometía políticamente. Al otro día vino la policía, se llevó la película y metió preso a mi hermano.

«Siempre vivimos con la incertidumbre de si habían destruido o perdido el filme. Afortunadamente, el mismo 1ro. de enero de 1959, con el triunfo de la Revolución El Mégano se pudo rescatar en los archivos del campamento de Columbia, se le agregó el sonido y la música, y se trajo al ICRT a los campesinos protagonistas para la grabación. Hoy, se conserva en la Cinemateca del Icaic».

—Llegado casi a las nueve décadas, ¿se mantienen la energía, las ideas, quedan proyectos para seguir creando?

—Bueno, actualmente ocupomás el tiempo pintando, mi última película como director de arte fue Reina y Rey, dirigida por mi hermano Julio. Recientemente realicé dos documentales, uno sobre la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo y otro sobre la personalidad de Octavio Cortázar, junto a mi otro hermano Humberto. He hecho varias exposiciones en Fresa y Chocolate, en la Uneac. Justo ahora se exhibe una titulada Caminos, en el hotel Vedado, la cual transita por las tres etapas de mi pintura.

«También está en proceso, a cargo de Ediciones Icaic, un libro anecdótico sobre mi experiencia como escenógrafo que debe estar listo antes de finalizar este año. Solo espero, si la salud me ayuda, seguir produciendo artísticamente».

Fundador del Icaic, intervino como creador en importantes películas de la cinematografía nacional como Lucía, de Humberto Solás. Fotograma de la película

 

 

 

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