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En la actuación está toda mi verdad (+ Fotos y Video)

Son los personajes los que me hacen vivir con mayor o menor intensidad, sea en el medio que sea. Ellos me atrapan y hacen que adore un proyecto, asegura Denys Ramos, uno de los protagonistas de El rostro de los días

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Todo empezó por un juego. Denys Ramos recuerda que al doblar de su casa en el Vedado habanero, su hermano acostumbraba a jugar fútbol con sus amigos, «y yo salía con un pomo de spray y empezaba a mojarlos diciendo que era champaña. Volvía a llenarlo de agua y regresaba con la misma intención, así me la pasaba corriendo, tanto o más que los muchachos del piquete. Uno de ellos, Alexis Guerra, se encontraba en el grupo de Humberto Rodríguez y un buen día me dijo que andaban buscando niños para actuar. “¿Te gustaría ir a un casting a probar? Porque me parece que tienes condiciones”, me embulló y yo acepté.

«Mi mamá me llevó a las audiciones que aprobé. Entonces supe que actuar era una profesión. Yo no decidí ser actor en ese momento. Ocurrió tres años después en La Terraza, el taller de Adolfo Llauradó, donde descubrí, además, que la actuación se estudiaba en una academia y que era una carrera a la cual podías dedicarte toda la vida», reconoce este actor de 36 años, entre los protagonistas de El rostro de los días, telenovela que este viernes llega a su final.

‒¿Qué tan especial ocurrió en La Terraza?

‒Sucedió que por primera vez daba clases con gente de mi edad, a lo cual se sumó que Adolfo Llauradó y Luis Ubaldo Benítez, mis inolvidables maestros, consiguieron despertar en mí un amor por la actuación y el teatro, por las artes todas, un asombro tan constante, que ya era incapaz de verme en el futuro de otra manera distinta que no fuera en las tablas, disfrutando de la felicidad.

«Desde pequeño, como casi todos los niños, hacía juegos de roles: me convertía en los diferentes personajes de las películas, de los muñequitos; imitaba en los matutinos a Antolín El Pinchón y a otros que estaban de moda, lo que quiere decir que ese gusto por representar (por decirlo de algún modo) venía ya conmigo, que en mí se hallaba ese anhelo de ser actor, pero en La Terraza pasó algo mágico. Me hizo consciente de esa realidad.

«No olvidaré que cuando Adolfo nos preguntó por qué queríamos ser actor, dije que si no era actor me moría. Fue la única respuesta que salió de mí. Esa convicción, esa seguridad, no me ha abandonado nunca: ni en los más elevados momentos, ni en los más bajosde mi carrera. Luego me marcó la manera como Llauradó y Luis me mostraron este mundo, sus enormes posibilidades creativas y todo lo que yo podía hacer en él, al punto de llevarme a decidir quería estar dentro de ese universo maravilloso. Te digo con total sinceridad que no me veo en otra profesión, puedo asumir cualquier trabajo con mi mayor amor, pero en la actuación está toda mi verdad.   

«Viví momentos inolvidables en esos cuatro años (los últimos de vida de Adolfo), como la vez que me dieron la posibilidad de encarnar mi primer protagónico con el Ratoncito Pérez en la versión de Abelardo Estorinode La Cucarachita Martina; o cuando estuve en el elenco de piezas como Melicerta, de Molière, y Molinos de viento, de Rafael González Rodríguez, o cuando “paseamos” por Shakespeare... Aunque la mayoría de las veces estos montajes se quedaban en pequeños espacios de la comunidad o en la terraza de la casa de ese gran actor (de ahí el nombre del taller), yo, sin embargo, iba de aprendizaje en aprendizaje».

‒Después de cuatro años con Adolfo y Luis Ubaldo, y antes con Humberto Rodríguez, no debe haber sido un problema tu entrada a la ENA...

‒Cuando uno se presenta a este tipo de pruebas es difícil que no piense en los poderes que tiene lo que vulgarmente llamamos «la palanca». Así que quise saber si al llegar al examen podía decir que Adolfo y Luis habían sido mis maestros, pero Llauradó dijo que no. «Solo si aprobaras y si te lo preguntan, me insistió, porque no tengo muy buena fama como profesor». Yo cumplí con mi promesa, jamás lo comenté, porque además el taller llevaba poco tiempo y no muchos sabían de su existencia. Eso sí: para mí sus enseñanzas resultaron una ayuda enorme.

«Lo increíble es que después, en la escuela, sí me encontré con profesores que me dijeron que no debía seguir como alumno de Adolfo...»

‒Entonces el actorazo tenía razón... 

‒Sí, la tuvo. Él fue un hombre que vivió con mucha intensidad. Y esa actitud, por lo general, hace que se creen mitos. Alrededor de Adolfo hubo muchos. Pero para mí había una sola verdad: gracias a ese maestro, a sus enseñanzas, yo entré en la ENA. Gracias a ese maestro amo el teatro, y jamás renunciaré a reconocer, de corazón, lo que ambos significaron y significan para mí, porque no solo hablo de Llauradó, sino también de Luis Ubaldo. Los dos se complementaban de manera increíble: uno aportaba su vasta experiencia, la solidez de una carrera brillante en las tablas, el cine...; el otro constituye un pedagogo extraordinario, un gran comunicador y gran amigo.

‒Supongo que la ENA reafirmó todo ese amor por el arte teatral...

‒Te voy a contar una anécdota: un día vi Leaving Las Vegas, una película donde Nicolas Cage representaba a un alcohólico y me pasé una semana cuestionándome si debía seguir en la ENA o no, porque sentía que en la escuela no iba a aprender a interpretar como este hombre (sonríe). Algo muy loco, ¿no? Me tomó tiempo comprender que existen recursos en la actuación que no los enseña una academia.

«Necesitas tiempo para darte cuenta de qué es lo que a ti te funciona en lo físico, en lo intelectual y en lo espiritual, a cuáles resortes debes acudir para lograr una determinada emoción o estado de ánimo. Me percaté de que esas «dudas» no las iba a evacuar en la escuela, sino que solo yo me las podía responder trabajando intensamente, superándome cada día, exigiéndome más y más.

«Hay una verdad: es algo complicado estudiar actuación siendo un adolescente, una etapa de muchas inseguridades, de grandes ataques existenciales y en la cual uno se enamora y desenamora con mucha frecuencia y vehemencia, en la que pasas por estados anímicos que cambian constantemente, porque adolecemos de mucho. En medio de todo te toca llevar adelante una carrera que piensas será lo único que harás en la vida. A esa edad debes definir tu futuro sin todavía tener la suficiente madurez. Y, a pesar de todo, se disfruta tremendamente, más si estás convencido de que te hallas en el camino correcto».

El teatro es lo más parecido a la vida. Lo amo con todo mi ser, confiesa quien se graduó con Título de Oro en el ISA. Foto: Claudia Monteagudo

‒Evidentemente no te fue mal en la ENA, cuando decidiste optar por el ISA...

‒Sí, pero cuatro años después. Terminando en la ENA comencé a trabajar en la CompañíaHubert de Blanck, mi primera como profesional, bajo las órdenes de la maestra Berta Martínez, quien me transmitió ese riquísimo legado del cual fue parte importante en Teatro Estudio; una historia, una experiencia que también me llegó a través de Vicente Revuelta, quien me impartió un magnífico taller mientras me encontraba en la ENA. Berta y Vicente también constituyeron pilares fundamentales en mi carrera.

«Después de estos años es que decidí entrar en la universidad, también porque era un sueño de mi mamá y quise complacerla. Me gradué con el “detallito” de ser Título de Oro... Mi tesis me encantó: Mundo de cristal, la versión que escribieran Vicente Revuelta y Pastor Vega a partir de El zoo de cristal, de Tennessee Williams. Un texto muy bien traducido y pensado, que montó la extraordinaria Verónica Lynn. Esa fue una experiencia grande, mágica... He repetido esa palabra más de una vez durante la entrevista, pero esta profesión tiene mucho de misticismo. Y en Mundo de cristallogré momentos que no se borran de mi memoria...».

‒¿Que te recuerdan a Nicolas Cage en Leaving Las Vegas?

‒(Ríe con ganas). No, todavía no. Pero es posible que pronto interprete un personaje que me permita matar ese enano. Me llegó la propuesta hace unas semanas, mas no se ha podido realizar por la pandemia.

«Mira, no siempre tenemos al alcance personajes que nos pongan a prueba, en la cuerda floja;que nos obliguen a salir de la zona de confort y nos hagan sudar, y sufrir, y gozar. Un actor necesita ese estímulo contante». 

‒Grabaste ¡Aquí estamos! mientras cursabas el ISA, ¿no?

‒Por Aquí estamos, la telenovela que dirigieron Hugo Reyes (la escribió junto a Alfredo Pérez) y Rafael «Cheíto» González, tuve que pedir una licencia para no perder mi año. Shidarta me exigía mucho entrenamiento y entrega: patinaje, danza, guitarra, canto, actuación..., y además someterme a ejercicios físicos porque estaba muy delgado. Bueno, después he seguido igual pero con un poquito más de definición (sonríe). La satisfacción mayor fue que todo ese esfuerzo quedó resarcido con el Premio Caricato de Actuación, y de alguna manera incidió en el ya mencionado Título de Oro. 

Por el personaje de Shidarta, de la telenovela Aquí estamos, Denys recibió el Premio Caricato de Actuación. Foto: Tomada de Ecured

‒Fuiste un privilegiado: alumno de Llauradó, Berta Martínez, Vicente Revuelta...

‒¿Qué te puedo decir? Soy una persona muy dichosa en ese sentido. Porque si no bastara con Llauradó, Luis Ubaldo, Berta, Vicente..., en el ISA tuve como maestra a Verónica Lynn. Lo menciono y me lleno de una emoción increíble. Tu comentario me ha hecho pensar detenidamente en ese honor que tuve y no puedo menos que agradecer tan grande privilegio. Como el saber que Fernando Hechavarría formaba parte del claustro del ISA, al igual que Doime (Osvaldo Doimeadiós), con quienes he podido trabajar muy de cerca y a quienes siento como a mis maestros también. En Lucha contra bandidos yo me paraba a ver sus escenas, a disfrutarlos. Sus funciones en el teatro siempre son una clase magistral. De ellas me he nutrido mucho.

«Carlos Díaz es mi otro maestro. Ya llevo diez años a su lado en Teatro El Público. Hoy por hoy es mi principal guía; como un ángel guardián que se mantiene atento, vigilante, a todo lo que podemos hacer y lograr.

«Ha habido muchos otros, tanto en la ENA como en el ISA, que no han sido de la especialidad, masles agradezco un mundo, como la profesora de dramaturgia Bárbara Domínguez, cuyos consejos suelen ser espectaculares; Raúl Alfonso, Sergio Barreiro, Jacqueline Rosales...; profesionales que uno nombra y tal vez no sean tan reconocidos, sin embargo, han jugado un papel fundamental en nuestra formación».

‒¿De qué manera te conectaste con Teatro El Público?

‒Por entonces salía con una actriz, cuya tesis era un montaje de Shakespeare que trabajaba en el Trianón. Al tiempo me encontré con Carlos Díaz en el Centro Cultural Bertolt Brecht en medio de un Festival de Teatro de La Habana. Lo saludé y le dije: «Supe que estás haciendoShakespeare, que seguro resultará un espectáculo muy interesante con tu dinámica», a lo cual me comentó: «Cuando quieras puedes pasar por un ensayo».

«Como en ese momento no pertenecía a ningún grupo y en la televisión no me habían ofrecido más roles después de Shidarta (de hecho, demoré casi tres años en volver), acepté la invitación. Pasé por el Trianón de una manera muy ingenua, pensando que solo iba a disfrutar de los ensayos, hasta que el productor Marcos Dieppa me sorprendió: “Oye, ya que estás viniendo, ¿por qué no traes ropa de ensayo y te incorporas al entrenamiento?”. “Pero es que Carlos no me ha dicho nada”, le aclaré. “No te preocupes, Carlos invita a todo el que lo desea para ver su interés”, me abrió los ojos. Suficiente: al día siguienteme aparecí con mi ropa de campaña. No demoró mucho en darme a leer un personaje y terminé haciendo tres obras seguidas bajo su dirección; otro regalo de la vida: Sueño de una noche de verano, Tango y Noche de reyes... ¡Y lo que me falta todavía!... Habría que ser muy tonto para desaprovechar una oportunidad como esa».

‒En Dudo, Carlos Díaz te desnudó... 

‒Permíteme rectificarte. Carlos no me desnudó. En verdad él no quería. Hacía tiempo que me había entregado el texto y yo pensaba que no me lo quería montar. De cualquier modo, le hicimos algunos cortescon un amigo, David Guerra, antes de que Fabián Suárez lo “cerrara”. Fue entonces cuando me dijo que me dirigiría y me lo aprendí. Transcurrieron años en lo que encontré el monólogo y pasó este proceso que te acabo de contar.

«En 16 ensayos se hizo el montaje y una semana antes del estreno me le aparecí con la noticia: “Lo siento, pero Dudo se hará de este modo como te lo mostraré hoy”. Hice una serie de acciones y al cabo de 15 minutos, más o menos, me desnudé para volver a vestirme casi al final de la obra. Me dijo que no le cuadraba, pero yo iba dispuesto a que me escuchara. Le aseguré que desnudo era la manera en que yo sentía el monólogo. Como ves, Carlos no fue el culpable, me tocó a mí convencerlo».  

En Dudo, monólogo en el que es dirigido por Carlos Díaz. Foto: Cortesía del entrevistado.

‒Uno cree que desnudarse en escena es un «trauma» para los actores, pero todo parece indicar que tú te sentías a tus anchas...   

‒No se trata de desnudarse por desnudarse. Yo sentía, y siento, que Dudo lo necesitaba, para mí no existía otra manera de interpretar ese monólogo. Sin embargo, no vayas a creer que es fácil. Al principio me tragaba la voz. En el estreno no podía hablar, no conseguí dar el paso que me llevaba de lo íntimo a lo teatral. Me sentía ahogado. En esos dos fines de semana primeros, me costó pararme en el escenario. Es un ejercicio de soledad pública muy, muy fuerte, al punto de que me dejaba sin aire, hasta un día que Carlos me dijo: «Denys, ¿por qué no pruebas, te quitas las máscaras y no te cubres más?». 

Le aseguré a Carlos Díaz que desnudo era la manera en que yo sentía el monólogo. Foto: Claudia Monteagudo

«A partir de ese momento supe todo el tiempo que había perdido en sentirme nervioso, observado... Cuando me quité esas ataduras la puesta dio un giro increíble. Ya voy por la función número 73 y espero llegar a la cien. Creo que las mejores han sido las últimas que representé en el Trianón, así como las siete de Fábrica de Arte Cubano (FAC), las tres de Bayamo y dos de las tres que hice en la sede del Mirón, en Matanzas. Poco a poco he ido cerrando ciclos, porque, claro, la he ido haciendo más mía; he ido soltándome y disfrutándola más, dejando atrás los tabúes con los cuales uno ha vivido, porque nuestra sociedad es realmente muy prejuiciosa». 

Ya voy por la función número 73 y espero llegar a la cien, confía Ramos. Foto: Claudia Monteagudo

‒El caso es que media Cuba te ha visto sin paño de ningún tipo...   

‒(Sonríe). ¡No, qué va! ¡Todavía falta! Cuando la pandemia pase debo retomar el proyecto de presentar Dudo en Camagüey, Santiago de Cuba, Cienfuegos, Holguín, Ciego de Ávila, Villa Clara; la Isla de la Juventud, que no conozco y muero de ganas por ir; tal vez regrese nuevamentea Matanzas...

Cuando la pandemia lo permita, Denys Ramos pretende representar Dudo en varias provincias del país. Foto: Claudia Monteagudo

‒Para quien ha hecho mucho teatro, a veces la televisión no le resulta demasiado atractiva, ¿ese es tu caso?

‒A mí me interesan los personajes, que son los que me hacen vivir con mayor o menor intensidad, ya sea en el cine y la radio o en la televisión y el teatro. Lo exclusivo de este último es que funciona como la vida misma, lo más parecido a ella: es del momento, muy efímero, y se comparte con pocas personas. Lo amo con todo mi ser, pero realmente me atrapan los personajes: aquellos que tengan algo que decir y mostrar. Son ellos los que hacen que adore un proyecto o que lo rechace.

Todos los personajes que uno encarna son protagónicos, afirma el popular actor. Foto: Ailen Maleta

‒De la mano de Nohemí Cartaya hiciste Historias de fuego, la misma directora que ahora te propuso el Fabián de El rostro de los días...

‒Exactamente. El rostro de los días ha tenido una particularidad como producto televisivo: ha llegado a los hogares cubanos en medio del aislamiento, por lo cual se ha convertido en un fenómeno social y ha conseguido que las redes sociales se hayan mantenido muy activas creando varios grupos en Instagram, WhatsApp, Telegram, Facebook..., en los cuales se habla de los capítulos, de los personajes, pero también se crean memes muy simpáticos con los actores o las situaciones... A mí me han dedicado algunos muy ocurrentes, la verdad. Todo esto resulta muy interesante porque expresa que el país sigue la telenovela, y la disfrutan aunque sea de distintas maneras... La reacción del público con Fabián ha estado llena de cariño. Todo, absolutamente todo con El rostro de los díasha sido muy emocionante.

Muchos hablan de la hermosa relación que se ha visto en pantalla entre Luisa María Jiménez y tú...

‒Luisa María y yo tenemos en común un amor desmesurado por la profesión y somos muy sanguíneos. En este trabajo ayudó mucho el hecho de que la conozco desde que siendo un adolescente conocí a su hija, una gran amiga, que ahora no vive en Cuba pero nos queremos mucho, lo cual facilitó un acercamiento mayor entre esa señora actriz y yo. Influyó que su hija había dado a luz cuando empezamos a grabar la telenovela, de modo que también esa energía y amor los volcó en el rodaje y me lo dedicó. Le agradezco con el alma que haya aceptado ese papel que nos permitió este contacto tan cercano y espiritual.  

Junto a las grandes actrices Daisy Granados y Luisa María Jiméndez durante el rodaje de El rostro de los días. Detrás Ángel Luis autor de la telenovela.

‒En El rostro de los días interpretas a un padre modelo. ¿Tienes hijos?

‒No, no... Bueno, que yo sepa (sonríe). Me achacaron uno al cual estuve a punto de someter a pruebas de ADN, después me dijeron que no era mío. Todavía que queda la duda. Parece que se trataba de una estrategia. Aunque no me gustó que me lo ocultaran, te confieso que fue muy emocionante cuando me lo anunciaron. Creo que yo sería muy buen padre, como Fabián. 

Como Fabián en El rostro de los días.

‒Opus Habana y Desde el corazón de La Habana permiten que te escuchemos a través de las ondas de Habana Radio...

‒Ambos programas son dirigidos por Otto Braña. La radio me ha dejo impresionado. No imaginaba que me sentiría tan a gusto, que la iba a amar de esta manera. Me ha enganchado ir descubriendo las maravillas que se pueden lograr con la voz y las múltiples maneras que existen de decir, cómo influyen el timbre, los tonos, las cadencias, la musicalidad... Realmente es un trabajo hermosísimo. 

‒¿Te veremos pronto en la pequeña pantalla?

‒Sí, en la tercera temporada de De amores y esperanzas, que dirige Raquel González: el gustado dramatizado de los abogados. Igualmente estoy de protagonista en uno de los capítulos de Promesas, serie en la cual participan varios escritores y directores bajo las órdenes de Mirta González. Mi episodio estuvo a cargo de Ricardo, su hijo, y siento que quedó lindo, al lado de Danae Hernández,Natacha Díaz y Serafín García... Cuando el país vuelva a la normalidad, retomaremos la grabación de Tú, la primera telenovela de Lester Hamlet...

Denys estará también la tercera temporada de la serie De amores y esperanzas.

‒¿Asumes también en Tú un protagónico?

‒Mira, la maestra Berta Martínez me aseguraba que todos los personajes que uno encarna son protagónicos, así que te voy a responder que sí (sonríe). Yo al menos lo asumo con la misma seriedad, entrega y amor. 

En el momento en que Lester Hamlet anunció en Facebook que Denys Ramos estaría en el elenco de su telenovela, Tú. Foto: Cortesía del entrevistado

Denys Ramos en algunos de los personajes que ha interpretado a lo largo de su Carrera.

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