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La música, arma sonora de la nación desde sus orígenes 

A 152 años de la firma de la Primera Constitución de la República en armas, JR reafirma su impronta en la creación musical de entonces, convertida en arma poderosa para la libertad de Cuba

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— La música cubana, su evolución y desarrollo, es reflejo fiel de cada momento histórico. Sus letras, hinchadas de amor por el suelo patrio, no solo describen y secundan las luchas por la independencia, sino que también serían fuentes de inspiración para la creación.

JR se acerca a la huella particular en la creación artística sonora de un acontecimiento socio—histórico—político y cultural de gran trascendencia: la firma de la Primera Constitución de la República bajo las armas, ocurrida el 10 de abril de 1869 en el municipio camagüeyano de Guáimaro.

Este tema, poco difundido, resulta novedoso y atrayente, porque vuelven las artes a tener un rol preponderante en la conformación y consolidación de la conciencia nacional, al revelar cómo en toda la región los compositores desafiaron al yugo español desde la creación artística.

Inicios de una lucha también sonora

Guáimaro, no fue solo el inicio de la constituyente cubana, sino un lugar donde la música cantó a nuestra gesta Patria. Foto: Archovo digital de JR

La prestigiosa Doctora en Ciencia de las Artes Verónica Elvira Fernández, en su artículo La música principeña en torno a la Asamblea Constituyente de Guáimaro, publicado en el libro Cuando la luz del mundo crece. Sesquicentenario de la Asamblea de guáimaro (1869—2019), subraya que los primeros antecedentes de los himnos de tema patriótico en toda la región se localizan hacia 1821, y tras la Asamblea Constituyente de Guáimaro tomarían fuerza para sembrar una rica y amplia obra musical.

Asevera además que, en ese mismo año, Francisco «Frasquito» Agüero y Velazco compuso el Himno cubano, al que siguieron otras composiciones de asuntos patrióticos en el legendario Camagüey, como forma legítima de expresión popular.

Sobre este himno se ha hablado poco en los libros de Musicología cubana, excepto en el volumen Historia de la nación cubana, del compilador Ramiro Guerra, donde Gonzalo Roig lo destaca como el originario de todos los de su tipo dentro de la música patriótica.

El himno de Frasquito Agüero, perteneciente al género canción, antecede cronológicamente no solo al de Bayamo, de Pedro «Perucho» Figueredo, en 1868 (con el que guarda relaciones musicales impresionantes), sino que también se adelanta a la periodización evolutiva de la música cubana establecida por la Musicología.

Por sus características musicales, este himno debe enmarcarse en la segunda etapa del proceso de cubanización de la canción —a partir de 1860, cuando se vigoriza el sentimiento de independencia—, pero por la fecha es anterior, incluso, a las primeras canciones cubanas publicadas en la prensa, subrayó la experta.

Desde su título, Himno cubano, se vislumbra el poder de su letra y envergadura para todos los cubanos, porque no es un himno camagüeyano, sino de alcance nacional, que hace un llamado a la unidad del pueblo para luchar por la libertad de Cuba, no la de una región.

De igual naturaleza y relevancia fue el himno de igual nombre creado por el principeño Vicente de la Rosa, músico pardo y director de la academia y orquesta San Fernando. Esta composición nace en octubre de 1868, como el Himno de Bayamo.

Dentro del variado repertorio escrito y entonado en la extensa llanura central, resaltan La Sombra de Agüero (compuesto en 1852 por De la Rosa) y la danza Los Lamentos, escrita un año después por el clarinetista de su orquesta, Nicolás González, cuando fueron sembradas las cuatro palmas en la Plaza de Armas en honor a Joaquín de Agüero y sus compañeros fusilados.

Todas las composiciones coincidían en su valor patriótico y en el compromiso de sus autores con la época y los hechos que se vivían en el Camagüey de entonces.

Musicalización para la independencia

Los acuerdos tomados en la Asamblea Constituyente de Guáimaro tuvieron repercusión en diversas aéreas de la cultura y esencialmente en la música de tema patriótico, tradición que se arraigó porque a partir de aquella fecha singulares melodías nacieron de la espontaneidad pueblerina, y de sentimientos comprometidos con la causa libertaria y con sus héroes, quienes también merecieron el homenaje melódico que los inmortalizó.

Sobre este parecer la también profesora Elvira Fernández asegura que los ideales defendidos en Guáimaro tuvieron representación en la música lugareña. En la lista de obras estudiadas por la experta destaca la del insigne Eduardo Agramonte Piña, médico, mambí y con ciertos estudios musicales, quien concibió los estremecedores toques de corneta que acompañaron a las tropas mambisas durante todas las acciones en el campo de batalla del siglo XIX.

Agramonte Piña creó los toques de carácter defensivo como la Marcha de artillería, Fuego y Al machete, y otros de acción inmediata como Ensillar, Marcha, A retaguardia; los de alarma como el toque de Retirada, y otros de servicio como Agua» y Retreta.

Su legado no quedó en el olvido, pues uno de los pocos ejemplos melódicos que ilustra la segunda etapa del proceso de cubanización de la canción en el territorio corresponde a la pieza dedicada a este prócer a raíz de su muerte, el 8 de marzo de 1872.

Canción histórica Eduardo Agramonte, o Himno fúnebre a la memoria del coronel Eduardo Agramonte, compuesta por Silvestre Montejo, tuvo varias versiones para formato de bandas y para voz y piano, lo cual la hizo popular en Camagüey, Oriente y Las Villas.

Otro ejemplar vibrante que inmortalizó a los héroes de la patria fue el himno compuesto por el compatriota Francisco Arredondo Miranda para el mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, la figura más descollante de la independencia en toda la región central, quien fue electo secretario de guerra en la Asamblea Constituyente de 1869.

En esta obra, nombrada tal cual el prócer, se evoca la admiración no solo del autor por Agramonte, sino también de todos los principeños.

El Himno de Bayamo y los camagüeyanos

Si bien la Asamblea de Guáimaro dejó establecida al Himno de Bayamo compuesto por Perucho Figueredo como himno de reconocimiento oficial de las gestas libertarias, fueron varios los músicos agramontinos que contribuyeron a perpetuarlo con su sonoridad actual.

Con la quema de Bayamo, la partitura primigenia de lo que es hoy el Himno nacional de Cuba se extinguió con las llamas. Solo quedó en la memoria colectiva su melodía y letra de quienes lo entonaron en ese glorioso octubre de 1869.

Ante esa realidad. José Martí pidió al camagüeyano emigrado hacia los Estados Unidos Emilio Agramonte una versión con acompañamiento para piano, el cual se interpretó en las diferentes acciones revolucionarias de los emigrados. Aquella adaptación fue publicada en el número 16 del periódico Patria, en Nueva York, el 25 de agosto de 1892.

Sobre ese trascendental suceso, la estudiosa Fernández Díaz subrayó en su investigación que «la partitura de Agramonte incluyó, efectivamente, una armonización para piano que permitió la interpretación del himno en tertulias y actividades conspirativas. En ella se redujo el número inicial de seis estrofas concebidas por Figueredo a tan solo dos, las que hoy se interpretan; recreó aspectos melódicos que no cambian sustancialmente el sentido primigenio del canto guerrero e invirtió los adjetivos «afrenta» y «oprobio» que aparecen en la segunda línea de la segunda estrofa, quedó entonces… como: "En cadena es vivir, es vivir/ en oprobio y afrenta sumido/ del clarín escuchad el sonido, / ¡a las ramas valientes corred!"».

Esta no fue la única readecuación del himno de combate cubano. Otros músicos camagüeyanos como Gaspar Agüero, José Molina Torres y José Marín Varona influyeron en el acabado sonoro del himno actual. Pero fue Marín Varona quien más aportó a su evolución, «por sus vínculos con la guerra del 95, con la creación de bandas militares durante la República y con el amplio repertorio de música de carácter patrio», subrayó la estudiosa.

En la obra creadora de Varona destacan las zarzuelas El alcalde de Güira o la Invasión a Occidente; ambas de 1899, y también El 10 de octubre, El grito de Baire y Maniobras Militares, todas de 1911, más la obertura Patria, de 1912, dedicada a Ignacio Agramonte, la cual se estreno ese año durante la develación de la estatua ecuestre de El Mayor en el parque que hoy lleva su nombre en esta ciudad.

Otros himnos, como Al libertador Máximo Gómez e Himno de Bayamo, y los dedicados a José Martí y a José de la Luz y Caballero, reflejan su compromiso con los más grandes pensadores y patriotas cubanos, tal como sus variadas marchas expresan su sentido amor por la libertad de Cuba.

Sobre Marín Varona, asegura la investigadora Verónica Elvira Fernández que sus tres versiones del Himno de Bayamo «constituyen un peldaño intermedio entre la armonización para voz y piano de Emilio Agramonte y la versión para banda de Antonio Rodríguez Ferrer, la que actualmente representa a Cuba y a su pueblo en los ámbitos nacional e internacional».

Su principal aporte a la versión final concebida por Rodríguez Ferrer, se relaciona con la incorporación de la introducción con su diana, si bien, Rodríguez Ferrer perfiló la que Marín Varona había incorporado a sus versiones para piano, detalla Fernández.  

El panorama sonoro en torno a la independencia de la patria, sus procesos y esencialmente el vínculo de la música lugareña con los ideales defendidos en la Asamblea Constituyente de Guáimaro, es semilla profunda que germina para la conformación de un sentimiento solido, profundo y plural en generaciones de cubanas y cubanos por la independencia de la patria, el cual llega como certera arma ideológica y de combate en este un presente, permeado por una ola seudocultural que intenta matar las identidades de los pueblos.

Es la música, entonces, un instrumento para expresar sentimientos y convocar multitudes en torno a una causa. Parte esencial de una cultura que, en medio del amplio abanico multicolor de las disciplina del arte, se transforma, a través del verbo cantado, en espada y escudo de la patria. La historia así lo refrenda.

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