Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La introspección del ser invisible

Claudia Damiani Cavero, ganadora de los premios David y Calendario 2018, desprende una esencia particular, casi autoexcluyente de la ortodoxia literaria

Autor:

Emilio L. Herrera Villa

A primera imagen es una chica de pocas palabras, pero concisa. Tras compartir unas líneas asumo que no intenta pertenecer al mundo de los apóstoles de la cultura. Claudia Damiani Cavero, ganadora de los premios David y Calendario 2018, desprende una esencia particular, casi autoexcluyente de la ortodoxia literaria.

Esa especie de exilio espiritual, adusto y distante en su forma visible, danza al compás de una musa interior que no deja contaminarse sobre el tipo de arte que debería o no debería hacer. Esta joven escritora es sincera en cuanto dice: en cuanto dice antes y en cuanto dice ahora. Damiani es un alma austera y sin alardes. A lo largo de esta entrevista no muestra una muesca de vanidad en su armadura, sino fe en sí misma, que es bien distinto y poderoso.

«Los personajes siempre van a tener algo de mí. Es casi inevitable, aunque mi pretensión es la contraria, pues lo más divertido del proceso de escribir es convertirse en otro. Entender y sentir el mundo desde un punto de vista ajeno, que esta “transformación” sea creíble. Para darles vida, es necesario figurarse cómo hablaría, de qué temas, cuáles son sus intereses, su contexto y buscar toda esa información; bajo esta lógica una se convierte un poco en el personaje», expresa.

«Tengo cierta tendencia a la introspección. Soy reflexiva, pero no retraída. No me concibo sin amistades, pues sucede que soy más expresiva y desenvuelta cuando estoy en un ambiente de confianza. Inconforme y un poco melancólica, también. Siempre mantengo ansias de aprender, descubrir y crear».

—¿Qué es para usted una buena obra literaria?

—El valor literario reside sobre todo en lo estético, pero, en mi opinión, una buena obra nos despierta asombro y curiosidad. Se nos hace memorable, porque además de entretener, nos descubre algo. Eso implica que después de leer ese libro ya no somos exactamente los mismos. De esa forma, la obra trasciende la subjetividad de su autor y se convierte en parte de la subjetividad de sus lectores. No sé si lo habré logrado o si lo lograré algún día, para mí funciona como un paradigma que me inspira a seguir escribiendo. 

—¿Cuáles serían las fortalezas y debilidades en su escritura? ¿Cuánto evolucionó desde las primeras obras?  

—La principal fortaleza está en que mi voz y mis historias resulten sui géneris, por insólitas y por entrañables. Mis debilidades creo que están en lo autorreferencial, en el sentido en que sigo hablando sobre el aquí y el ahora. Si asumo que mis primeras obras son los cuentos que creé, podría decir que hay una evolución evidente en calidad y profundidad de mis narraciones. Antes escribía cuando me sentía inspirada y por eso estaba limitada a los relatos breves y los poemas. La creación de una obra narrativa implica no solo un momento de inspiración, sino la planificación y la disciplina para hacerlo de forma sistemática. Pero si considero que mis primeras obras son estos libros ya maduros (Seres invisibles, premio David 2018, y Los impares, premio Calendario 2018), entonces está por ver cuánto he evolucionado.

Claudia Damiani parece apartarse del festín de los depredadores aunque la mesa esté provista. El olor a manjar empapa el paladar y la convida constantemente a ocupar uno de los asientos. No es cortesía. Puede sentarse por méritos propios.  

«Me gusta resignificar las historias aparentemente realistas, al mezclarlas con elementos surrealistas y absurdos, también jugar con las posibilidades y los tiempos verbales y dejar todo esto en una ambigüedad que no permite discernir si se trata exclusivamente de una figura retórica, algo que ocurre en la imaginación del personaje o en la realidad. Recurro mucho a la visión subjetiva y al monólogo interior. Me agrada que partes de la trama queden ambiguas o abiertas para que el lector pueda completarlas o escoger una alternativa. El tono es irónico y analítico, pero sin renunciar a lo sensible y entrañable», revela.  

«En los libros que hasta ahora he escrito, los personajes pertenecen al mismo mundo que yo: son cubanos, nacidos en la década de los 90, universitarios, probablemente, de existir, serían amigos míos.  Esto parte de una necesidad de reflejar y entender a mi generación».

—Fue mención y premio David en la categoría de narrativa durante dos ediciones consecutivas ¿Qué significa para una creadora joven este galardón?

—Raúl Aguiar, una de las personas a quien más debo mi vínculo con el mundo
de la literatura, solía decir el orden en que se deben aprovechar los concursos literarios cubanos. Primero el David (para autores inéditos), luego el Pinos Nuevos (para los que poseen un libro publicado), y finalmente el Calendario (para menores de 35 años). Intenté seguir el orden propuesto por Raúl, pero solo obtuve una mención en el 2017, y en el 2018 gané el Calendario, lo que significa que, si no hubiera ganado el David ese año, ya no habría más oportunidad, pues no sería una autora inédita. Tuve tan buena suerte, que abrieron la categoría de novela ese año, justo lo que yo estaba escribiendo. Tantas coincidencias también tienen su misticismo.

—¿Qué opinión le merece la literatura juvenil cubana de estos momentos? ¿Existe abundancia y/o calidad de obras literarias escritas para este tipo de público?  ¿Qué le falta?

—Sé que Gente Nueva y Abril tienen colecciones dedicadas a este público y el número de publicaciones de estas colecciones aumentó. Hay géneros, como la ciencia ficción y la fantasía, que se asocian a lectores jóvenes (aunque a mi criterio, esta asociación es un tanto reduccionista) y han ido ganando espacios y diversificando la literatura que se hace y se publica en Cuba. Esto implica que creció en cantidad. En mi opinión, la literatura cubana actual, de cualquier género y para cualquier público, necesita de un trabajo de crítica sistemático, que se visibilice lo que se está haciendo y se permita valorar su calidad. Eso está faltando.

—¿Poseen los jóvenes escritores cubanos espacios suficientes para publicar y promocionar sus obras?

—Los espacios existen, pero no se están usando bien. Perdura el mecanismo de los concursos que garantizan una publicación que ha pasado por cierto nivel de selectividad y por tanto tiene una cierta calidad. En el caso de los Calendario, el libro se imprime y se le da promoción en todos los eventos de la AHS de ese año. Eso está muy bien. Desgraciadamente no todos los premios de literatura disfrutan de tan buena gestión, muchas veces se incumplen las fechas de publicación, no se cuidan las ediciones y se presenta una sola vez el libro con una promoción muy deficiente o nula, menos aún se distribuyen por todas las librerías del país, a veces ni siquiera por todas las de La Habana. Para un escritor que está comenzando y es aún desconocido, eso es fatal.

—¿Existe retroalimentación entre jóvenes creadores, entre autores y lectores?

—Los escritores jóvenes necesitan retroalimentarse mediante algún taller literario y es bueno que esto sea acompañado desde las instituciones. En mi caso, esa posibilidad me la dio el Centro Onelio Jorge Cardoso, más allá del curso de técnicas narrativas, al servir de espacio de confluencia para distintos proyectos y personas con inquietudes literarias. Con la pandemia eso se ha detenido, pero la facilidad de acceso a internet, a aplicaciones de mensajería y redes sociales puede ayudar a tener esa retroalimentación entre autores y, tal vez, también permita llegar a un público que trascienda a los propios creadores y su círculo cercano. 

Como todo buen escritor, Claudia Damiani cede su lápiz al servicio de los conflictos del hombre. Sin embargo, en esta ocasión abre de nuevo su coraza y deja escapar apenas unas ideas que le preocupan.

«Lamento que Seres invisibles aún no salga a la luz y que mi experiencia editorial con Unión no haya sido tan buena como la tuve con Los impares y la Editora Abril. Creo que la impaciencia por ver el libro publicado me causa desmotivación, siento que la obra cambia a medida que pasan los años, y que cuando salga, ya no va a significar lo mismo para mí y para quien la lea. Cronológicamente está muy cerca, pero siento que, entre la pandemia y los datos móviles, la sociedad cubana ha cambiado mucho y yo también y que ya Seres invisibles será una historia de otro tiempo».

—¿Cuáles son los proyectos futuros de Claudia Damiani?

—Me gustaría escribir una novela histórica, pero ese momento aún no ha llegado. Tengo un proyecto de novela de ciencia ficción, desde finales de 2018, y que probablemente será mi próximo libro. En el transcurso de la pandemia no he escrito ficción. Cuando empezó en 2020, aproveché para terminar unas crónicas de mis viajes con el Movimiento Cubano de Excursionismo. Y en 2021 me he acercado más al periodismo, con artículos de opinión y artículos de periodismo literario que he intercalado con el diseño, como parte del colectivo Cimarronas que busca reivindicar el papel de la mujer en la historia, la ciencia y la cultura.    

Con la novela Los impares Claudia ganó el premio Calendario 2018.

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.