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Otro aplauso para Manuel Porto

Nos seguirá acompañando no solo por su muy profesional labor en la telenovela Vuelve a mirar,actualmente en el aire, sino sobre todo por el valor de su obra interpretativa, cuya amplitud y diversidad es envidiable

Autor:

MSC. Osvaldo Cano*

Una triste noticia recorre la Isla: murió Manuel Porto, un actor icónico que supo cautivar a su público y a la crítica. Porto, o como reza en los documentos legales, Eleodoro Manuel Porto Sánchez, nos seguirá acompañando no solo por su muy profesional labor en la telenovela Vuelve a mirar, actualmente en el aire, sino sobre todo por el valor de su obra interpretativa, cuya amplitud y diversidad es envidiable. A esto se suma los años dedicados al altruista proyecto comunitario Korimakao, auténtico animador de la vida cultural y social de la Ciénaga de Zapata.

Porto, como suele decirse, comenzó desde abajo desempeñando pequeños papeles o fungiendo como extra en la televisión, justo cuando la intensa década de los años 60 iniciaba su ocaso. Con algo de picardía afirmaba que el impulso definitivo para inclinarse por la actuación lo obtuvo cuando realizaba su Servicio Militar, pues era una vía para obtener algunos pases.

El contacto estrecho con verdaderos maestros del arte de la actuación, los escenarios y las cámaras fueron para él la mejor de las escuelas. Sin alharacas, pero con una obra sólida, sin fisuras, se fue abriendo paso a golpe de talento, naturalidad y oficio. Supo moverse con inusual soltura por medios tan diversos como el teatro, la televisión y el cine.

Manuel consideraba al proyecto de teatro comunitario Korimakao la obra de suvida.

De su paso por este último saltan a mi memoria, en este instante, su faena en filmes como José Martí: el ojo del canario, Barrio Cuba, La vida es silbar, Amor vertical, Caravana y Plácido. Aunque tal vez lo más conocido de su amplia y valiosa obra está vinculado a la profunda huella que dejó en el espectador habitual de la pequeña pantalla. Títulos como Cuando el agua regresa a la tierra, Sol de batey, Algo más que soñar, La semilla escondida, La séptima familia, Alguien me habló de los naufragios y por supuesto la todavía en pantalla Vuelve a mirar, le permitieron ganar la admiración de un público amplio y diverso que supo valorar la calidad de su arte.

Mucho menos conocido es su paso por el teatro, un medio en el cual incursionó desde los primeros años de carrera. En especial quisiera recordar que en aquellos míticos años 60, en los cuales la sociedad cubana bullía de la mano de las renovaciones generadas por la joven Revolución, subió en varias ocasiones a las tablas de la legendaria sala Tespis. Este fue un recinto adaptado para el teatro, por iniciativa de Fidel, y que antes de eso servía para la exhibición y venta de automóviles en el hoy Hotel Habana Libre. Allí se sucedían los espectáculos del Teatro Universitario y su Teatro Experimental, junto a otros colectivos que eran, sin dudas, genuinos animadores de la vida cultural habanera. En varios de esos espectáculos el joven Porto midió sus fuerzas y acumuló sabiduría y experiencia para luego prodigarse en un sinnúmero de personajes que nos han acompañado y nos acompañarán haciendo mucho más grato el trecho de nuestras vidas.

En paralelo a este envidiable inventario de excelentes interpretaciones, en las que comparte la escena con otros grandes actores y actrices, al tiempo que es dirigido por varios de los más prominentes directores de nuestro país, dedicó muchos de sus esfuerzos a la fundación y puesta en marcha, en 1992, del proyecto Korimakao. Concebido y llevado adelante con el propósito de desarrollar la creación artística y la promoción cultural en el entorno
cenaguero, para contribuir al enriquecimiento espiritual de los pobladores de esta región del occidente cubano.

A Korimakao y al hombre humilde de la ciénaga dedicó muchas de sus energías durante casi tres décadas. Esa capacidad de prodigarse, de ofrecer a los demás lo mejor de sí, califica como uno de sus mayores méritos. Muchos jóvenes del gran humedal, junto a otros llegados de los más impensados rincones de la Isla encontraron en este proyecto un refugio idóneo y el cauce propicio para sus vocaciones. Ese otro aspecto, menos alabado de su paso por la vida, es también uno de los mejores regalos que nos hizo.

Porto interpretó a un vagabundo en la película Y, sin embargo… Foto: Uneac

Los sets y las tablas fraguaron su oficio, las vivencias y el contacto estrecho con su pueblo alimentaron su espíritu, mientras su singular talento acunó una reputación que lo trasciende. Nacido un 28 de septiembre de 1945, cumplió ayer 76 provechosos años. Su muerte describe un círculo cerrando un ciclo fecundo. Cuando muchos creíamos que había logrado hurtarle el cuerpo a la muerte, complicaciones de última hora le robaron el aliento. Sin embargo, nos queda su huella nutricia y amable. Su labor como artista y su proyección humana nos acompañan y lo seguirán haciendo. Su recuerdo renacerá no solo cada vez que disfrutemos de su virtual presencia en los filmes, novelas, aventuras… sino también entre sus colegas, amigos, discípulos, admiradores… Es por eso que pido a todos otro aplauso para Manuel Porto.

* Teatrólogo, crítico teatral, profesor y ensayista cubano. Decano de la Facultad de Teatro del Instituto Superior de Arte.

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