Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Siempre hay espacio hasta para amar

Siendo muy pequeño, con solo cinco años, descubrió su mayor pasión, el ajedrez. JR se acerca a la vida del monarca cubano del juego ciencia, Carlos Daniel Albornoz Cabrera

 

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Tenía cinco años cuando la familia, para evitar sus constantes travesuras, le mostró el tablero blanco y negro. El abuelito paterno, Carlos Marino, junto a la madre del pequeño, Yanelys Cabrera Villalobo, no se conformó con la expresión de asombro del nieto y le enseñó los movimientos de las piezas del juego ciencia. «Hasta hoy, —confiesa el campeón cubano de ajedrez— no he podido separarme de las piezas».

Así comenzó el diálogo de Juventud Rebelde con el actual monarca del ajedrez en la Mayor de las Antillas, Carlos Daniel Albornoz Cabrera (2581), quien concluyó hace poco más de siete meses en el quinto puesto del Accentus Young Masters, en Suiza —su primer evento en Europa—, donde acumuló cinco unidades de nueve posibles, gracias a dos victorias, seis armisticios y un revés ante el alemán Lev Yankelevich (2480), monarca de la justa.

«Tal vez heredé este gen de mi papá, Carlos Manuel, dijo, a quien también le gusta mucho el ajedrez. Lo cierto es que quedé atrapado con los caballos, el rey, la reina…; y este juego se me metió en el cuerpo y en la mente, lo cual me hizo diferente, porque en vez de ser un niño inquieto, me transformé en uno más tranquilo, siempre y cuando tuviera el tablero en mis manos», comentó sonriente el Gran Maestro, quien terminó quinto en el Grupo Élite del pasado Memorial Capablanca celebrado en el capitalino Hotel Habana Libre.

El estelar adolescente, con 18 años, cumplidos el 26 de diciembre pasado, no ha dejado de soñar en grande, pues a esa corta edad y 49 días se convirtió en el jugador más joven en conseguir el título cubano, toda vez que el genio del ajedrez mundial, José Raúl Capablanca, no ganó de forma oficial el Campeonato Nacional de 1901 con 13 almanaques, según Miguel Ángel Sánchez en su libro Capablanca, leyenda y realidad.

Mas tanta gloria no lo desfasa de su humildad y mucho menos lo aleja de su Camagüey querido, «es mi ciudad natal y la extraño todos los días, igual que a mis amigos, los de siempre, los del barrio, y con los que a diario jugaba; y juego, cuando estoy en casa, una partida en la Academia provincial de Ajedrez, José Raúl Capablanca, —sita en calle Cisneros 175—, desde que era un niño de seis años.

«De todos aprendí y les agradezco como nadie el respeto a los contrarios y a saber que en este juego nadie es el centro del universo, sino un jugador que tiene que disfrutar su juego; cada movimiento y pensarlos calladamente “hasta el cansancio”, y aprender de las derrotas y de los adversarios».

—¿Respetas a los contrarios?

—Sí, los rivales son mis amigos. Nunca les jugaría feo y si pierdo es dando pelea, en buena lid. Cada partida es como una escuela y no solo las de los campeonatos, sino las que juego con los amigos, mi papá, la familia. Todas siempre enseñan algo y por eso las estudio en silencio. Todo el mundo tiene su juego y cada juego enseña algo nuevo. 

—¿Cuáles rivales, maestros o campeones estudias para crecer profesionalmente?

—Leinier Domínguez, Garri Kaspárov y Magnus Carlsen. Buenos Grandes Maestros internacionales hay muchos, pero ellos tres forman parte de mi cabecera.

—¿Color de piezas preferida, partidas, aperturas?

—Las blancas, esas son las que me gustan. Se pueden elegir las variantes; incluso todo el repertorio de la apertura que se prefiera, pero yo escojo por encima de otros gustos, la Siciliana.

—¿Cómo es un día del campeón Albornoz?

—El ajedrez es un deporte de mucha disciplina y estudio, por eso le dedico como mínimo cinco horas diarias, sin excepción. Mis días son muy parecidos, pues se requiere de mucha constancia para mantenerse en la élite mundial, con resultados. Pero siempre hay espacio hasta para amar.

—¿El ajedrez para Albornoz?

—Muchos lo consideran como un don especial, el cual hay que desarrollar con tesón. Más que suerte, es consagración. Por eso el ajedrez es mi pasión.

—¿Soñaste con ser campeón nacional?

—Desde que me inicié en el área especial con el entrenador Eugenio Faure, quien me vio cualidades, anhelé brillar en el ajedrez, pero alcanzar con solo 18 años el título de Campeón Nacional nunca lo esperé, me sorprendió. Estoy muy feliz.

—La fama, ser muy popular, ¿te agrada o te molesta?

—Fue un cambio brusco en mi vida, pues de repente todo el mundo me conocía y felicitaba en la calle, en las redes, en la escuela, en la casa, en fin, dondequiera que estaba, y mi teléfono aún no descansa cuando alcanzo un nuevo ELO o cuando hago un buen papel. Ya es un hábito andar con una pluma, porque siempre me piden autógrafos, pero manejo bien ese punto, no me molesta, porque la gente me muestra su cariño sincero y me da ánimos para seguir hacia adelante.

—¿Te pones nervioso antes de las competencias?

—Sí, hay que coger calma, porque son muy competitivas. El nivel de juego internacional está muy parejo. Uno siempre se prepara para todos los rivales, pero sin dudas a los de mayor ranking hay que prestarle mayor atención. ¿Quién no se pone nervioso ante esa rivalidad tan profesional?

—Durante la entrevista no has dejado de mencionar a todos tus maestros, entrenadores, amistades. ¿Es cómo si olvidarte de alguien te doliera?

—Es tan importante en mi vida mi primer maestro de ajedrez, cuando era un niño de solo seis años, como los que actualmente tengo. Incluso para quienes se sentaban a jugar conmigo cuando nadie más lo hacía y aún se sientan, en la Academia de mi querida ciudad de Camagüey, les mando mi agradecimiento, porque de alguna forma también ayudaron a mi formación. A mis amistades, a Dios, porque creo en él, a todos los que me siguen, y especialmente a mi amada familia, le correspondo con un gran abrazo y gratitud.

—Se dicen tantas cosas de los ajedrecistas: de que no tienen tiempo para nada ni nadie y de que siempre están a solas con el tablero. ¿Es cierto esto en ti? ¿Nos confesarías algo de tu vida privada?

—En mi caso mi familia me vio como un niño que debía compartir con otros niños y estudiar como cualquier pionero en Cuba. Recuerdo que disfrutaba mucho jugar al trompo, a las bolas con los amigos del barrio, y siempre he practicado fútbol. Creo que nos han encasillado, aunque en nuestro deporte se requiere de mucha disciplina.

«De mi vida privada te digo que tengo una novia pinareña, ella también es ajedrecista, y que estoy muy enamorado. A veces hago mis poemas, pues me fue muy útil para enamorarla, y me gusta mucho la música romántica».

—¿Qué le dirías a quienes aspiran a triunfar en el mundo del ajedrez?

—Mucha fe y optimismo, que hay que estudiar y escuchar del que menos uno piense que es un gran ajedrecista, porque en este mundo vale mucho la sabiduría acumulada, la perspicacia de los niños, como el atrevimiento de los jóvenes. En un tablero de ajedrez cualquiera puede darte jaque mate, o un buen susto.

—El mes pasado participaste en tu primera Copa del Mundo y enfrentaste a un gran trebejista como el ruso Peter Svidler (2729), entablando en la primera partida.

—Constituyó una oportunidad única y grandiosa que, sinceramente, espero repetir. Coincidí en el salón de juego con casi toda la élite mundial y enfrenté a uno de sus integrantes, Svidler, en un duelo muy importante para mi carrera actual y futura. El empate en la primera partida lo disfruté mucho, pues comencé nervioso y en un momento estaba inferior en el juego, pero luego me repuse e igualé, un desempeño magnífico.

—En breve estarás interviniendo en tu primer Campeonato Mundial juvenil, en India.

—Espero tener un buen resultado en esa competición y terminar entre los cinco primeros, aunque creo que puedo incluirme en el trío de vanguardia.  En diciembre estaré en el Memorial Carlos Torre, en México, donde trataré de retener mi título, y quizá, a fin de año, participe en un torneo en Europa, pero hasta ahora no es seguro.

«Tengo como propósito concluir el año por encima de los 2600 puntos de coeficiente ELO y para el año próximo defenderé mi condición de campeón de Cuba. También pretendo estabilizarme sobre los 2600 y conformar el equipo antillano para la venidera Olimpiada Mundial».

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