Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Marlies Mejías, en el podio con su hija

Hace menos de un año que la joven ciclista cubana se convirtió en madre y esa medalla de la vida la inspira a ser mejor atleta

Autor:

Norland Rosendo

Pasadas las diez de una de estas noches de abril que parecen todas iguales, en medio de la soledad de su casa, Marlies Mejías se monta en una bicicleta imaginaria acompañada de su hermana gemela, y sale a pedalear sobre su historia y planes futuros en el deporte y en la vida.

Rueda lento, hablando bajito frente al móvil, divirtiéndose con cada respuesta que da a un periodista que a esa misma hora se deleita también con el sueño de una hija pequeña.

Hace poco, Marlies volvió a ser noticia por un gesto humanista que le valió otra medalla. Elaboró 60 máscaras de plástico que donó al Instituto de Medicina Deportiva de La Habana para que sean utilizadas como medio de protección por los profesionales de la salud en el enfrentamiento a la COVID-19.

El 16 de agosto de 2019 se había colgado en el pecho la presea de la maternidad y desde entonces estaba dedicada por entero a su Marieth Isabella. Antes del receso forzado por el nuevo coronavirus regresó al velódromo con la mente fija en una idea: ser mejor ciclista de lo que era.

«Cuando tenía 13 años empecé en el ciclismo en Güira de Melena, era divertido, emocionante, pero ni imaginar entonces en llegar lejos como atleta. Además, mi mamá no podía saber que mi hermana y yo nos habíamos apuntado en ciclismo.

«Un año antes ella nos había comprado una bicicleta, aprendimos a montar en una grande que era de un vecino, recuerdo que me caía mucho y una vez casi nos matamos en una esquina, después de eso mi mamá cogió miedo, la vendió y no había quién le hablara de bicicletas. De niña quería ser veterinaria, amo los animales, si pudiera, matriculaba esa carrera», recuerda la joven nacida en la provincia de Santiago de Cuba el 29 de diciembre de 1992.

—Estabas en un momento ascendente de tu carrera deportiva cuando quedaste embarazada…

—Me preparaba para los Juegos Panamericanos de Lima y ya tenía experiencia profesional, pero no lo pensé dos veces.

—¿Por qué tan resuelta?

—El embarazo tiene su historia. No lo estaba buscando, de hecho mi esposo y yo nos enteramos cuando nos asaltaron luego de recibir el auto que me regaló el INDER. Como parte del chequeo médico, me hicieron un ultrasonido y esa fue la primera noticia de la niña.

«Tengo un problema de salud que no me deja salir fácil en estado de gestación o mantenerlo. Unos meses antes había perdido un embarazo corriendo en el campeonato panamericano de Argentina sin darme cuenta. La disyuntiva ahora era dejármelo o asumir el riesgo de no poder parir después.

«Ser madre es la mayor responsabilidad y privilegio que puede tener una mujer. Siento que desde que nació mi hija soy más madura».

—¿Cuáles son tus proyectos deportivos inmediatos?

—Mi mente está enfocada en tratar de clasificar para los Juegos Olímpicos de Tokio, con el aplazamiento por la COVID-19 creo que tengo posibilidades aún. También aspiro a integrar nuevamente un club profesional, ya sea en Estados Unidos o Europa. Sueño con una medalla en un campeonato mundial o unos juegos olímpicos.

—¿Y el club estadounidense Sho-Air Twenty20 mantuvo comunicación contigo después del embarazo?

Ellos han seguido en contacto conmigo, se preocuparon durante el embarazo y hasta han enviado regalos para la niña.

—Eres multimedallista en eventos de pista y ruta, y ganaste una vez en Mountain Bike (MTB), ¿te consideras una ciclista integral?

—Aunque la pista es mi preferida, también he logrado actuaciones decorosas en ruta y Mountain Bike, esta última modalidad me encanta. La única vez que competí en MTB fue en el segundo Titan Tropic, aquí en Cuba.

—En esa ocasión sorprendiste venciendo a mujeres con mucha experiencia en MTB…

—A la Titan Tropic fui porque el entonces comisionado nacional de ciclismo, Héctor Ruiz, me dijo: «embúllate, que vas a ganar», y fui a divertirme, como todo lo que hago en el deporte, aunque siempre con la mente en el podio. Fue difícil, pero lo logré, lástima que después no se concretó mi viaje a la Titan Desert. Espero volver alguna vez a una carrera de MTB.

«Cuando estuve en el Centro Mundial de Ciclismo en Suiza, íbamos a los Alpes a entrenar con bicicletas de montañas durante el invierno».

—Ningún club de los que vino a la Titan Tropic se interesó en ti?

El equipo de Cannondale me propuso correr con ellos, pero eso me apartaría de la ruta y la pista, por eso no acepté.

 —¿Cuán difícil es el ciclismo como deporte?

—Es muy complejo, costoso, la tecnología es cara y requiere además de mucha entrega, buena alimentación, debes estar muy pendiente del peso corporal, la salud, el colesterol, la grasa, tomar medicamentos adecuados, no salir mucho a fiestas y discotecas.

—El omnium es una prueba muy exigente, que agrupa varias carreras en dos días. ¿Qué es lo que más te gusta de esa competencia?

—Disfruto los eventos individuales, pero es una especialidad muy dura, integral, que requiere de mucho entrenamiento y tiempo para recuperarse con masajes y descanso total. Después de la maternidad resulta difícil el regreso, pero todo es posible.

—¿Te sorprendió el bronce de Arlenis Sierra en el omnium en los Juegos Panamericanos de Lima, sin tener experiencia en esa prueba?

—Francamente, no. Ella es talentosa y sacrificada. La admiro por su abnegación y entrega. Si el ciclismo femenino en Cuba está hoy en buen momento, se debe a Arlenis.

—¿Qué te sugiere la idea de correr juntas en unos Juegos Olímpicos?

—Sería una experiencia histórica, fantástica.

—¿Cuál es la competencia que más emociones te provoca cuando la recuerdas?

—Los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, allí gané cinco medallas de oro y estaba lesionada. Aunque no fuera un torneo de mucha envergadura, cinco títulos es una hazaña que voy a recordar siempre.

—¿Hay alguna presea que preferirías no rememorar?

—Me trae mucha tristeza el bronce en el campeonato panamericano de ruta en República Dominicana 2017, porque ese día perdimos físicamente a Juanito (Juan Fernández González), el mecánico, víctima de un accidente en medio de la competencia.

—Dime tres cualidades que no le deben faltar a un ciclista

—Disciplina, entrega y sacrificio, por ese orden.

—¿Cuánto ha significado Leonel Álvarez en tu carrera?

—Qué decirte del Chino (se siente el suspiro largo)… Mi Leonel Álvarez, lo conozco hace más de 13 años, al principio no nos llevábamos muy bien porque yo era un poco cerrera, no hacía mucho caso, pero con el tiempo se convirtió en profesor y padre, en los buenos momentos ha estado ahí, a mi lado, y en los malos también, nunca me ha abandonado. Para mí es el mejor de todos los entrenadores del mundo, sin el Chino el ciclismo cubano no fuera lo que es. Nuestras medallas llevan su nombre.

—Hay atletas que no les gusta ver vídeos deportivos, ni siquiera de sus actuaciones, ¿cómo es en tú caso?

—Lo que más observo son vídeos de mis competencias para analizar errores y superarlos, pero los grandes giros ciclísticos masculinos no me llaman la atención.

—¿En qué momento está los estudios en la universidad?

—Llevo cinco años sin pasar del segundo semestre de la Licenciatura en Cultura Física. Se debe a que siempre tengo que pedir licencias para poder cumplir con los compromisos competitivos y ahora que volví a inscribirme para seguir la carrera, llegó la parada por el nuevo coronavirus. Otra meta pendiente.

—¿Qué virtudes admiras de las personas?

—La transparencia, que hablen con la verdad siempre.

—¿Y lo que menos toleras?

—La mentira, la hipocresía, las faltas de respeto. Prefiero una sola amiga de verdad, que 50 que sean malas personas.

—Volvamos a la familia, ¿crees que tu hermana hubiera sido buena ciclista también?

—Hubiera sido mejor que yo, empezamos juntas, pero enfermó de Leptospirosis y mamá la sacó del ciclismo. Volvió a montar bicicleta con 23 años, pero ya no era lo mismo, tenía su bebita también y el tiempo no pasa por gusto. Estoy segura de que hoy fuéramos las gemelas más espectaculares de este deporte en el mundo.

—¿Qué haces durante el aislamiento social con el tiempo libre que te deja la niña?

—Lo paso inventando cosas o con los animales; me gusta coser en la máquina. Por suerte, Marieth Isabella es tranquila, muy calmada, da poco qué hacer y además, se lleva muy bien con la tía.

—¿Y no hay planes de un varoncito?

—¡¿Un hermanito?!. Por ahora no, su prima es como una hermanita. Ahora quiero enfocarme en el deporte. En volver a ser la de antes, o mejor.

Es medianoche, la niña duerme plácidamente. Marlies da los últimos pedalazos a un diálogo imaginario sobre una carretera de preguntas que le llegaron como casi todas las entrevistas en tiempos de aislamiento social: por una red social.

Su voz solo ha sido cortada por susurros y risas de su hermana Marlín y algún que otro ladrido de los cinco perros que son el otro amor de Marlies.

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