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Compartir o ganar

Pudieron el catarí Mutaz Essa Barshim y el italiano Gianmarco Tamberi seguir compitiendo para decidir el uno-dos en la prueba de salto alto, pero creyeron, y creyeron olímpicamente bien, que el mejor oro era el uno-uno

Autor:

Norland Rosendo

TOKIO.― Y dijo el juez, hay dos opciones: seguir saltando o compartir el oro. Bastó una mirada, lo segundo. Un abrazo. Como estamos en la era de rankings y listas por todo, aquí hay una historia que ya entró en el podio del auténtico espíritu olímpico. La noble fórmula de ganar-ganar y no ganar-perder.

Pudieron el catarí Mutaz Essa Barshim y el italiano Gianmarco Tamberi seguir compitiendo para decidir el uno-dos en la prueba de salto alto, pero creyeron, y creyeron olímpicamente bien, que el mejor oro era el uno-uno.

Este mundo necesita de muchas personas que piensen así para ir enderezándose poco a poco. Juntos en el mismo lugar, mirándose a los ojos a la misma altura, la humanidad sería un tilín mejor; y de tilín en tilín saldríamos de esta ciénaga de ambiciones y mezquindades donde hemos caído.

A los libros irá, técnicamente, algo como esto: ambos atletas superaron los 2.37 metros con una secuencia semejante; pero la verdadera historia debería escribirse así: el primer día de agosto de 2021, dos atletas juntaron su fuerza «sotomayorciana», unidad de medida en el salto alto hasta que se demuestre lo contrario, para pasar por encima del listón de las ambiciones, del ansia de acaparar y de decir: yo soy el mejor, el campeón. 

Parece que Tokio inspira gestos así. En 1964, durante la competencia de velas hubo un mal tiempo que provocó el hundimiento de varias embarcaciones.

Los hermanos Lars y Stig Käll, de Suecia, habían navegado fuerte para alcanzar a los líderes y una vez en la vanguardia vieron a una embarcación de Australia que había zozobrado y decidieran navegar unos 100 metros hacia atrás para rescatar los tripulantes, quienes se batían con un mar embravecido.

Los hermanos suecos no alcanzaron medallas, pero sí fueron reconocidos por su espíritu olímpico y recibieron el premio al juego limpio.

Unos prefirieron salvar a sus rivales y correr su misma suerte y otros optaron por compartir un premio. Tokio, donde la gente es colaborativa, ayuda, explica y sonríe, tiene ángel para acciones así. Seamos un tilín mejores.   

 

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