Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un día raro

Cuba sumó dos derrotas inesperadas en el torneo, en una jornada donde solo Herich Ruiz bajó victorioso del ring

Autor:

Luis Autié Cantón

Roniel Iglesias tiene que haber pasado muy mala noche. No porque el dolor de los golpes propinados por algún rival le haya privado del sueño, no. A Roniel, estoy seguro, lo desveló la impotencia. El pinareño perdió este miércoles, de manera injusta, su pelea en los 71kg del Campeonato Mundial de Boxeo en Belgrado, Serbia.

No uso el término «injusto» a la ligera, respetados lectores y lectoras. La injusticia tiene disímiles formas. Se aparece en cualquier lugar, en cualquier momento, y te puede llenar de piedras el camino, sin más.  Esta vez Roniel no perdió por decisiones arbitrales, ni por errores propios. Esta vez fue el destino quien le negó la posibilidad de demostrar —por enésima vez— su valía.

A poco más de 60 segundos del primer campanazo de la velada, una herida en su rostro fue más fuerte que los esfuerzos del personal médico y obligó a la esquina cubana a tirar la toalla. Estoy seguro de que su rival, el jordano Zeyad Eashash, no ha sentido en su carrera mayor sensación de alivio. No hubiera superado al bicampeón olímpico cubano en tres asaltos. Denlo por sentado.

Amén de esta derrota inesperada, es un hecho que convertirse en leyenda es un proceso largo, larguísimo. Y Roniel, sin dudas, ya es leyenda.

Más tarde, el debutante Herich Ruiz, en los 86kg, salió al encerado con la espada de Damocles colgando sobre su cabeza, toda vez que enfrentaba a Slobodan Jovanovic, un púgil local, y ya se sabe que la localía, en ocasiones, gana peleas.

Pero el pinero Ruiz se olvidó de los vítores que recibió su rival, y le propinó tal andanada de golpes en los dos primeros rounds que obligó a Jovanovic a retirarse antes de terminar el combate. A ocho segundos de iniciado el tercer asalto, la toalla serbia tocó la lona.

Antes de esta pelea Ruiz, de 26 años, había efectuado 19 peleas en su carrera, con saldo negativo de 10 derrotas y nueve victorias, y nunca había ganado por nocaut técnico. En su próximo combate enfrentará al jordano Odai Alhindawi, victorioso en su primer enfrentamiento con votaciones de 5-0.

Con la noche de Belgrado ya sobre el Stark Arena, Lázaro Álvarez, bronce olímpico en Tokio, comenzó la búsqueda de su cuarta presea mundial frente al joven japonés Hayato Tsutsumi, en los 60kg.

A Tsutsumi, titular del orbe juvenil y dos veces campéon asiático de la categoría, le tocó «bailar con la más fea» en su iniciación en este tipo de certámenes. Lazarito, una de las figuras establecidas en la selección nacional, intentó imponer su experiencia desde el inicio. Entrada-jab de derecha-jab de izquierda- golpes al cuerpo-salida-bloqueo. El cubano utilizó esa secuencia durante el combate, mientras que el asiático estrellaba la mayoría de sus golpes en la muralla erigida frente a él. No obstante, alguna que otra vez Tsutsumi logró impactar la anatomía del nuestro, por lo que el primer asalto terminó con votación 3-2, a favor de Álvarez.

En el segundo asalto, el japonés comenzó a «envalentonarse» y le puso una pizca más de agresividad a su boxeo al punto de que poco a poco fue tomando las riendas de la pelea y, justo antes de la campana, un derechazo impactó de lleno en el rostro del nuestro. Todo se definiría en el último asalto.

El último tramo fue un pandemónium de guantes, golpes y sudor. Los jabs del japonés comenzaron a abrir de a poco la defensa de Álvarez, quien, ora por agotamiento, ora por preocupación, tiró muy poco. Varias veces tuvo que ser «regañado» por el principal, por bajar la cabeza.

El asiático, quién supo administrar mejor los golpes, el ánimo y las energías, le asestó finalmente el segundo golpe «mortal» a la delegación cubana en la jornada. De nuestros tres representantes, ganó—y muy bien— el que menos papeletas tenía para hacerlo. Así es el deporte.

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