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Sao Paulo-La Habana: vía de unidad de las luchas populares latinoamericanas

Es muy diferente Sao Paulo a La Habana. No obstante, Brasil y Cuba, han forjado vínculos históricos, culturales, y humanos  que hermanan las dos naciones

Autor:

Leonel Nodal

Desde el aire, Sao Paulo semeja una feroz jungla de altas torres de hormigón y acero. Son más de 50 000. Las más pretenciosas exhiben en sus techos pistas para helicópteros. Sus dueños ya no andan en tierra. Abajo, la vida es peligrosa. Calles atestadas de autos dejan poco espacio para la gente de a pie. La anónima masa proletaria o desempleada de hombres y mujeres, anda de prisa, se apretuja en las aceras y en los andenes del metro y de los trenes suburbanos. Empujan para subir y bajar a decenas de kilómetros, en la horrenda y hostil periferia, donde reside la mayoría de sus casi 20 millones de habitantes. Aquí abundan las favelas. También hay predios céntricos ocupados por «los sin techos». Por eso los ricos evitan las calles, que solo recorren en carros blindados, por miedo a los asaltos y a encarar la realidad.

Es muy diferente Sao Paulo a La Habana. No obstante, han forjado tantos vínculos que las hermanan: históricos, culturales, humanos. El ir y venir de artistas y científicos, líderes políticos, sindicales y estudiantiles, selló amistades e identidades en las últimas seis décadas entre la opulenta y casi siempre fría megalópolis sudamericana y la caribeña capital cubana, bañada de sol y mar, colorida y bullanguera.

Eso explica que uno pueda percibir en pleno corazón paulista un atisbo de las señales del Faro del Morro habanero en el Memorial de América Latina, el complejo cultural dedicado a promover la integración de Brasil, Latinoamérica y el Caribe

—gestado por el antropólogo Darcy Ribeiro y diseñado por el genial arquitecto y eterno fidelista Óscar Niemeyer—, en el que se percibe la impronta de Bolívar, Martí y el Che Guevara.

El conjunto de ocho edificios, que cubre 20 000 de los

78 000 metros cuadrados del área total del Memorial, enclavado en un céntrico barrio de Sao Paulo, fue inaugurado a principios de 1989 con una gala del Ballet Nacional de Cuba, dirigido por Alicia Alonso. Es vivo testimonio de los ideales de unidad en las luchas emancipadoras de Brasil, el Caribe y Latinoamérica, visualizadas por Fidel y Lula da Silva desde su primer encuentro en Managua —en julio de 1980, en la celebración del primer aniversario del triunfo sandinista— y materializadas una década más tarde en el Foro de Sao Paulo (FSP).

El propio Comandante en Jefe recordó aquella ocasión la serie de cuatro Reflexiones publicadas entre el 22 y el 31 de enero de 2008, a raíz de la visita que «de forma espontánea» realizó a Cuba Lula, «por segunda vez como Presidente de Brasil, aunque mi salud no le garantizara un encuentro conmigo».

«Antes, como él mismo dijo, visitaba la Isla casi todos los años. Lo conocí en ocasión del primer aniversario de la Revolución Sandinista en la casa de Sergio Ramírez, entonces vicepresidente del país», escribió Fidel, quien recordó que en esa ocasión también se encontró con Frei Betto y el padre Ernesto Cardenal, «los dos escritores procedentes de la Teología de la Liberación».

¿Qué relación guardaba eso con Lula?, se preguntaba Fidel. «Mucho», afirmaba. «Nunca fue un extremista de izquierda, ni ascendió a la condición de revolucionario a partir de posiciones filosóficas, sino de las de un obrero de origen muy humilde y fe cristiana, que trabajó duramente creando plusvalía para otros».

En otra parte del relato del encuentro con el gobernante brasileño, el líder histórico de la Revolución escribió: «Lula me recordó con calidez la primera vez que visitó nuestro país en el año 1985 para participar en una reunión convocada por Cuba para analizar el agobiante problema de la deuda externa».

Más adelante precisaba: «Se convocó a líderes de obreros, campesinos, estudiantiles, u otras categorías según el tema. Él era uno de ellos, ya conocido entre nosotros y en el exterior por su mensaje directo y vibrante, de joven dirigente obrero.

«En el breve tiempo que estuve con Lula, dos horas y media, habría querido sintetizar en unos minutos los casi 28 años transcurridos, no desde que él visitó por primera vez Cuba, sino desde que lo conocí en Nicaragua. Ahora era el líder de un inmenso país, cuya suerte, sin embargo, depende de muchos aspectos que son comunes a todos los pueblos que habitan este planeta.

«Era el hombre que conocí en la capital sandinista de Managua y que tanto se vinculó con nuestra Revolución. No le hablé ni le habría hablado de algo que resultara injerencia en el proceso político de Brasil, pero él mismo entre las primeras cosas dijo: ¿Te acuerdas, Fidel, cuando hablamos del Foro de Sao Paulo, y me dijiste que era necesaria la unidad de la izquierda latinoamericana para garantizar nuestro progreso? Pues ya estamos avanzando en esa dirección.

«Lula comentó que lo que hoy (se refería a ese año 2008) se puede ver en América Latina nació en 1990, cuando decidimos crear el Foro de Sao Paulo», escribió Fidel.

Evidentemente, el dirigente brasileño se refería al ascenso de las fuerzas de izquierda y progresistas, tras la llegada al Gobierno en Venezuela de Hugo Chávez, legitimada en sucesivos procesos electorales, así como el triunfo de los candidatos de los partidos, movimientos sociales y populares, sustentados en plataformas unitarias y emancipadoras en Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador, que luego serían seguidos en Nicaragua y El Salvador, entre otros.

Lula se mostraba satisfecho, además, por los logros del Gobierno del Partido de los Trabajadores, en alianza con otros partidos de izquierda y progresistas, para reducir la pobreza y el hambre, aumentar la escolarización, incrementar el consumo de los más pobres, reducir y eliminar el endeudamiento y conducir una política exterior cada vez más soberana e independiente.

A 25 años de la realización en La Habana del 4to. Encuentro del FSP, la cita que comienza este domingo se presenta como una ocasión semejante a la de 1990, cuando tras el colapso de la URSS el desaliento se apoderó de muchos partidos y organizaciones de izquierda.

Hoy las fuerzas integrantes del Foro y todos sus aliados en el campo popular están llamados a unir ideas y esfuerzos para detener la actual ofensiva de las oligarquías locales con el respaldo de la derecha internacional dirigida a revertir los progresos alcanzados en las últimas dos décadas.

El valioso retrato que hizo Fidel del fundador del Partido de los Trabajadores y del FSP, dos veces electo Presidente de Brasil, adquiere la mayor relevancia hoy, al comenzar un nuevo encuentro del Foro de Sao Paulo en la capital cubana.

Los cientos de miles de manifestantes en infinidad de pueblos y ciudades brasileñas que exigen su liberación, se reflejarán con toda su fuerza de resistencia movilizadora en este evento que otra vez retoma la vía solidaria que une a La Habana y Sao Paulo.

 

Lula y Fidel en la clausura del Foro de Sao Paulo, en La Habana, 1993. Foto: Bohemia

 

El primer FSP en Brasil. Foto: Diario El Mundo

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