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Una pérdida irreparable para Brasil

Dilma Rousseff, luchadora a la que un golpe derechista logró sacar del Gobierno, pero no de sus sueños de justicia, lamenta que para la población más humilde del país se cierre el Programa Más Médicos. El personal de salud de Cuba nos hará mucha falta aquí

 

 

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Sao Paolo, Brasil.— Su talante es el de una mujer serena, sencilla. Tiene el típico paso de quien está acostumbrada a trabajar duro. Sus posibilidades de influencia en el panorama político de Brasil mermaron sustancialmente desde el golpe parlamentario derechista que la sacó de la presidencia, pero de sus opiniones y empeños se deduce que es fiel a una idea martiana a la que nunca renunciaría: ha echado su suerte con los pobres de la tierra.

La resistencia y energía internas la acompañan desde 1970 cuando, con 23 años de edad, sufrió condena por enfrentarse a la dictadura militar y padeció hasta la tortura de sus carceleros durante tres años.

El médico Manuel Pupo en la aldea Juatí, en Borba. Foto: Foto Araquém Alcântara

Son esas las fuerzas que le vi compartir con sus camaradas de lucha del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, quienes al ver llegar a Dilma Rousseff a la Escuela Nacional Florestan Fernandes, ubicada en Guararema, a las afueras de Sao Paulo, la saludaban, abrazaban y se tomaban fotos, una y otra vez, sin apenas dejarla caminar para llegar al salón de conferencias, donde otra multitud la aclamaba.

Nos fuimos hasta Guararema para desentrañar de primera mano las realidades de un proyecto que devolvió esperanza y amor a 113 359 000 pacientes, sobre todo, de las zonas más pobres. Conversamos sobre la iniciativa nacida de su sensibilidad social en 2013.

Hablar con la estadista y líder izquierdista latinoamericana sobre el Programa Más Médicos es asistir a una clase. El diálogo con ella siempre resulta una enseñanza de mucha intensidad. Duró apenas 15 minutos, mientras esperaba para esa enriquecedora cita con los «sin tierra».

Hablamos con la mayor naturalidad, no importó que hubiese sido la Presidenta del gigante sudamericano entre enero de 2011 y agosto de 2016 —la primera mujer en ocupar ese cargo— o la líder del Partido de los Trabajadores.

—Hace más de un mes, con la decisión tomada por Cuba de no continuar participando en el Programa Más Médicos, mucho se ha hablado del surgimiento de esta iniciativa, pero nada mejor que escuchar la visión de su inspiradora…

—El Programa nació con el fin de mejorar la cobertura de la atención primaria de salud a la población brasileña. Preveía, además, la creación de nuevas facultades de Medicina. Desafortunadamente, esta última iniciativa fue suspendida por el Gobierno golpista de Temer. Al principio de este proceso, nosotros evaluamos que en Brasil había carencia de médicos para atender las poblaciones marginales de las grandes regiones metropolitanas, porque no es solo en la Amazonia donde hace falta y no van los médicos.

«Tampoco lo hacen, por ejemplo, en la periferia de Sao Paulo, de Belo Horizonte... Y al ver los resultados, fue entonces que decidimos abrir la convocatoria para médicos brasileños.

«Muchos se inscribieron y  quedamos muy felices; pero cuando conocieron los lugares en los cuales deberían desempeñarse, se negaron, rechazaron ir a donde era necesario.

«Querían ir para las localidades donde se concentra la población de clase media y de ingresos altos, es decir, no acudían a los sitios donde vive la población de bajos recursos, donde realmente hace falta atención médica.

«Aquellos que iban para las zonas desfavorecidas, pasados un año o año y medio se iban. No ayudaban a que naciera la compenetración médico-población. Por eso decidimos abrir el diapasón de la convocatoria a médicos de todo el mundo».

—¿Por qué solicitar a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la contratación de profesionales cubanos?

—Cuba es el país que tiene la mayor correlación de médicos por cada mil habitantes. No se trataba de quitarle médicos a la población cubana, porque la Mayor de las Antillas tiene 6,7 médicos por cada mil habitantes, y Brasil poseía en ese momento 1,8, menos que México, Uruguay y Argentina; sino se trataba de colaborar entre todos por la salud del pueblo brasileño, se intentaba revertir la situación.

«Además, tenía otra ventaja para cualquier nación que necesita fortalecer su sistema de salud, y está relacionada con la atención primaria de salud y una reconocida experiencia y competencia en la cooperación internacional en ese sector. Soy testigo de esa contribución, pues cuando se reunían, por ejemplo, los países involucrados para buscar cómo enfrentar la epidemia de cólera en Haití, o poco después, el ébola en África, el consenso siempre fue contar con los médicos cubanos».

—¿Cumplió Cuba con todo el pedido de profesionales que se le hizo?

—Establecimos un acuerdo con Cuba y la OPS y creamos el Más Médicos. Al principio, por tener compromisos con otros países, la Mayor de las Antillas solo envió 3 000 médicos. Posteriormente, esa cifra fue aumentando. Incluso, yo personalmente pedí al Gobierno cubano que aumentara la cifra a 11 000 médicos, porque con esa cantidad conseguíamos equilibrar la atención médica en Brasil, situación que era difícil. Fue un gran esfuerzo el del Gobierno cubano por satisfacer nuestro pedido.

«Ellos fueron para las periferias de las grandes ciudades, para las ciudades medias brasileñas que tienen por encima de 500 000 o 200 000 habitantes. Con ellos por vez primera tuvieron médicos los departamentos sanitarios de salud indígenas, las quilombolas, los asentados de la reforma agraria…».

—¿Qué valoración hacía la población cuando comenzó a ser atendida por los médicos cubanos?

—Comenzó a manifestarse una aceptación clarísima del Programa inmediatamente después de la llegada de los cubanos, porque tenían una forma más humana de tratamiento, debido a su formación no elitista en la atención primaria de salud. Decían también que eran más dedicados, que tocaban al paciente y lo miraban a los ojos.

«Se hizo un estudio al respecto por la Universidad de Minas Gerais, a solicitud de mi Gobierno, y los resultados revelaron que el 95 por ciento de la población aprobaba el trabajo de los médicos que integraban el programa, sin distinción de nacionalidad, y el 90 por ciento de los beneficiados dieron una calificación de ocho a diez al Más Médicos.

«Además de eso hubo hechos interesantísimos. Por ejemplo, en algunos municipios del interior las personas pedían a los médicos que se postularan para concejales o alcaldes. ¿Por qué?, porque asumían una función muy humana, útil, primordial. Hubo, por parte de todos, una gran unión.

«Hasta 2016, por ejemplo, el Programa ofreció atención médica a 63 millones de brasileños, muchos de los cuales nunca habían tenido acceso a un profesional de la salud; 700 municipios no tenían un médico ni siquiera para atender a la población local.

—Algunos recuerdos...

—Sucedieron otras cosas fantásticas. Una doctora me contó lo siguiente: Un paciente que ella había tratado y curado llegó con un mono y le dijo: «Este mono es mío, yo lo adoro, lo quiero y me gusta mucho y se lo estoy regalando porque me gusta usted, me es muy agradable».

«Hay muchas historias de que las personas después andaban kilómetros y kilómetros para llevarles a los doctores gallinas y regalos de ese tipo; huevos, incluso, para de cualquier manera ayudarlos, ayudar a los médicos cubanos».

—No pocos pacientes, agentes comunitarios, activistas sociales, autoridades y amigos que compartieron con los cubanos agradecen la llegada a Brasil de estos profesionales…

—Este también era un asunto de derechos humanos, pues la salud está ligada a los derechos humanos básicos y esa fue la gran contribución de los médicos cubanos. Estoy consciente de la gran importancia y de todo lo que mi país debe a esa cooperación Cuba-OPS-Brasil.

«Para la población más humilde el cierre del Programa será una pérdida irreparable. Decenas de millones de brasileños se quedarán sin los cuidados primarios en el área de salud en todo el territorio nacional.

«Y te digo, eso se va a comprobar mucho más a partir de este momento, cuando quede en evidencia la falta de médicos en los departamentos de salud, y repito, que no es solo en el Amazonas, sino por ejemplo, en las periferias de Rio de Janeiro, Sao Paulo, Salvador de Bahía…

«Las consecuencias serán más palpables cuando se sepa en términos absolutos cuál era el lugar donde estaban los médicos cubanos y adonde no van a ir los brasileños. Ellos prefieren las ciudades. No van a trabajar a la periferia de ningún estado porque prefieren el salario que obtendrán trabajando para la población de las clases media y alta».

—El actual Gobierno ha dicho que todas las plazas dejadas por los profesionales cubanas están cubiertas. ¿Qué piensa al respecto? ¿Cómo queda el derecho a la salud de los brasileños, ahora que los cubanos dejaron el Más Médicos?

—Creo que en Brasil se está creando una fake news (noticia falsa) inmensa al decir que los médicos de aquí ya están capacitados para sustituir a los cubanos. De la misma forma que anteriormente eso no ocurrió, ahora tampoco. El derecho a la salud está extremadamente amenazado.

—Durante años, el presidente electo Jair Bolsonaro, desde su escaño parlamentario, se encargó de criticar y proponer medidas contra el Programa Más Médicos y en especial contra los galenos cubanos…

—Las declaraciones intempestivas de Bolsonaro y su actuación demuestran que ignora la dimensión diplomática que debe prevalecer en la relación entre dos países. Sus expresiones pueden incluso alejar también a médicos de otros países que participan de forma minoritaria en Más Médicos, que desde sus inicios tuvo una gran consideración de la OPS.

«Es absurdo exigir, por ejemplo, examen a los médicos cubanos para determinar si están calificados o no. Ello es una forma más de convertirlos en presa fácil de esa visión ideologizada y totalmente reaccionaria que desgraciadamente el Gobierno electo tuvo en relación con su presencia.

«Lo lamento profundamente, y creo que Brasil tiene que ser inmensamente solidario y estar muy agradecido con los médicos cubanos. Su labor le hará falta a los brasileños».

—¿Con la llegada al poder de Bolsonaro, se inaugura un nuevo escenario para las luchas populares en Brasil?

—Creo que ese va a ser un momento fundamental para enfocarnos en la lucha fuera de la institucionalidad. Y en esa combinación entre la lucha en el marco de la institucionalidad y la lucha fuera de ella es donde está el quid de nuestra resistencia.

«La lucha de las mujeres, de los trabajadores, de los sin tierra, de los desempleados… Cuando ni los Gobiernos ni las luchas consecuentes son alternativa para una parte de la población que no tiene donde ir ni a quién recurrir, esta se vuelve presa de soluciones fáciles.

«Todo eso crea el ambiente en que nacen los cachorros de la extrema derecha. Tenemos que ser capaces de volver a las bases nuevamente. Aquellos que ya están allá, tienen que reforzar y ampliar su acción. Y aquellos que no estaban, tienen que volver a ese camino. Combinar las dos cosas. No basta solo con la lucha institucional. Es crucial, mas no basta ella sola, aislada de la otra.

«La alegría es la forma básica de resistencia. Un gran luchador de gran valor tiene que tener la certeza, la esperanza y la fuerza para la lucha. Y, al mismo tiempo, la capacidad de análisis, un cierto realismo que la racionalidad da. Es necesario sobreponerse al pesimismo, y construir con optimismo una oposición capaz de enfrentar la extrema derecha. 

«No queremos una sociedad extremamente competitiva e individualista. Queremos la cooperación, los valores que nos transformaron en personas. Con la ascensión de la extrema derecha, las fuerzas progresistas necesitan reorganizarse y buscar valores en común para frenar los retrocesos».

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