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Impeachment, un pájaro de mal agüero que no se posa

Como ningún otro presidente de Estados Unidos, Trump ha mostrado un gran poder de supervivencia a los escándalos y a procesos judiciales que le pican de cerca

Autor:

Juana Carrasco Martín

Miércoles 29 de mayo: se cierra la oficina del investigador especial Robert Mueller, pero no hay caso cerrado, a pesar de que en Twitter el presidente Donald Trump diga: «Nada cambia del Informe Mueller. No hubo pruebas suficientes y, por lo tanto, en nuestro país, una persona es inocente. ¡El caso está cerrado! Gracias».

Políticos demócratas —unos que aspiran a la candidatura presidencial para 2020 (al menos tres de ellos) y otros que no les interesa por ahora sentarse en la Casa Blanca, en los que se incluyen 40 representantes— se han enrolado en el impeachment al Presidente. Algunos afirman que se lo piden sus bases de electores y en esto no farolean.

A ellos se ha unido en la Cámara de Representantes un republicano —solitario por ahora—, Justin Amash, de Michigan, quien también sabe escribir en Twitter y alertó a sus cofrades legisladores: «La pelota está en nuestra cancha, Congreso».

La cuestión es que Mueller, al cerrar la oficina fiscal especial, recordó que «imputar al Presidente no era una opción» para él porque estaba limitado por las normas del Departamento de Justicia, pero subrayó otra vez que no exoneraron al mandatario de posible obstrucción a la justicia. El senador por New Jersey, Cory Booker, dijo de inmediato: «Es nuestra obligación legal y moral el responsabilizar a aquellos que han cometido crímenes. Está claro que la Cámara debe comenzar el proceso de juicio político. Nadie está por encima de la ley».

Los pájaros de mal agüero del impeachment, que no han dejado de revolotear, parecen ver «carroña» política en el ambiente y presionan para lanzarse sobre una «víctima» —por cierto, nada fácil—, aun cuando la cúpula demócrata se muestra abiertamente en desacuerdo con iniciar ese procedimiento de juicio político, pues su líder en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, considera que es una acción «tonta de capirote», y temeraria rumbo a la elección presidencial de 2020.

El consejo-advertencia de la Pelosi llegó el miércoles con estas palabras: «No traes un impeachment a menos que tengas todos los hechos». Probablemente tenga razón, porque un resultado fallido sería también un epitafio para los políticos demócratas involucrados en esa aventura.

Hablando en su patio político, en el Commonwealth Club en San Francisco, apuntó: «Muchos electores quieren destituir al Presidente. Pero queremos hacer lo correcto y lo que se traduce en resultados. Lo que obtiene resultados», a lo que añadió Pelosi: «Pero sí queremos presentar un caso tan convincente, un caso tan férreo que incluso el Senado republicano, en este momento (parece) que no es un jurado objetivo, estará convencido del camino que debemos tomar como país».

La realidad es que como ningún otro presidente de Estados Unidos, Trump ha mostrado un gran poder de supervivencia a los escándalos y a procesos judiciales que le pican muy de cerca, y no son pocos. Confía mucho en el apoyo absoluto de sus seguidores, en su presencia el día de la votación y en el voto a su favor.

Pero su popularidad ha ido bajando, aunque está casi en igual posición que su predecesor en igual lapso de mandato. En su reporte diario sobre el índice de aceptación del Presidente, el Rasmussen Reports mostró este 30 de mayo que el 48 por ciento de los votantes aprueban la actuación de Trump y 52 por ciento lo desaprueba. Cuando inició su mandato, el 23 de enero de 2017, contaba con el favor del 55 por ciento.

De todas maneras es un tema que preocupa, y mucho, al Presidente y lo plasma en los tuits que a diario echa al vuelo desde su cuenta @realDonaldTrump. Entre el miércoles en que Mueller cerró la oficina y el jueves a las 5:00 p.m. había dedicado nueve mensajes en Twitter al tema y compartido dos de su jefa de prensa, Sarah Sanders.

Uno de ellos intentaba desacreditar a Mueller: «Robert Mueller vino a la Oficina Oval (junto con otros potenciales candidatos) buscando ser nombrado Director del FBI. El había ocupado esa posición por 12 años, le dije no. Al día siguiente fue nombrado Investigador Especial –un conflicto de intereses absoluto. ¡Agradable!

Y como para dar un portazo ostentoso y definitivo a la situación, reiteró: caso cerrado. Solo que si tiene semejanza a la serie televisiva de los homicidios no resueltos por falta de pruebas y nunca se encontró al culpable, al final los forenses logran hacer justicia con las víctimas y los hechos que se habían olvidado…

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