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La Colombia diversa, en las calles

Desde el pasado 21 de noviembre no cesan las manifestaciones en el país y la impopularidad del presidente Iván Duque ha ascendido hasta un entorno del 70 por ciento de la población, según las encuestas

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Tal vez nunca se vieron en Colombia manifestaciones con tanta diversidad de colores no solo en las banderas, sino en la identidad de quienes las enarbolan.

Como el pasado día 21, y las manifestaciones que no han cesado desde entonces, el paro nacional decretado este miércoles reunió a educadores, afrodescendientes, artistas, jubilados y gente común que se sumó a la protesta originada entre los trabajadores y estudiantes, en defensa de un pliego de 13 demandas lo suficientemente amplio para cobijar la inconformidad de todos, y que explica también por qué la impopularidad del presidente Iván Duque ha ascendido hasta un entorno del 70 por ciento de la población, según las encuestas.

Su intento por acallar los reclamos mediante un diálogo que tuvo prólogo el día anterior y fue virtualmente abandonado por el Comité nacional que organiza la huelga resultó, obviamente, infructuoso.

El anuncio de una reforma tributaria que fue propalado después por el diario El Tiempo y resaltó como la única reacción gubernamental al pliego, nada tiene que ver con lo exigido, y ha hecho que la analista colombiana Zheger Hay Harb titulara en el rotativo mexicano Por Esto! que Duque «está sordo» y «ante un abismo».

Los manifestantes reclaman que no se ejecuten los cambios anunciados al sistema de pensiones, la no privatización de 19 empresas estatales en riesgo de ser vendidas junto al 20 por ciento de las acciones de la estratégica Ecopetrol; la depuración de la policía, el desmantelamiento del Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios) y, entre otros puntos, el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, una demanda que recuerda a Duque la importancia de seguir los protocolos suscritos por Juan Manuel Santos y las extintas FARC-EP, para lograr eso de que Colombia carece tanto ahora: la paz social.

En una nación atenazada por más de 50 años de conflicto armado y todo tipo de violencia, reiterada ahora en el asesinato impune de cientos de líderes sociales y exguerrilleros, nunca se había escuchado con esta fuerza y claridad el No a un sistema neoliberal que allí también, por cuanto se aprecia, hace aguas.

El modelo se rechaza con una madurez movilizadora que recoge la experiencia de otros movimientos de protesta colombianos menos extensos y unitarios, y a pesar de que esta vez las protestas tampoco están encabezadas por banderas políticas, ni son partidos quienes convocan. 

Aunque algunos reportes, y las fotos y los videos publicados en Twitter, dejaron ver una movilización pacífica de parte de la ciudadanía donde no faltaron la música ni el colorido, la muerte de dos jóvenes ha puesto su nota luctuosa en las jornadas recientes y provocado el repudio a la actuación de   los cuerpos represivos y del Gobierno.

Dilan Cruz era un estudiante de 18 años que se manifestaba cuando una bomba lacrimógena lo impactó y le quitó la vida. En su honor se marchó este miércoles, mientras circulaba el aleccionador mensaje publicado en las redes sociales por el joven soldado Brandon Celi, de 21 años, portador de una clarividencia, sinceridad y valentía que lo convierten en héroe.

Se afirma que Brandon se suicidó luego de dejar grabado su respaldo a los movilizados, algo que no podía decir en el ejército, donde fue acusado por un oficial de ser «de izquierda extremista» y «un disociador».

«Animo a todos a que peleen; peleen por nuestra educación», dijo ante la cámara de su celular (...) Apoyo a mis compañeros estudiantes, siempre les apoyaré; no tengo más opción».

Pero su razonamiento fue más allá, y también puede explicar el por qué una Colombia tan diversa está en las calles, y pone por primera vez en riesgo la estabilidad de un ejecutivo colombiano.

«No somos de derecha, no somos de izquierda: somos el pueblo».

Queda flotando la duda de si el Gobierno de Duque atenderá los reclamos, si logrará una engañifa desmovilizadora, o disuadirá a los manifestantes con más bombas lacrimógenas, o si llevan razón quienes afirman que las movilizaciones en Colombia llegaron… para quedarse.

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