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Europa y la sombra del otro imperio

Concentrada en defender su integridad y acomodar sus estrategias, Europa escucha el clarín del «amigo» estadounidense que tantas veces la dejó en la estacada y sacó provecho atizando cañones o guerreando lejos de casa

Autor:

Enrique Milanés León

Sin «beberla ni comerla» y, sobre todo, sin saberla, porque no fue alertada del ataque mortal de su aliado contra el general iraní, Europa queda de nuevo, como tantas veces en su historia, expuesta a pagar el precio —¿en capital, en inversiones, en costo político, en estabilidad interna, en hombres…?— de las aventuras bélicas de otro presidente estadounidense.

Muy rápidamente, cuando parecía que de veras el cielo se iba a caer, Josep Borrell, el nuevo Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea (UE), llamó a la contención de las partes considerando que «la región no se puede permitir otra guerra», pero ya se sabe que Irán no es una nación mansa y que el inefable Donald Trump nació bajo el signo de la incontinencia.

El (anti) pacto Donald

Haciendo gala de ese principio diplomático tan estadounidense de dividir para controlar, Trump ha pedido en todos los tonos a sus pares de Reino Unido, Alemania, Francia, Rusia y China —los otros firmantes en 2015 del Plan de Acción Integral Conjunto; esto es, el acuerdo nuclear con Irán o JCPOA—, que sigan a Washington en el abandono del compromiso, lo cual no solo aumentaría la presión del régimen de la Casa Blanca sobre el Gobierno persa, sino que convertiría en sal y agua uno de los mayores logros de los negociadores políticos europeos.

Dirigido a ralentizar o impedir que Irán alcance la bomba atómica —porque matar por millones es «derecho exclusivo» de las grandes democracias—, el acuerdo flaquea tras el borrón de Estados Unidos, el descarado asesinato del general Qassem Soleimani y el consiguiente anuncio de Teherán de que ya no respetará los límites pactados.

A la postre, Francia, Alemania y Reino Unido recurrieron al mecanismo de arreglo de diferencias previsto en el documento, para obligar a Teherán a negociar, lo que pudiera derivar en mayor rebeldía iraní y en la vuelta de las sanciones internacionales, incluido el castigo de la propia UE. Trump quiere más que eso: incinerar el acuerdo.

Rachel Rizzo, especialista en seguridad transatlántica del grupo de expertos estadounidenses Center for a New American Security, comentó a la agencia AFP que le parecía «inimaginable que los aliados     europeos se apresuren a ir detrás de Trump al abismo donde parece conducirnos».

Ya se verá si toma el camino o la vereda, pero lo que nadie duda es que, dependiendo como lo hace de hidrocarburos ajenos que se encarecerían sobremanera ante un conflicto mayor, Europa no debería seguir al que, desde lejos, agita las aguas para pescar.

Consecuente con su inconsecuencia, Donald Trump, el mismo presidente que prometió poner fin a las guerras interminables en Medio Oriente y regresar a los soldados estadounidenses a casa, no solo atiza un flanco volátil sino que pretende arrastrar al fuego a bomberos de otros cuarteles.

Concentrada en defender su propia integridad y en acomodar sus estrategias de bloque en medio de esas grandes fallas continentales geopolíticas en caída y ascenso que son, respectivamente, Estados Unidos y China, Europa escucha de nuevo el clarín del «amigo» que tantas veces la dejó en la estacada y sacó provecho atizando cañones o guerreando lejos de casa. Realmente parece dudar, a pesar de que el rubio que toca la corneta no ofrece un solo motivo para creer o confiar.

Ahora que pierde a Reino Unido —y Reino Unido la pierde a ella, debilitándose ambos— la UE debe ser consciente de que Estados Unidos, que buscará enseguida un acuerdo integral de comercio con el «divorciado» Londres, será, en ese punto, un recio competidor.

¿Defender u ofender europa?

Contra la mesura a que llamó Josep Borrell, el ambiente se calienta con el anuncio, por Estados Unidos, de los mayores ejercicios militares de los últimos 25 años…. ¡en Europa! En efecto, las maniobras Defender Europe 20, a efectuarse entre abril y julio en Europa oriental, involucrarán a unos 37 000 soldados que no solo probarán la efectividad del despliegue estadounidense en el Viejo Continente y ensayarán nuevas tecnologías de guerra sino que, según muchos, harán más visible la supeditación, al yanqui, de los ejércitos europeos.

De momento, ya comenzó el arribo de «Rambos». En la llegada de los primeros tanques a Alemania, el general Andrew Rohling, subcomandante general del Ejército de EE. UU. en Europa, afirmó que, como esa fuerza debe estar lista «para el despliegue y lucha ante cualquier enemigo en un conflicto de alta intensidad, debemos ejercitar nuestra habilidad en el traslado de tropas, evaluar la eficiencia de los equipos de combate y desarrollar un mecanismo de integración a nuestras propias fuerzas y a las de otros aliados». ¿Podría Europa llevar una legión de «007» a practicar a Estados Unidos?

El Pentágono, que cada noche tiene pesadillas con un oso moscovita y busca respaldo sicológico en Bruselas, ha situado en el entorno ruso el terreno de operaciones, de manera que Finlandia, Polonia, Georgia y los países bálticos concentrarán las acciones. Casi 20 países apoyarán a los 20 000 efectivos, 4 000 soldados de la Guardia nacional y 750 reservistas que llegarán desde Estados Unidos y a los 9 000 soldados de ese país que viven, y matan, desde bases militares ubicadas en Europa. 

Se prevé que en la noche unos 12 convoyes militares recorran las principales arterias europeas rumbo a los objetivos, ubicados al este, casi a 4 000 kilómetros. Alemania, la gran nación llena de cicatrices de guerra, será el principal país de tránsito para el ejercicio del matón americano. ¿Cuánto costará aprender?

Entre yunque y martillo

Aprender puede llevar mucho tiempo y unas cuantas generaciones, lo que sí se sabe es que Europa sigue tomando golpes que provoca Estados Unidos. Esta misma semana, a raíz de esperadas sanciones en torno a la quiebra del pacto nuclear, el presidente de Irán, Hasán Ruhani, advirtió ante su gabinete que «el soldado estadounidense está en peligro hoy; el soldado europeo podría estar en peligro mañana».

En medio del enfado de su Gobierno y su pueblo tras los ataques, los errores, los muertos militares y civiles que ha dejado el conflicto, Ruhani esperaba de Europa una vía para que Teherán vendiera su petróleo aun sin la «venia» de Estados Unidos; en cambio, esta no se abrió. Contra la independencia de miras de potencias como China y Rusia, un reflejo atávico ata a Europa a la senda de Estados Unidos, aunque, a todas luces, el destino del imperio que la menosprecia no parece ser bueno.

Después de que sus fuerzas mataran tranquilamente a Soleimani, el secretario de Estado, Mike Pompeo, recriminó a los europeos no haber «sido tan útiles» como hubiera esperado la Casa Blanca, y respondió al Ministro francés que afirmó que el mundo era más peligroso luego de la muerte del general iraní, que Francia estaba «simplemente equivocada».

Útiles o no, los europeos parecen debatirse entre su deseo de no enojar a Washington y su intención de mantener abierta una ventana a Teherán, en lo que Julie Smith, analista del German Marshall Fund, de Estados Unidos, define gráficamente: «Están atrapados entre el martillo y el yunque».

Para sembrar más angustia, hace poco Trump afirmó estar presto a negociar un nuevo acuerdo con Irán y aludió a intereses comunes con Teherán en la lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico.

Temprano, el misil de la condena

Por lo visto, Irán no consume zanahorias: el canciller Mohamad Yavad Zarif respondió que «No firmamos un “acuerdo de Obama” para ahora aceptar un “acuerdo de Trump”. Incluso si lo hiciéramos, ¿quién puede decir que no necesitaremos el “acuerdo de Biden, Sanders o Warren” el próximo año?».

Al Gobierno y al pueblo iraníes les queda, más que el filo de su ejército, su firmeza para resistir y su madurez para sostener la unidad nacional. No pueden esperar contrapeso de Europa frente al otro imperio cuando muy tempranamente sus Gobiernos se adhirieron sin recato al discurso de aquel.   

Dos días después del asesinato de Soleimani, una declaración conjunta de Angela Merkel, Emmanuel Macron y Boris Johnson enfatizaba en la culpa del muerto: «Hemos condenado los recientes ataques contra las fuerzas de la coalición en Irak y estamos muy preocupados por el papel negativo que Irán ha jugado en la región, incluso a través del IRGC —Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica— y la fuerza Al Quds bajo el mando del general Soleimani».

Al teléfono, Johnson le dijo a Trump: «no lamentaremos la muerte de Soleimani», mientras por vía similar Macron expresó preocupación «por las actividades desestabilizadoras de la fuerza Al Quds bajo la autoridad del general». Para no ser menos, el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, acusó a la víctima de dejar «un rastro de sangre y devastación en todo Medio Oriente». Un rastro de sangre que, a tenor de esas declaraciones, debía ser limpiado con la suya propia.

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