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Los dolores de cabeza de Trump en Irán

Atenazado por el inminente juicio político que le venía encima y el fracaso de su «política de máxima presión» para doblegar a Irán, Trump recurrió a una imprudente  acción militar a fin de distraer la atención de sus electores, pero, las cosas puede que no hayan salido exactamente como él esperaba

Autor:

Leonel Nodal

El asesinato del general iraní Qassem Soleimani persigue a Donald Trump como una pesadilla recurrente desde el mismo día que lo ordenó, a medida que se revelan las mentiras y falsos pretextos de su criminal acción.

Soleimani, comandante de las fuerzas especiales Al Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica, fue volado en pedazos por un misil lanzado desde un dron teleguiado el 3 de enero, al salir del aeropuerto de Bagdad junto al teniente iraquí Abu Mehdi al Muhandis.

Atenazado por el inminente juicio político que le venía encima y el fracaso de su «política de máxima presión» para doblegar a Irán, Trump recurrió a una imprudente  acción militar a fin de distraer la atención de sus electores.

Al día siguiente, justificó su temeraria iniciativa —que de inmediato desató alarmas de una peligrosa escalada— con una breve declaración repleta de mentiras, desde su resort Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida.

«Anoche —dijo— tomamos medidas para detener una guerra. No tomamos medidas para iniciar una guerra»,  y añadió que «Soleimani estaba tramando ataques inminentes y siniestros contra diplomáticos y personal militar estadounidenses, pero lo atrapamos en el acto y lo terminamos».

En un alarde de soberbia imperial, Trump describió la acción como un «ataque perfecto y de precisión» y días más tarde —según relató CNN— se declaró encantado de eliminar «a dos por el precio de uno», refiriéndose a la muerte de Soleimani y Al Muhandis.

El pretexto para la temeraria acción duró poco y reveló la peligrosidad de un mandatario dispuesto a mentir y provocar una guerra con tal de asegurarse cuatro años más en la Casa Blanca.

Obligada a rendir un informe oficial al Congreso sobre las razones del ataque que eliminó al general Soleimani, la Casa Blanca elaboró un informe que no resistió el análisis de los legisladores.

Tras un examen detallado en el cuerpo legislativo, el presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Eliot Engel, dijo en un comunicado el viernes 14 que «este informe oficial contradice directamente la falsa afirmación del presidente de que atacó a Irán para evitar un ataque inminente contra el personal y las embajadas de Estados Unidos».

«La explicación de la administración en este informe no menciona ninguna amenaza inminente y muestra que la justificación que el Presidente ofreció al pueblo estadounidense era simple y llanamente falsa», subrayó  el representante demócrata por Nueva York.

Según una versión atribuida al Primer ministro de Iraq, acallada por la gran prensa estadounidense y los medios internacionales afines, Soleimani era portador de un mensaje de Teherán para negociadores de un arreglo político con Arabia Saudita, país al que Trump empuja a la guerra con Irán desde su llegada a la Casa Blanca y al que ha vendido miles de millones de dólares en armamento.

Soleimani, un héroe nacional de la cruenta guerra librada entre Irán e Irak de 1980 a 1988, instigada por Washington, que apoyó a Bagdad, fue despedido por millones de simpatizantes con los honores reservados a un mártir, y sepultado el 7 de enero, en medio de un reclamo de justicia y muerte a los agresores.

Al día siguiente, al menos 17 misiles iraníes impactaron la base militar de Ain al-Assad, en el oeste de Irak, una de las principales instalaciones utilizada por Estados Unidos desde la invasión y ocupación del país árabe, en 2003, mientras que otros cinco misiles cayeron en una base estadounidense cerca de Erbil, en la región kurda de Irak.

El Pentágono dijo que ningún efectivo militar resultó herido o muerto, en «un ataque con misiles de largo alcance con una precisión asombrosa», según expertos.

La CNN dijo que diez misiles de Irán lograron «destruir sitios militares sensibles de Estados Unidos», entre los que enumeró un complejo de las fuerzas especiales, dos hangares y la unidad de vivienda de los operadores de drones estadounidenses.

La propia fuente dijo que las tropas y el personal de la base habían sido informados de los planes de Irán de atacar la base varias horas antes de que ocurrieran los ataques, dando a las tropas tiempo para refugiarse.

Tras conocer los detalles, el presidente Trump se apresuró a destacar que Estados Unidos no tuvo bajas.

Nada, no pasó nada, exclamó con expresión confiada. Pero analistas estadounidenses notaron un matiz «inusualmente nervioso» en sus palabras al justificar su decisión de retirarse de una nueva confrontación, dando un tono conciliador que enfatizó en la necesidad de todos «trabajar juntos para llegar a un acuerdo con Irán». Sabía que mentía, y le costaba ocultar la verdad.

Por su parte, el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Khamenei, afirmó que el ataque fue solo una «bofetada», en un plan más amplio de represalia por el asesinato de Soleimani.

Pocos días después, el Pentágono informó que una decena de militares de las bases atacadas había sido evacuada a hospitales de bases norteamericanas en Alemania, para ser tratados de lesiones cerebrales.

De hecho, informes posteriores a principios de febrero confirmaron que más de un centenar de soldados de Estados Unidos quedaron fuera de combate tras el ataque de Irán con misiles el 8 de enero.

Tres semanas atrás, recordó El País, de España, que cuando el presidente estadounidense Donald Trump se encontraba en el Foro Económico Mundial de Davos, se prununció sobre las lesiones cerebrales: «Escuché que tenían dolores de cabeza y un par de cosas más», sostuvo. «Pero diría, y puedo informar, que no es muy grave».

Lo cierto es que desde mediados de enero, cuando el Ejército reportó 11 soldados con «lesiones cerebrales», el Pentágono debió rectificar cinco veces la cifra, que supera el centenar.

Según el Departamento  de Defensa, los síntomas de este tipo de lesiones incluyen dolores de cabeza, mareos, sensibilidad a la luz y náuseas.

Al restar importancia a esos efectos, que dejan fuera de combate por tiempo indefinido a los soldados, Trump se buscó otro dolor de cabeza.

Sus banales comentarios en el Foro de Davos provocaron críticas de un influyente grupo de veteranos de guerra, el VFW, que da igual relevancia a los invisibles daños cerebrales y a las heridas corporales.

William Schmitz, presidente de la entidad, reclamó  una disculpa del Presidente a «nuestros hombres y mujeres de servicio por sus comentarios equivocados».

Mentiras y falsedades, repetidos a diario, persiguen a Trump,  quien cada vez resulta menos creíble hasta en su propio país, donde también se cumple el proverbio de que «más fácil se descubre a un mentiroso que a un cojo».

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